El valle de los cautivos/Pedro Martín Cedillo/Paco Vidal
La memoria no se entierra
Nos recordamos de las fechas de la guerra civil, del franquismo, de unos eventos de esta época, pero a menudo son como los marcos de los cuadros vacíos o como antiguas fotos borradas por el tiempo. Queda la Historia con fechas, cifras de los muertos, de los deportados, internados en los campos de concentración, de trabajo forzado.
Una legión de muertos en las batallas, asesinados, fusilados en los pueblos, tirados en las fosas comunes, las personas anónimas sin rostro, sin nombre, sin historia.
Hoy en la época de la ignorancia, del olvido, de la indiferencia, cuando el silencio de estos muertos anónimos esta aún más aplastado por la algarabía de versiones contradictorias, se necesita más que nunca resucitar la memoria de estas personas, ponerles la voz y las caras, contar sus historias.
El teatro más que cualquier otro medio es el espacio en que los muertos convocados pueden tomar la palabra, poner en plena luz las enigmas de sus historias y los acontecimientos ocultados o falsificados de la grande Historia.
Varios autores en las últimas décadas como José Ramón Fernández, Laila Ripoll, Raúl Hernández Garrido, Pedro Martin Cedillo y otros, algunos por motivos personales, se dedican a esta problemática.
En El valle de los cautivos, Pedro Martin Cedillo, a través de la historia de su abuelo Lázaro Cedillo, preso en el campo de trabajo de Cuelgamuros (Valle de los Caídos) rompe el silencio sobre lo que ha pasado allí entre 1942 y 1959 cuando el mausoleo del Valle de los Caídos fue inaugurado por Franco.
Una obra potente en que Pedro Martin Cebillo pone esta historia en la perspectiva de los mitos griegos y bíblicos y de la memoria colectiva de las barbaries en la historia de la humanidad.
La acción del Valle de los cautivos se mueve de manera cronológica, del cementerio de la Almudena entre el 2 de octubre y el 2 de noviembre de 2002, en el campo de trabajo forzado de Cuelgamuros en el Valle de los Caídos entre el 16 de junio de 1942 y el 29 de julio de 1949, y en México en 1951.
Javier, un hombre joven que escribe un artículo sobre el campo de Cuelgamuros , donde murió su abuelo Lázaro Cedillo, ha hecho una entrevista con un antiguo preso del campo, Saturio Soriano, quien se ha suicidado 15 días después de la entrevista. En el cementerio, frente a la tumba de Saturio encuentra una anciana Segunda, la mujer de Saturio, los dos no saben que sus historias se cruzan. Ella viene todos los días velando la tumba de Saturio, el viene unas veces para encontrarla. Aprovechando del descubrimiento de las cartas escritas por Lazaro durante años Javier y Segunda, poco a poco, descubren lo que ha pasado en el campo de Cuelgamuros : como Lázaro y Saturio fueron condenados, como sus destinos se han cruzado y como Lázaro tomando la identidad de Saturio quemado en la explosión, huido en México.
«Somos herederos de estos horrores y barbaries de lo que han sufrido de sus silencios» -dice Pedro Martin Cebillo.
«Javier es un hombre del siglo XXI que debe volver la vista atrás para encontrarse a sí mismo. Necesita entender la historia de sus antepasados para construir la suya propia. Necesita enterrar a sus muertos para seguir delante.»
Pedro Martin Cedillo articula su obra sobre el tema de la doble transmisión de la memoria: de aquellos tiempos y del conocimiento. Para enterrar a los muertos se necesita desenterrar la memoria.
Saturio, un joven profesor, condenado a 8 años y un día de trabajo forzado en el campo «encadenado cual Prometeo por el deseo de llevar el conocimiento del fuego a los hombres» enseña a Lázaro a leer en la Biblia, el único libro que existía en el campo, y le transmite su conocimiento de la literatura. Y más, el último legado de Saturio muerto a Lázaro es su libertad. Habiendo recuperado las gafas de su amigo y así confundido por las guardias con Saturio quien ha acabado su pena, podía irse.
En el espectáculo seguimos la búsqueda de Javier de la verdad sobre su abuelo Lázaro Cedillo preso en el campo de Cuelgamuros.
En la trama dramática se alternan las escenas del presente, en el cementerio con las en el campo que tienen como protagonistas los dos presos: Lázaro Cedillo y Saturio Soriano y en algunas escenas el guardia, un bruto cínico, tuerto, llamado Ciclope.
A través de la historia de la amistad de Lázaro y de Saturio, aterrorizados, humillados por Ciclope y otros presos, pasando hambre, pero también soñando de la libertad, de una nueva vida, aparece el horror de la vida cotidiana en el campo, la opresión inhumana de las guardias.
Paco Vidal traspone en el escenario este universo de la memoria en un especio vacío en que solo la iluminación cree las ambientes y las situaciones. Un espacio donde la imaginación del espectador opera con toda la libertad. No necesitamos más.
La fuerza del texto y de los actores son suficientes para arrastrarnos totalmente en esta historia.
Los actores excelentes, Noelia Tejerino interpretando magistralmente a Segunda y a Rosa, son dirigidos de mano maestría de Paco Vidal.
Ningún efecto inútil en la expresión de los sentimientos, del sufrimiento, del dolor, una gran concentración e interioridad que nos captan y nos emocionan totalmente.
Un espectáculo excepcional a la vez por su gran fuerza y gran cualidad teatral y sobre todo por la visión poética y cruda que da, a través de los destinos particulares y en el mismo tiempo emblemáticos, de la parte poco conocida de la post guerra civil.
Irène Sadowska Guillon
Obra: El valle de los cautivos – Autor: Pedro Martin Cedillo – Intérpretes: Noelia Tejerina – Segunda / Rosa, Marcos Toro – Javier, Francisco Vidal – Saturio Anciano, Fernando Escudero – Lazaro, Sato Diaz – Saturio, Fran Cantos – Ciclope – Dirección: Paco Vidal – En el Teatro Luchana en Madrid, El jueves a las 20 h