El teatro en Guatemala
Al cerrar el año, pienso en el teatro y en su fuerza para transformar vidas: recuerdo cómo irrumpió en la mía y que, desde entonces, se convirtió en mi forma de entender y habitar el mundo.
Hace 17 años no sabía que existía el teatro. Nunca le escuché ni le vi. Nunca me llevaron a ver una obra por parte de la escuela y tampoco ningún familiar estaba ligado al oficio, como suelen ser algunas anécdotas de compañeros y compañeras. Ahora es mi cotidianidad y lo que ronda mis pensamientos.
Irrumpió de golpe, dándome otra perspectiva, otra salida, deshaciendo conflictos que ni siquiera sabía que tenía. Fue como hacerme girar la cabeza hacia otros lados para ver lo que no veía que existía. Y al voltear la mirada, empezó a disiparse una especie de niebla que no me dejaba ver la realidad que vivía, empecé a hacerme preguntas sobre la vida, me di cuenta de que había muchos nudos de resistencia que debía trabajar. Así empecé a caminar mi camino en donde el teatro es un abismo limpio en el que me voy a encontrar.
Después de 17 años he ido comprendiendo y reafirmando que hacer teatro se trata de reconocerlo como parte de la vida misma. Es poner el cuerpo para el teatro y en el teatro, ponerlo desde los hábitos cotidianos hasta un entrenamiento físico-vocal-interpretativo; desde pensarlo y escribirlo en forma de proyectos o ideas por hacer, hasta llevarlo a la práctica creativa o formativa; desde el aprender, hasta el compartir los conocimientos para provocar que siga germinando; desde admirar como público en una sala, hasta tener la responsabilidad ética y estética para hacerlo/presentarlo; desde ejercerlo, hasta dialogarlo y registrarlo.
Haciendo y estudiando aprendí a pensar en lo colectivo, porque creo que es así como se construyen relaciones (cuerpo con cuerpo/espacio/palabra/tiempo) mucho más fuertes y eficientes, y es en la construcción de la relación que se puede transgredir la herencia de la violencia y el abuso de poder/autoridad, porque se repiensa y se resitúa el rol de cada uno/a en el oficio. La dirección ya no está más ligada únicamente a los hombres, ni la dramaturgia, y las actrices ya no son solo los personajes sexualizados y objetivados, y las culturas y la diversidad ya no son el motivo de chiste o burla. La historia empieza a contarse/escribirse desde otros espacios y sentires, a modificarse las herencias para dejar nuevas prácticas y formas de relacionarse con el entorno y el territorio.
El teatro puede ser una excusa para tomar decisiones encaminadas a ser más humano, más sensible, más justo, más orgánico. Y lo poderoso de esto es que, siendo parte del teatro, también se puede hacer girar la mirada de otros/as hacia los lados, hacia las periferias. Con un gesto, una palabra o una idea, se puede provocar otra manera de ver/comprender/sentir el mundo, otra forma de caminar u otros caminos posibles para andar. Por eso es importante ser consciente del teatro que se hace, de dónde se hace y a quién y de qué manera se le ofrece. Es necesario entender el teatro no como puro espectáculo, sino como una experiencia humana desde sus múltiples lugares de acción, formación y reflexión.
Dialogar sobre teatro es dialogar sobre las posibilidades de la vida. Juan Mayorga
El teatro ha sobrevivido a los cambios, las guerras, la violencia, los desastres y las enfermedades. Sigue provocando la risa y el llanto en un mismo espacio, recordando que hay conductas que cambiar, heridas que sanar, e historias que retomar para reescribirlas manteniendo la verdad frente a las mentiras, proponiendo dudas y permitiendo transicionar a otros mundos posibles y a otros estados de conciencia.
En Guatemala las artes escénicas sobreviven a la precariedad. Precariedad reflejada en las casi inexistentes salas de teatro y espacios de ensayo/creación en donde las que existen no tienen las condiciones ni de infraestructura ni humanas para existir; en la pésima formación académica con pensum no actualizados y con profesores y profesoras no aptos/as al puesto pero sí aptos/as para perpetuar un sistema mediocre de compadrazgos y beneficio personal que no atiende pero sí respalda el acoso, abuso de poder y el fracaso al que dirigen sus instituciones y por ende, el fracaso de las artes escénicas en el país; en las inexistentes ofertas laborales para los gremios; en el nulo respaldo y falta de garantías laborales y de derechos humanos por parte del gobierno no solo para los/as artistas, también en cuanto al acceso al arte y la cultura para toda la población.
Y sin duda, esa precariedad se ve reflejada también en las pocas propuestas escénicas que además de ser pocas, responden más a necesidades económicas de sobrevivencia que a las posibilidades de provocar experiencias. Eso quiere decir que la mayoría de las piezas escénicas son comedias que aún reafirman conductas machistas, homofóbicas y racistas; musicales mal copiados de trabajos internacionales; shows de programas infantiles televisivos; y propuestas amateurs sin principios éticos ni estéticos vendidos y presentados como propuestas profesionales.
Pero el teatro en Guatemala, el de la periferia, el que no tiene respaldo ni apoyo, el que sucede por necesidades más humanas y sociales, el que busca ser experiencia y convivio, no es solo resistencia, es una trinchera desde donde se reimagina la realidad. Y quizás ese sea el reto para el próximo año: transformar la precariedad en acciones colectivas y trabajar con el público como un agente activo. Por eso es preciso recordar cada día – porque ahí reside que el teatro forme parte de la vida- la responsabilidad que existe y exige el ser y hacer teatro.
Lo escribo como un recordatorio de las precariedades a las que estamos expuestos/as, para que, aunque injusto, desde ahí, veamos que es posible construir oportunidades y transformar las realidades. Provocar cambios en las vidas de las personas es algo que sucede inherentemente, pero en quienes se dedican al oficio depende de una colectividad que busque formar desde otras metodologías, abrir espacios para pensar/ hablar/ escribir/ investigar/ documentar el teatro y la historia.
Es necesario entonces, afianzar alianzas para exigir políticas laborales y para incidir en los espacios académicos haciendo visible las necesidades del sector desde el sector mismo.
Es necesario para intentar avanzar, tener conversaciones incómodas sobre el teatro.
Es necesario escribir sobre el teatro y para el teatro.
Girar la mirada. Avanzar. Transformar. Incomodar