El veintitrés
El 22 es un número bonito. Los dos patitos. Aunque, si los miras bien, parece que van hacia atrás en vez de ir hacia adelante. Ir hacia atrás es una indicación espacial, pero, no sé muy bien por qué, también me hace pensar en ir hacia el pasado. Eso no es avanzar, sino retroceder y esto no tiene muy buena prensa. Queremos avanzar. Queremos ir hacia adelante, aunque, luego, no nos guste envejecer. Anclarse al pasado o retroceder no mola.
La cuestión es que cuando veo a los dos patitos del 22 ir hacia atrás, en el espacio, acabo por asociarlo a un retroceso. Es como si no pudiese entender el espacio sin el tiempo. Curiosamente, sí que soy capaz de concebir el tiempo sin el espacio. Por ejemplo, cuando recuerdo alguna escena, el espacio ahí, en ese viaje, se desdibuja o surge como otro espacio diferente al que habito en el presente. Aquel sitio.
También es curioso que, sin embargo, en aquel lugar del pasado que aparece ahora, el recuerdo, la escena, se convierte en presente. De tal manera que el tiempo pasado acaba por ser tiempo presente y el espacio y la acción de la escena recordada, vivida en el presente, se transforman en una ficción. Se trata de una representación.
De repente, se solapa el presente cronológico y el espacio en el que estoy, aquí y ahora, con el espacio que surge en mi mente en el que revivo, de nuevo, aquella escena. A veces la escena revivida, representada, su espacio y ese darse en el presente, usurpa, de manera absoluta, el momento y el lugar actual en el que estoy, en el que estaba, porque, virtualmente y efectivamente, ya estoy en otro lugar y en otro tiempo, al revivirlos (representarlos).
¿Y ahora, en el 23? ¿Por fin ya estamos en el futuro? ¿Qué sucede con el futuro? Porque no es una dimensión que se pueda recordar y representar. ¿Será cuestión, entonces, de soñarlo? ¿Qué habíamos soñado para el 23?
Lo estamos empezando y el panorama es el que es. Esto, sin añadir nada más, nadie me lo puede negar, jajaja… El panorama es el que es. Si lo empiezo a describir, entonces ya podemos disentir, porque describir el presente, el momento actual, es construir otra ficción. Igual que recordar, revivir y representar. Así que describir o contar lo que estamos viviendo, incluso lo que parece más objetivo, eso que denominamos información periodística, resulta una ficción.
Escribo, por ejemplo, que la crisis económica, la inflación, derivada, ahora, de la guerra de Ucrania y de las consecuencias de la pandemia, ya se están dejando notar en los presupuestos (públicos) destinados a la cultura (pública) y a las artes escénicas. Sin embargo, habrá directoras y directores de teatro que, en este 23, cuenten con más dinero para producir sus espectáculos y que podrán cobrar, quizás, más que dignamente por su trabajo. Incluso, habrá otras personas, por ejemplo, los empresarios de la industria armamentística y los accionistas y altos mandos de las constructoras que, después, se ocupen de construir y reconstruir el país devastado por la guerra, que, seguramente, se van a forrar. Así que la realidad es otra y, en conclusión, depende de quien la cuente, de cómo la cuente, de sus intereses, de su posición… Y, por supuesto, hay muchas realidades, tantas como personas.
Siendo así, sigamos soñando y pongámosle empeño. Ocupémonos. Pongámonos en acción, con alegría e ilusión.
Ojalá podamos construir el mejor relato.
Ojalá podamos vivir la mejor realidad en este 23 que comenzamos. Al fin y al cabo, tenemos 23 vértebras y nuestro ADN está dividido en 23 pares de cromosomas. ¡Lo llevamos dentro!
¡Feliz 23!