El Teatro en Puerto Rico en GRAVE crisis, por Roberto Ramos-Perea
El reciente fallecimiento de nuestra querida primerísima actriz Lucy Boscana, (mami Lucy para los que fuimos sus hijos), como secuela de varias pérdidas insustituibles en la memoria de la historia teatral de nuestro pueblo como la de los actores Luz Minerva Rodríguez, Ernesto Concepción y Víctor Arrillaga, nos obliga a la reflexión de los destinos de nuestro arte. El reciente fallecimiento de nuestra querida primerísima actriz Lucy Boscana, (mami Lucy para los que fuimos sus hijos), como secuela de varias pérdidas insustituibles en la memoria de la historia teatral de nuestro pueblo como la de los actores Luz Minerva Rodríguez, Ernesto Concepción y Víctor Arrillaga, nos obliga a la reflexión de los destinos de nuestro arte. Nadie sabe por qué estas ausencias siempre obligan a revaluar. Y aún cuando por más natural que pueda parecernos su partida, no escapa a la conciencia el hecho de que nuestro teatro se ha sostenido por el empeño y el coraje de esta raza de inmensos actores. Eran otra clase de actores, criados en otros tiempos de sacrificio, de disciplina, del telón que se levanta o de la escena que se filma no importa lo que suceda. Pero nosotros, los de una generación distinta no hemos cumplido el deber -o tal vez solo a medias- de agradecer suficiente lo que este sacrificio nos lega. Sé que puede parecer que basta el homenaje póstumo, el agradecimiento, el llanto de nuestro corazón partido de dolor por la ida del amigo, del maestro… pero tenemos un deber mayor que éste. Encarar, como ellos lo hicieron, los malos tiempos. Esto es, con valentía, entusiasmo creador y coraje rabioso contra la injusticia. Estamos en malos tiempos para el teatro. Es más, diré yo, que está muriendo en un ayuno fatal. También el teatro es víctima de los amagos de recesión que azotan la economía mundial, pero esto es solo una marca de cotejo en una larga lista de sucesos que debemos considerar. Primero, establecer que existe la crisis y dónde se nota claramente: 1) Existe una crisis en el teatro puertorriqueño porque los subsidios de producción han mermado, en los últimos cinco meses, casi hasta su desaparición. Ningún Gobierno asume la responsabilidad del eterno déficit cultural. Se persiste en la idea de que el Teatro se puede autosolventar. Nada más lejos de la verdad. El teatro en Puerto Rico, y estoy seguro que en ningún lugar de América, puede funcionar sin incentivos gubernamentales. Y es responsabilidad incuestionable del Gobierno respaldar económicamente las muestras culturales de su país. 2) Porque el cambio del gobierno del PNP al PPD propuso una cuarentena de decisiones, de otorgaciones y nombramientos que mantiene en vilo ya, por más de cinco meses, una industria que vive día a día. Esta incertidumbre de la nueva política cultural del estado no incita a la producción teatral, sino por el contrario, la mantiene en espectativa, en decepcionada incertidumbre. ¡Tantas veces que el silencio de un gobierno es peor que su represión! No quisiéramos pensar que esto sucede con el Gobierno actual. 3) La carencia de teatros es apabullante. De 17 salas que existían hace apenas cinco años, hoy quedan escasamente 6 disponibles y cada día más caras. El 30% de una subvención para teatro, se la come el alquiler de una sala. El Gobierno anterior malgastó cientos de miles de dólares en la restauración del Teatro Matienzo y ahora no hay dinero para terminarlo. 4) La crisis ha culminado cuando los procesos de otorgación de subsidios no sólo se han complicado, sino que en ocasiones funcionan en contra del mismo peticionario. Esto lo explicamos más adelante. 5) El público ha mermado en casi un 50% de asistencia. Compañías que realizaban producciones que hace menos de un año abarrotaban las salas, hoy no llegan al 30% de cupo. Los sistemas de mercadeo suben estratosféricamente sus tarifas. Una pulgada de periódico cuesta hoy lo que cuesta el salario de un actor. 6) Legislaciones onerosas y absurdas como la Ley de descuentos para envejecientes que concede un 50% de descuento del boleto a mayores de 65 años, y que se los concede gratis a los mayores de 70 en los teatros del Estado, -sin que dichas deducciones se vean retribuidas por el estado en rebajas de costos de alquiler, o mayores subsidios, o mejoras a los teatros-, es más que una burla un insulto a la producción teatral del país. Otra Ley absurda es la Ley del Colegio de Actores, que tiene dos fallas fundamentales que no habrá enmienda que pueda corregir: 1) es inconstitucional. Ninguna ley puede prohibir el derecho de la libre expresión y esta Ley impone un proceso de licencia y un impuesto sobre el arte de la actuación. Segundo, la ley es absolutamente discriminatoria porque solo incluye a los actores de teatro, mas no así a los de televisión, cine, radio y publicidad. Sume a todo lo dicho antes el hecho de que en Puerto Rico el teatro como industria no subsiste sin la ayuda del estado. Las tres fuentes principales, están en grave crisis. La primera fuente en crisis lo es la Oficina de Fomento Teatral del ICPR que en este momento está dirigida por el Sr, José V. Martínez, activista militante del PNP, quien lleva en esa oficina, en diferentes puestos (bien como director o subdirector cuando el PPD está e el poder) desde 1980. Es decir, que el Sr. José Martínez ha repartido la política pública del teatro por más de 20 años, casi tanto como don Francisco Arriví, su fundador. Es por todos conocido que este señor ha manejado dicha oficina a su antojo, a su discreción y siguiendo sus inclinaciones en pro de aquellas compañías que él desea subvencionar, sin que medie en estas decisiones, un criterio de selección artístico que permita el libre desarrollo de un arte. Basta de ejemplo y prueba el festival de Teatro Puertorriqueño. Aparte de las obras de Abniel Marat, qué otro dramaturgo representativo de nuestro país puede decir que ha sido fomentado de manera continúa (como lo fueron Marqués, Arriví, Rechani, Méndez, Casas y Sánchez) en su desarrollo por el ICPR? ¿Cuándo fue la útlima vez que se subvencionó una obra de Carlos Canales, de Ramos-Perea, de Angel Amaro y se les dió a ellos el dinero para que seleccionaran un productor y no a un tercero? ¿Por qué no se subvenciónó la última obra de Ramos Escobar, dramaturgo de reconcidísimos méritos y de calidad intachable en este país, cuando este sometió su obra al festival pasado? ¿Puede la Oficina de Teatro Explicar con criterios artísticos porqué no se le dió dinero a Ramos-Escobar para su obra? ¿Puede la Oficina de Teatro del ICPR contestar por qué en las últimas funciones del Festival de Teatro Puertorriqueño había más gente en el escenario que en la platea? Somos del parecer que este señor Martínez es enemigo jurado de la dramaturgia puertorriqueña y de los escritores de teatro que no le son simpáticos a su ideología anexionista pues con sus prácticas ha impedido el desarrollo de dos generaciones de dramaturgos, reduciendo el Festival de Teatro Puertorriqueño a la miserable muestra de aquello que él escoge. Durante años, ha escondido sus decisiones tras supuestas “juntas asesoras” cuyos nombres nunca quiere decir. ¿Cuáles son los estudios y la experiencia de este caballero en el quehacer teatral del país? Ninguna. Es decir, que luego de veinte años, el estado ha mantenido -a cuenta de ser empleado de carrera – a una persona que a manipulado a los directores nombrados y que no está capacitada ni para saber que puede ser “una buena obra de teatro”. Sin embargo no todo es política en el ICPR y hay dos lugares allí que toman buenas decisiones porque respetan a sus juntas de selección. El Proyecto de Subvención Básica para la Artes y el Fondo Nacional para el Financiamiento del Quehacer Cultural ayudan a las compañías pequeñas con subsidios, que si bien no sobrepasan los 10,000 sirven muy bien a la pre-producción. La Segunda fuente en crisis: El Departamento del Trabajo y Recursos Humanos tomó -sin ser suya- a la obligación de sostener la industria del teatro en los últimos cuatro años a través de su Programa de Incentivos Salariales. Se repartieron subsidios generosos y otros no tanto- entre las más importantes compañías teatrales del país. Este subsidio generó muchísimos empleos y una bonanza en nuestro arte que hasta este momento parecía inconcebible. Las estadísticas del Archivo Nacional de Teatro reflejan que en 1998, 1999 y 2000 se estrenaron en Puerto Rico más de 300 espectáculos cada año. Aproximadamente un 45% por ciento de ellos obtenían fondos de ADT. No es menos cierto que algunos productores también hicieron mal uso de esta estupenda oportunidad, pero su falta fue pagada por todos por igual, pues antes del cambio de gobierno las subvenciones fueron reducidas al mínimo posible -un mínimo que no garantizaba ni un 10% de los costos de producción. ¿Pero nos podíamos quejar porque ADT tomara en sus manos una labor que correspondía al ICPR? Ahora, con el cambio de Gobierno dichas subvenciones fueron detenidas para revaluación. Los formularios se complicaron de tal manera, que ha habido productores que en llenando los mismos se sienten como ladrones. La sospecha del Gobierno para con la actividad artística es injustificada. Las complejidades a que tienen que ser sometidos los productores sólo son comparables y aceptables si la industria del teatro fuese en su naturaleza igual a la de los textiles o la agricultura. El teatro por su propia naturaleza, no reúne todos los requisitos de una industria común y lamentablemente, entre los que evalúan dichas propuestas, no hay expertos teatrales. Pero pedir a una compañía teatral que tenga empleos permanentes, un certificado de Patente Municipal o una certificado de no deuda del sistema de choféres es casi un absurdo. Con el nuevo llamado a propuestas que terminó la pasada semana, esperamos que se vuelva hacer justicia con el teatro y el año que se avecina pueda multiplicar los beneficios a una industria que tiene más de 5,000 empleados de manera constante en Puerto Rico. La tercera fuente: Los donativos legislativos por igual, ponen al teatro a competir con centros de salud o centros de cuido de envejecientes que ciertamente tienen más prioridad. La vida es más prioritaria que el arte y en eso no hay discusión. En tanto, es una generosidad que hay que aceptarla como viene, poca, mucha o ninguna. La falta de gobierno de una política definida en favor del teatro y del cine, es muestra de que este nuevo gobierno tiene mucho por hacer. Los cineastas están peleando lo suyo y tienen amplio terreno ganado. Los teatristas no hemos peleado nada, porque si vamos a pelear por fondos para que estos sean distribuidos por la discreción de José Martínez o funcionarios como él, mejor que no nos den nada. SIN EMBARGO, tras cinco meses de nuevo gobierno no hemos visto ningún movimiento sobre la cultura, bien porque tiene asuntos más imperiosos que atender como el caso de Vieques, o bien porque los reglamentos de las Juntas impiden que se remuevan los que el PNP aún mantiene allí. Se supone que en Julio esta situación cambie. Y que la política pública hacia el instituto revolucione el quehacer teatral y saque del estancamiento que ha sufrido por 20 largos años. Hemos lanzado el nombre del dramaturgo Carlos Canales, funcionario público y artista muy capacitado, como candidato a ocupar el puesto que el Sr. Martínez y su ayudante cómplice Rafael Cruzado, tienen que dejar vacante en el mes de Julio para ser transferidos a otro lugar donde no tengan nada que ver con el teatro. El dramaturgo Canales goza ya de un amplio respaldo entre autores y productores para ocupar este puesto. Otras causas de esta grave crisis como las rencillas personales y envidias, la censura política y religiosa, la falta de perspectiva histórica y crítica del oficio que hacemos, la ausencia de una crítica periodística respetable y respetada, la falta de apoyo de algunos medios masivos de difusión, la desmesura por el dinero que obliga a la producción de obras sin valor artístico alguno, en fin, son muchas las causas que por falta de espacio -y no aburrir- no podemos discutir. Nos queda la esperanza en los grupos independientes, en el Ateneo, en los grandes maestros de la producción teatral que mantienen viva la llama y el ejemplo a los que ahora se lanzan a ese empeño… porque hay teatro, estupendo teatro en el entusiasmo de los jóvenes y los establecidos. Paco Arriví gritó muchas veces “¡que no muera el teatro!”… yo sostengo que aún cuando esté muerto, como ahora, es hora ya de revivirlo.