Escritorios y escenarios

El teatro que sana

Hace dos meses, creo, el mismo día que tuve que hacerme la prueba del Covid, y pagar un precio muy alto por tener los resultados en menos de 24 horas, fui jurado de un trabajo para optar al título de Licenciada de Artes Escénicas. Se trataba de una investigación-creación que, a través del ritual, estudiaba las posibilidades del teatro como herramienta de sanación. Y para entender los alcances de esta propuesta la estudiante ensayó la hipótesis consigo misma. Decidió sanar la mala relación con su madre, partiendo de un supuesto: antes de ayudar a otras mujeres, porque se quiere dedicar a ello, necesitaba comprender y comprobar las implicaciones del proceso de limpiar las heridas que la existencia nos va dejando en la psiquis. A mí esa investigación me movió los huesos.

 

Realmente no sabría decir con exactitud por qué durante mucho tiempo, yo, Manuela Vera, había extirpado de mis pensamientos la idea de hacer del teatro un proceso de sanación. Creo que tiene que ver con el afán de legitimar al teatro como un fin en sí mismo, y esta forma de pensar se transmite mucho en el gremio. Pero, ¿cuál es el problema de que el teatro tenga otros usos? Y, de todas maneras, traigo a colación que, en la antigüedad, el teatro suponía divertir, conmover, educar, pero sobre todo purificar, limpiar, depurar. 

¿Qué significa que el teatro sea un fin en sí mismo? ¿Acaso el teatro no está relacionado con la sociedad y, por lo tanto, no debería estar en función de ella, a su servicio? Y si la sociedad está enferma, o si sus malestares se han agravado, ¿por qué no permitirle al teatro que nos re-establezca?

Es más, ¿cuál es el problema de que las artes se pongan al servicio de otras causas, pero, en particular, de una causa tan importante como la de sanar nuestros dolores? ¿Acaso hay alguien que no esté roto? ¿Hay alguien que no tenga sentimientos grises, nubosos, apocalípticos, frente algún evento de su propia historia?

Hace un par de años me obsesioné con el impacto psicológico que genera el “realismo capitalista” en las personas. Y ahora he notado el impacto psicológico que la pandemia nos ha traído, así como la huella emocional que va quedando en quienes vivimos en Colombia. A mí estos temas me intrigan, me apasionan. Además, considero que la curación de la ansiedad, del dolor, de la rabia, de la tristeza es una misión importante. Y es poderoso que el arte teatral logre, incluso, ofrecer alguna medicina. 

Fui testigo de cómo la estudiante en cuestión enfrentó su dolor y se re-educó completamente aferrándose, exclusivamente, a la fuerza del teatro, de la expresión artística. Se curó. Superó sus demonios. Sanó la relación con su madre. La oscuridad desapareció. No fue fácil, pero pudo. Y ahora está lista para ayudar a otras.

Por cierto, la prueba Covid dio negativo.

Domingo 22 de agosto de 2021


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