Un cerebro compartido

El teatro y la Enacción

La enacción es una de las cuatro E que se están presentando en esta serie de columnas para hablar de la cognición. Enaccionar se entiende como la puesta en marcha de procesos cognitivos del agente con su entorno a través de interacciones de sus bucles sensorimotores presentando, por un lado, una relación cercana entre percepción y acción y, por otro, una continuidad entre las propiedades de la vida y de la mente. Vale. Dicho así parece más un galimatías que otra cosa, pero creo no es complicado entenderlo. Lo traduzco a un entorno de representación teatral para intentar aclararlo.

En cuanto al/la intérprete: unir enacción a la palabra cognición significa asumir que, desde el escenario, el trabajo del/la intérprete pone en marcha procesos sensoriales (la capacidad de obtener información de los sentidos; tacto, movimiento, olfato, gusto, visión y oído) que presta al personaje y que se combina con la información previa almacenada en su cerebro como recuerdos reales o ficticios para generar una respuesta motora significativa (acciones). Es una unión entre percepción y acción en base al entorno escénico, una gestación del por qué, que provoca cómos. En cuanto al/la espectador/a unir enacción y cognición supone entender que desde el patio de butacas estamos experimentando una re-presentación teatral en el sentido de que personalizamos lo visto, hacemos propia la presentación y la repetimos gracias a los procesos sensoriales (visión y oído y movimiento en menor medida casi siempre involuntario) que percibimos del personaje/intérprete ¿Y por qué re-presentamos? Porque en nuestro cerebro de espectadores tenemos almacenada suficiente información para “entender” que se está tratando de contar, algo que genera una repuesta motora cerebral a través de un grupo neuronal conocido: las neuronas espejo. Es un unión entre percepción y acción (solo cerebral, por tanto, una en la que se inhibe la parte motora) en base a la propuesta escénica. Un entender el por qué, que genera entender el cómo.

De esta manera, desde un punto de vista enactivo, se podría afirmar que la cognición es un proceso de toma de sentido. Bien sea para intérpretes o para espectadores, damos sentido al entorno a través de nuestras particularidades físicas y nuestras experiencias. Esto influye en nuestra percepción de los objetos y entornos que para los intérpretes se presentan y predisponen para ser tratados como fuente de posibilidades de acción, conocidas en la filosofía de la percepción como affordances. Para los espectadores esto supone lo que se lleva diciendo tiempo desde esta tribuna: no existe una representación teatral para un grupo de espectadores, lo que existe es un grupo de representaciones teatrales para cada individuo con un único origen: la escena.

Puedo entender que para un teatrero/a estos conceptos puedan parecer ajenos e incluso difíciles, pero si se razona no lo es tanto. Es como decir que a mí no me gusta el helado de pistacho y a ti sí porque en nuestro cerebro el sabor del pistacho no está grabado de igual forma. Y si, además, resulta que el/la vendedor/a de helados me gusta o me disgusta, que el sitio me es agradable o desagradable, cualquier variable que se ocurra, va a trabajar sobre nuestra percepción del sabor o en lo que se nos ocurra hacer con el helado. La enacción es algo así. De verdad que esto de saber cómo nos afecta algo o somos capaces de afectar con nuestras acciones y comportamientos es fascinante y su estudio debería ser mandatorio para los que nos dedicamos, precisamente, a transformar/nos mediante el arte.


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