Un cerebro compartido

El teatro postdramático y el espectador

El teatro postdramático que he aprendido del Postdramatisches Theater de Hans-Thies Lehmann, habla de conceptos fundamentales para comprender cómo hemos llegado a ciertas estéticas teatrales partiendo de una sólida y duradera tradición dramática. Hans-Thies Lehmann confecciona un discurso que presenta una práctica teatral que se basta y se sobra a sí misma, un teatro contemporáneo en el que el texto ha dejado de ser el centro tanto del proceso creativo como del propio concepto de teatro para pasar a ser sencillamente un elemento más. Si se piensa, las consecuencias son asombrosas, entre ellas, una estética que conscientemente se separa radicalmente de la mímesis dramática y que busca la acción autorreferencial. 

 

Algo que llama la atención, es que, por más que pueda pensarse lo contrario, la propuesta de Lehmann se sigue enmarcando en estéticas teatrales y no performativas, una estética liberada de la recreación de la realidad pero que no alcanza a los desarrollos del performance. Lehmann describe una nueva forma de teatralidad y aunque las estéticas posdramáticas del espacio, el tiempo, el cuerpo y los medios pueden aplicarse al arte de la performance, son campos de desarrollo distinto. El discurso posdramático, pese a extenderse más allá de los límites del teatro, pasa intencionadamente por alto el rol del espectador, y eso, para mí, es inaudito. Una piedra angular del binomio teatro–neurociencia es la teoría que nos permite abordar un estudio de la psicofisiología de un espectador en el transcurso de una representación, saber cuándo y cómo tiene episodios de atención y/o emoción, y en el teatro que propuso Lehmann hace ya unos años, es difícil llevar a cabo este estudio concreto ya que la práctica de estas estéticas recurren a técnicas psicológicas y sociológicas que trascienden la teoría sobre teatro. 

Quizá podría hacerse un tratamiento menos radical y decir que el discurso de Lehmann propone un cambio de mentalidad que incluye al espectador pero de manera explícita, porque el que propone, no deja de ser un teatro para ser experimentado. Aún así, deja el estudio del espectador a otros. En esta columna llevo tiempo defendiendo la importancia del espectador para definir el teatro como un espacio de comunicación bidireccional en el que el espectador (activo) devuelve al escenario una energía necesaria que el intérprete recoge, procesa e incorpora, acaso de manera inconsciente, generando flujos de información dinámicos, vivos; la homeostasis social que definió tan acertadamente Antonio Damasio. Fischer-Lichte, llamó co-actores a los espectadores, yo prefiero llamarlos espectadores- intérpretes pues no dejan de ser receptores de un trabajo. Sea como fuere, lo fundamental para la estética posdramática es la elaboración de una teoría en la que la atención en todos los elementos creativos sea conjunta; ya sea el autor, la directora, los intérpretes, escenografos o espectadores, todos tienen el mismo peso. Tampoco es un planteamiento nuevo, algo similar propuso Wagner con su Gesamtkustwerk al referirse a la creación escénica frente a la estética operística reinante en el panorama romántico de la Alemania del siglo XIX en la que implantó un tipo de obra de arte que integraba las seis artes que Wagner asumía que integraba la tragedia griega. Donde Wagner fue crítico acusando a la ópera de su tiempo de centrarse en argumentos vanos con música subordinada al texto y lucimiento de los solistas, Lehmann propone una igualdad estética en el estudio del teatro quitando el foco sobre la dirección, los intérpretes o los espectadores y dando a todos los elementos el mismo peso creativo dejando el estudio de la singularidad del espectador a otros.

El Teatro posdramático visto así, es más una reflexión sobre nuestro tiempo y los esquemas de pensamiento multidisciplinares que un estudio sobre la propia teatralidad. En sus presupuestos, los límites del proceso representacional se diluyen y el teatro se universaliza… Yo creo que por eso seguimos hablando de posdramatismo aunque este no hable del espectador.


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