Críticas de espectáculos

El público / Federico García Lorca / Kei Jinguji

El público de Federico García Lorca a la japonesa

 

La compañía japonesa Ksec Act, creada en 1980 en Nagoya por Kei Jinguji, director de escena y Yoichi Tajiri, dramaturgo y traductor, despliega desde hace 37 años un trabajo sin precedentes en Japón, dedicándose únicamente a la creación de obras de autores españoles tanto de sus numerosos clásicos como de los modernos y contemporáneos. En sus versiones escénicas, Yoichi Tajiri y la compañía Ksec Act proponen miradas e interpretaciones contemporáneas de obras de grandes clásicos españoles. Varios espectáculos de Ksec Act, como Don Quijote, Numancia de Cervantes, El Caballero de Olmedo y Fuente Ovejuna de Lope de Vega, La vida es sueño de Calderon, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín de Federico García Lorca, son, desde 2002, invitados asiduos en los grandes festivales de España. Ahora Ksect Act presenta en el CDN de Madrid una versión singular de la obra cumbre de Lorca, El público.

La compañía Ksec Act ha desarrollado su propio estilo escénico: grotesco, muy plástico, antirrealista, muy físico, recurriendo a la coreografía, al canto, la actuación coral, los elementos rituales y también a la tradición teatral japonesa.

Algunos elementos de este lenguaje se encuentran en su puesta en escena de El público.

Yoichi Tajiri, dramaturgo de Kesc Act condensa el texto y los personajes de Lorca en una versión estructurada en 6 escenas y un epílogo. Conserva la quintaescencia del drama y enfatiza su potencia poética, articulándola sobre el tema del amor puro y prohibido entre dos hombres, Enrique y Gonzalo, y el tema de la apariencia, de las máscaras con las que ocultamos ante la sociedad nuestra autentica personalidad.

Un conflicto entre la verdad y libertad del individuo de ser quien es, y la mirada de los demás, las normas y las convenciones sociales, que se refleja en el conflicto entre el teatro verdadero, soñado por Lorca y el teatro «al aire libre», de apariencias, de máscaras.

El director del teatro, Enrique, en el que se proyecta Lorca, temiendo lo el qué dirán, oculta ante la sociedad su amor por Gonzalo quien, al contrario que él, asumiendo lo prohibido, se convierte en un mártir de su amor por Enrique.

Un amor puro y verdadero, del que el de Romeo y Julieta es una metáfora, con sus ambigüedades: ¿y si Julieta hubiera sido un hombre?

Lorca alude al teatro isabelino donde no había actrices y los papeles de mujeres eran interpretados por actores hombres. Este juego metafórico entre el teatro y la realidad le permite abordar el tema del amor homosexual de forma más abierta)

¿Pero acaso no es la ficción de Julieta también, una forma de mascara?

Los múltiples personajes se reparten entre 18 actores que interpretan a varios personajes y figuras. Por ejemplo un actor hace de caballo negro y enfermero, otro: coro 2, hombre, caballo blanco y estudiante, otro: coro 3, hombre, caballo blanco, estudiante, otro: coro 4, caballo blanco, estudiante, etc.

En el escenario, a la izquierda, una mesa y el sillón del director del teatro, en el primer plano dos troncos de árbol, detrás algunas gradas.

Una decena de biombos llegan al escenario un poco más tarde.

Aparecen también una gran cruz en la que Julieta esta crucificada y una cama metálica del hospital que lleva Gonzalo desnudo.

Los vestuarios contemporáneos, Gonzalo, traje negro, camiseta con encaje, sombrero, Enrique, traje marrón, chaqueta larga, Julieta, interpretada por un actor hombre, lleva un vestido rojo.

Los personajes mujeres con sombrillas al modo japonesas.

El espectáculo empieza con una escena bastante larga en la que los personajes sentados en las gradas del escenario, frente al público, en absoluto silencio, están mirando una obra de teatro, y tras dos o tres minutos, aplauden.

A continuación se desarrollan las escenas esenciales de la trama lorquiana, a las que Kei Jinguji, el director de escena, imprime una dimensión poética y metafórica, evidenciando el ambiente onírico y los elementos simbólicos, como por ejemplo los colores: blanco, negro, rojo en el vestuario.

Nada de realismo, tampoco se representa a los caballos, al sepulcro de Julieta y a las ruinas romanas.

Un excelente trabajo de luces potencia los ambientes, focaliza las imágenes, movimientos coreografiados, a veces muy lentos, a veces acelerados, que parecen como dibujados en el espacio.

La dramaturgia escénica, un tejido muy riguroso y preciso, de la actuación coral, los parlamentos, los diálogos, los movimientos, los gestos y la mímica expresivos, tiene en algunos momentos algo del ritual.

En suma, estamos ante una visión original, poética, con imágenes contundentes de gran intensidad emocional, que, a semejanza de los haikus, abre un espacio para la imaginación.

Una gran experiencia teatral que demuestra el enorme potencial para lecturas y aproximaciones escénicas, de la obra lorquiana.

 

Irène Sadowska


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