Zona de mutación

El principio fabril

La producción en cadena del fordismo, que permitía una aglomeración y almacenaje de mercancías, disponibles para el consumo, no sólo es seguida en la dinámica de producción cultural, sino que sus lineamientos y linealidad, son absorbidos como patrones para estructurar y diseñar una obra artística.

La «teoría del conflicto central» como la llamó el cineasta Raúl Ruiz, correspondiente al formato industrial del cine hollywoodense impuesta al mundo, no es sino la correlación del fordismo, con su lógica de eficiencia basada en la reproducción de modelos.

La producción en serie, rápidamente acomoda la cultura como subsidiaria de ese sistema. Se trata de generar una entera disponibilidad y optimización de los factores anímicos, energéticos a favor de la fuerza de trabajo.

La toyotización, no es sino la depuración de la taylorización que fundamenta al fordismo. La flexibilización de los esquemas rígidos de éste, la rebaja de costos y la organización del consumo a gran escala, inevitablemente trae consecuencias en la teoría que sustenta a las artes. Acomodando las unidades del sistema productivo a un juego de equilibrio, donde sin embargo, una sección no transfiere sus problemas a las otras. En todo caso, se establece una combinatoria compleja, regida por un principio rítmico que permite una dinámica auto-organizativa sostenida.

La fragmentación que le confiere autonomía a secciones que pueden autoabastecer sus necesidades sin quedar condicionados a la determinación de la cadena, más que una innovación de puro cuño artístico, aparece solventado por las concepciones que operan la eficiencia de la producción a gran escala.

Estetizar el propio mecanismo que estructura científicamente el sistema fabril, no es sino la captura objetiva que pretende pasarse como una innovación de carácter subjetivo, originado en los cenáculos de las academias, cuando en realidad se trata de la síncopa capaz de poder aún con el azar inherente a cualquier combinación compleja.

La necesariedad del producto artístico, en importantes franjas del diseño cultural, puede preverse a punto de asegurar sus éxitos. Es decir, se produce aquello que de algún modo, tiene asegurada su venta, o directamente, ya está vendido de antemano.

La confrontación metodológica, que cuestiona los paradigmas dominantes, coincide con una disrupción que para sustentarse, precisa funcionar, a nivel de la construcción de cuadros perceptivos favorables, con un gasto de energía intensificado que asegure el emplazamiento y sostén de los enconos.

Es diseño y planificación. Es organización y orquestación. Es prueba y error permanentes.

El sistema cultural no potencia las autopartes falladas, pues en su memoria ingresan las capacidades para la expulsión de las mismas. Diferente es el factor innovador, que no aparece en rojo en las pantallas de seguridad, porque en su fulgor virtual, reconduce las energías a alienadas a un fin, rumbo a clandestinidades donde se forja el mundo otro.

La creación es una fuga de las condiciones instrumentalizadas a fines.


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