Escritorios y escenarios

El proceso es el camino

Tengo miedo. Di un salto al vacío. Me lancé al abismo. Elegí la aventura cuando decidí salir de la conocida, predecible y amigable zona de confort. Y hoy la extraño. La extraño porque me permitía saber qué esperar, cómo proceder, me permitía calcular cómo terminaría todo. Era absolutamente confiable. Algunos me acusarán de tramposa. Y ante los ojos de otros, será, más bien, cuestión de economía. Lo cierto es que no sé hasta qué punto es realmente negativo permitirse un poco de comodidad, al menos de vez en cuando. Y, en cambio, está vez, opté por lo contrario.

Aquel día en que di el sí, me sentía valiente. Hoy no tanto. Sin embargo, duermo bien. Sueño con esto y ni siquiera en sueños puedo ver cómo resulta. Cuando despierto, tengo la sensación de que estoy haciendo lo que se tiene que hacer. Estoy orientando un proceso de creación colectiva. Es un proceso que tiene fecha de caducidad, en mayúsculas.

Ese miedo de no saber cómo terminará el viaje, de no saber cómo será el producto final, me visita día tras día. Y me obliga a imaginar maneras de abrir caminos, aún sin tener la certeza de que transitaremos por ellos, o de que ellos nos lleven a algún lugar. Como mi cabeza anda desconcertada, me he entregado a la intuición. Y entregarse a la intuición es un extraordinario acto de fe.

Ese miedo me susurra al oído que debo estar alerta, como cuando se conduce en la oscuridad en medio de un diluvio. Y debo estar pendiente de que no haya alcantarillas destapadas, de no salirme del carril, de mantener la distancia suficiente con los que están adelante y los que vienen atrás, para no chocar. Debo llevar las luces encendidas, aunque no tenga un horizonte. Aunque haya un horizonte, pero todo se vea gris. Al menos por ahora. Además, llevo conmigo a una veintena de viajeros, cada uno con un mapa, cada uno me da indicaciones. Y quiero que crezcan, y a ellos se les olvida que están en ese viaje conmigo para crecer. Ellos quieren llegar ya. Y quieren saber hacia dónde vamos. Y me piden que les responda. Y a mí me da risa. Risa nerviosa. Risa torpe. Y yo les digo que vamos hacia donde ellos señalan, pero a veces ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo y a mí me toca seguir. Me toca seguir con los vidrios empañados, y aunque la lluvia caiga sobre el parabrisas como si las nubes tuvieran los grifos abiertos en su máxima potencia.

Entonces, la señora intuición me susurra en el otro oído, dice que, pase lo que pase, el proceso es el camino y que, por eso, hay que cuidarlo.

Domingo 15 de octubre del 2023
Bogotá, Colombia.


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