El show de la autoficción. Hoy puede ser mi gran noche. Teatro en Vilo
Puede parecer que nos interesan más las historias de las personas próximas, de ahora, que no las de personajes dramáticos o teatrales inventados o inspirados en la realidad. Una persona de nuestros días, que nos cuente, como en una especie de documental, su historia. Aquellos aspectos aparentemente banales que, sin embargo, acaban por resultar controvertidos.
Además, nos produce un mayor impacto, curiosidad e identificación que esa historia, en sus pormenores (fechas, nombres, lugares… detalles efímeros concretos), resulte veraz.
La supuesta verdad del relato nos pone. La verosimilitud del drama y del teatro más convencional la preferimos en el cine, con toda su gama de complejidad y alcance a través del lenguaje audiovisual. En el escenario, en vivo y en directo, parece que nos atrae más encontrar la supuesta verdad. Que la actriz nos cuente su vida, porque nuestra vida, su vida, es lo que realmente importa. Que no se exponga para representar un personaje distante a ella, creado previamente por un dramaturgo demiurgo tipo Shakespeare o Mayorga, ya no buscamos genios. Preferimos que se exponga para (re)presentarse ella misma, como creadora, para que esa exposición no sea la base de otra exposición, sino una exposición en si misma.
Todo esto aún nos emociona más si la actriz nos lo cuenta directamente, mirándonos a la cara sin interposiciones y, por supuesto, si tiene gracia y salero, que esto en el escenario siempre ha sido ingrediente fundamental.
No obstante, el relato, cualquiera que sea, real, pretendidamente inventado o inspirado en la realidad, siempre es un juego, una composición artificiosa. Tanto la historia de Hamlet, en la obra homónima de Shakespeare, como la de Nora en Casa de muñecas de Ibsen, como la propia historia de tu vida o de una parte determinada de ella, si te pones ahora mismo a escribirla o a contármela, van a ser un artificio. Un juego, una composición en la que la memoria recuerda, olvida, mezcla, inventa, adapta, versiona, substituye, minimiza, amplifica, borra…
Si la actriz que nos habla y que juega con su historia, reinventándola, nos ofrece un revival de una época reciente, por ejemplo los años 90, con sus elementos más populares, entonces el público mayor de 30 años disfrutará aún más, reviviendo sucesos y personajes de aquel momento. Todavía más si se nos muestran imágenes, vídeos, músicas y otros documentos estimulantes, para reactivarlo.
La autoficción como show más que como drama es, en cierto modo, Hoy puede ser mi gran noche, una de las últimas producciones de Teatro en Vilo (Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez), que llevó el Premio del Público de la 36 Mostra Internacional de Teatro de Ribadavia (Ourense).
En Hoy puede ser mi gran noche, la orensana Noemi Rodríguez inventa una historia sobre su padre, con los ingredientes de una especie de comedia sentimental, alrededor del pasado y la infancia, en una suerte de autoficción presentada con carta de veracidad.
El relato biográfico sigue, a grandes trazos, la fórmula, entre lo tierno y lo nostálgico, de la afamada serie televisiva Cuéntame o Aquellos maravillosos años, jugando con referencias comunes reales de los 90, que constituyen el background de una joven de un pueblo de provincias que, con el impulso del padre, quiere ser una estrella. Esas referencias tan populares de la tele y del momento social son reconocibles para el público y actúan a favor de la carta de veracidad del relato, al mismo tiempo que funcionan como guiños cómicos emocionantes.
El relato de un padre que luchó por ser alguien, desde el mundo de las orquestas de verbena y que transfiere a su hija ese sueño por triunfar y ser famosa. El relato de los perdedores y de los sueños rotos que, con el tiempo, si cuadra, se descubren como una enajenación errada. Todo esto agilizado en un monólogo escénico en el que Noemi, acompañada por su hermana Darlene, como testimonio partícipe, hace karaoke, playback y baila con hits de los 90, y nos muestra sus dotes como imitadora y show-woman.
Al final, las delicias casi melodramáticas del show se cruzan con un nivel metaficcional o metateatral, al descubrirnos en qué medida el relato coincide o no con la realidad. Pero, ya sabemos, la realidad referencial es solo una coartada, lo real son ellas, Noemi, Darlene y su show.
Lo real en escena es lo que nos atrae y el juego de la autoficción, adobado, en este caso, con la idiosincrasia orensana, es lo que nos engancha.
La gran noche es el sueño, la fabulación sobre la vida, y hoy, ese hoy de Hoy puede ser mi gran noche, es la realidad que compartimos y experimentamos en el Auditorio do Castelo de Ribadavia, el 20 de julio de 2020. Una fecha de un verano diferente. Todos los veranos lo son, pero este de la pandemia del coronavirus más aún si cabe. Nunca nos hubiésemos imaginado en un teatro con mascarillas, en butacas separadas y con personal de Protección Civil controlando los accesos y salidas, para que la gente no se apelotone. Sin embargo, ese 20 de julio del 2020 ya forma parte de un relato de la historia, un juego de nuestra memoria, de la colectiva y de la individual, con tantas flexiones y variaciones como personas.
P.S. – Artículo relacionado:
“Cuando la risa irrumpe o interrumpe el drama. 33 MITCF de Cangas”, sobre Interrrupted, el primer espectáculo de Teatro en Vilo. Publicado el 16 de julio de 2016.