El Chivato

El Teatro Alhambra acoge el reestreno en España ‘Le pouvoir des folies théâtrales’ de Jan Fabre

El 11 de junio de 1984, con la presentación en el Teatro Goldoni de Venecia de «Le pouvoir des folies teatrales», correlato de la desmesura escénica de ocho horas de duración, presentada dos años antes, Jan Fabre y sus colaboradores, auténtica banda de forajidos, hicieron temblar los cimientos del arte escénico tal como se conocía. Ahora, cuando el artista belga ha decidido recuperar sus obras de referencia, el Teatro Alhambra reestrena en España el miércoles (6 de febrero, a las 19.00 horas) el espectáculo que el 25 de mayo del 85 convirtió a Granada en centro de atención escénica a nivel nacional. Después de C’est du théâtre… (8 horas) y Le pouvoir… (4 horas y media) nada ha vuelto a ser igual en la escena contemporánea.

No se puede hablar de Le pouvoir… (4 horas y media) sin referirnos a C’est du théâtre comme il était à espérer et à prévoir. Dos estrenos en el plazo de dos años, de dos espectáculos que han quedado como los dos momentos, a comienzos de los ochenta, en que fue posible convertir en realidad el sueño escénico de un artista plástico reconvertido al mundo de la escena, el sueño de un joven talento, de un joven visionario que estaba llamado a revolucionar el concepto de teatro tal como se conocía hasta el momento. Ese joven era Jan Fabre, tenía 25 y 27 años respectivamente y ninguno de sus colaboradores pasaba de 30.

Después de ambos estrenos en Amberes y Venecia, respectivamente, vino París, ciudad que amplificó hasta el infinito el eco de esta provocación escénica. El ‘virus Fabre’ estaba en condiciones de infectar las programaciones y el imaginario del mundo escénico más inquieto y menos conformista.

Ahora, Fabre, cuando las mayores óperas de mundo se disputan sus servicios, las grandes citas de artes plásticas —Bienal de Venecia, Documenta de Kassel, etc.— exponen sus instalaciones y goza de merecido reconocimiento, recupera ambas piezas, obras que han dado lugar a tesis doctorales, libros, videos, etc. y que han influido a infinidad de creadores de teatro y danza y, aunque el creador no se lo plantee, es el momento adecuado para realizar esta ‘operación rescate’. En estos tiempos en que la crisis devora a la escena internacional y algunos creadores se plantean dar un paso atrás en su apuesta artística como medio de supervivencia, nada mejor que recuperar un tónico teatral para recordar que no podemos ceder al recorte de nuestro imaginario al que al parecer estamos abocados.

Así pues 4 horas y 30 minutos sin descanso, en las que todo ocurre en la repetición excesiva, en la radicalización de los actos (respirar, soplar), el pánico de los sentidos, el agotamiento de los cuerpos (para los intérpretes) y de la mirada (para el espectador).

Más allá de la fatiga el hastío, el enfado epidérmico. En cerca de cinco horas tenemos tiempo de irritarnos, seducirnos, fascinarnos, escandalizarnos y volver a fascinarnos. Nos saldremos una vez, dos veces, tres veces pero siempre volveremos a la sala y al final, el recuerdo de esta propuesta excesiva lo barrerá todo y quedará grabada en nuestra memoria.

Como la de Bob Wilson y Kantor la formación de Fabre es la de un artista plástico y como en ellos su inspiración hay que buscarla más en Duchamp que en Brecht. En efecto, Fabre no oculta sus filiaciones.

En El poder de las locuras del teatro la relación de teatro y pintura es omnipresente. En el escenario, sobre el telón de fondo se proyectan cuadros de Miguel Ángel, Ingres, David, Fragonard, etc. Las pinturas evocan tanto el teatro como la vida real y evocan, en su mayor parte, acontecimientos heroicos o mitológicos. Estamos ante una ‘performance’ eminentemente histórica en la que Fabre nos desvela los principios del poder. La preparación física de los actores es puesta a prueba constantemente.

La uniformidad de los movimientos y del vestuario se ha concebido para borrar todo signo de individualidad. Órdenes y sumisión dominan cada escena. Y es a través de esta violencia, o quizás gracias a ella, como llega a emerger el poder de un nuevo teatro.


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