Críticas de espectáculos

El somriure del guanyador/Robert Torres/Magma Teatre

Radiografía de la culpa
33 Sitges Teatre Internacional
Obra: El somriure del guanyador
Autor: Gerard Vázquez
Intérpretes: Joan Vallés, Maife Gil, Ivan Campillo, Mariana Miracle, Laura Sancho, Manel Sans
Escenografía: Ferran Torres, Elvira Cañero
Vestuario: Georgina Viñolo
Dirección: Robert Torres
Producción: Magma Teatre
Sala Aparthotel Mediterrani –Sitges- 05-06-02
Esta obra ganó el Premi Ciutat d’Alcoi del año 2001 y llega ahora a los escenarios con un reparto equilibrado y una producción media, peor apropiada a la propuesta. Una mirada desgarradora sobre la culpa, la piedad, el remordimiento, la memoria del dolor y del crimen. Un anciano ex oficial de las SS mira y remira su libro de fotos, recorta todas las noticias referentes a sus ex compañeros detenidos o muertos. Su memoria es sentimental, pero también muy política. No hay signo de culpa. Hay remordimiento por lo perdido, entre lo que se encuentra una muchacha judía con la que mantiene una relación amorosa a la que ayuda a escapar del campo de concentración. En otro plano vemos la ilustración de aquellos tiempos mozos y en otro se cruza la patética historia de una condenada a muerte en una cárcel americana que está esperando un dato que le tiene que mandar un colaborador externo para acabar de escribir su libro antes de ser ejecutada. No pide el indulto ni el perdón por haber matado a su padre, lleva catorce años esperando la hora de la muerte pública que llega sin terminar su libro.
La visita al anciano de una representante de una asociación de ayuda a los ex nazis ancianos, organización llamada “Ayuda silenciosa” es un dato fundamental que sirve para darle una contextualización a la historia principal que nos coloca en momentos ante un espejo muy negro: la piedad puede convertirse en un acto de cinismo histórico, en una manera de reconfortarse en una solidaridad cómplice aunque se intente individualizar la acción, como si fuera posible un escisión entre el individuo y lo que hace, entre el verdugo profesional y el hombre que hace de verdugo. Un profundo asunto de reflexión que en esta obra se queda sin hacer el pliego de cargos suficientemente cerrado, queda la duda, queda ese rincón oscuro en la conciencia de cada cual.
Se opta por una estética naturalista, con un texto bastante bien estructurado y unos diálogos eficaces que en su puesta en escena se queda un tanto confusa por los problemas de espacialidad y la propuesta escénica que reduce las posibilidades de diferenciar los planos en donde se sitúan las diferentes acciones, historias y tiempos.
Era un estreno, se notó falta de ritmo, pero hay calidad interpretativa y cohesión interna, hay emoción, intriga y proporciona la posibilidad de reflexionar sobre el autoritarismo, la pena de muerte, las confusiones ideológicas de nuestros días. Y toma partido incitando a los espectadores a compartir el mismo compromiso.
Carlos GIL


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