Críticas de espectáculos

El saludador/Roberto Cossa/Cachivache-Traspasos

Sonrisa quebrada
Obra: El saludador
Autor: Roberto Cossa
Intérpretes: Susana Hernáiz, Iván Martínez, Alfonso Torregrosa
Escenografía: Javier López de Gereñu
Vestuario: Pascual Peris
Producción: Traspasos Kultur, Producciones Cachivache
Teatro Arriaga – Bilbao – 29-10-02 – B.A.D.
La metáfora puede parecer evidente, casi obvia, pero la razón debe intervenir para no dejarse llevar por la s primeras impresiones, y lo que estamos viendo, oyendo, sintiendo sobre la escena, parecen pertenecer a diferentes concepciones, planos, estilos, intenciones, y lo malo es que casi nunca llegan a cuadrar, no ajustan y todo queda un poco borroso. Ese personaje que ha estado en todos los conflictos del globo terráqueo, que ha abrazado a los máximos dirigentes de todas las revoluciones y utopías del siglo XX, pero que a la vez ha olvidado a su familia, a su mujer y su hijo, es una joya escénica, pero no puede ser un monolito, debe ser un cúmulo de guiños, de profundidades, no puede quedarse en un caricatura del progresismo, del izquierdismo, de la solidaridad y el compromiso, sino que precisamente lo que tiene de absurdo, de exageración debe convertirse en la clave para entender mejor el mensaje.
Pero el contrapunto está en la mujer, que debe ser la cordura, el pragmatismo, la que mantiene el rumbo dentro del disloque aventurero y de coleccionista de abrazos de su marido perdido y que vuelve inopinadamente y que ella debe lanzar por la tapia para desembarazarse de su presencia inoportuna y que parece buscar la transmisión de la propiedad de la casa donde viven. Hay conflicto, hay muchos matices como el hijo al que vemos evolucionar, pero en esta propuesta falta cohesión, los actores principales hacen un esfuerzo, componen un personaje, pero no hay una mano que iguale, que le dote de profundidad. Creo que la dirección no ha encontrado el tono, posiblemente no se haya desentrañado el misterio textual, las posibilidades del planteamiento y el desarrollo de los personajes. Por todo ello se nos quiebra la sonrisa, nunca acaba de alzar el vuelo, permanece en una contradicción, con detalles cuidados y trazos gruesos insustanciales.
Carlos GIL


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