Eliot, Góngora, los Balcanes…
Leyendo la excelente traducción de Andreu Jaume, del poema “The Waste Land” [“La tierra baldía”], cuyo autor como se sabe es T. S. Eliot, publicada el año pasado, en una edición bilingüe de la editorial Lumen (Penguin Random House Grupo Editorial) que conmemora el centenario, me reencontré con aquel verso extraordinario que decía “I will show you fear in a handful of dust” [“Te mostraré el miedo en un puñado de polvo”]. Hacía más de una década que no me tropezaba con él. Probablemente, el poeta quiso conectarlo con aquel conocido verso de Horacio que decía “pulvis et umbra sumus” [“somos polvo y sombra”] y, de alguna manera, con el tópico virgiliano “tempus fugit” proveniente del verso “fugit irreparabile tempus” [“huye de forma irreparable el tiempo”].
Cuando lo leí de nuevo, tampoco pude evitar recordar el final de un poema de Góngora que “actualizaba” o “imitaba” uno de Garcilaso de la Vega, que, a su vez, lo hacía de otro de Bernardo Tasso, según han señalado críticos como Gabriel Laguna Mariscal, Ángel L. Prieto de Paula, Miguel Díez R., etc. Me refiero a aquel que comenzaba con el verso “Mientras por competir con tu cabello…”. En los dos tercetos y, especialmente, en su final, su autor ponía hincapié en el “tempus fugit” (más que en el “carpe diem”) y, como ha señalado Laguna Mariscal, en el tema del “desengaño”. Allí advierte, con un enorme peso trágico, en lo que se convertirá toda vida: “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”. Y me pregunté sobre la conexión entre Eliot y el Siglo de Oro español. “La tierra baldía” es, entre otras cosas, un poema sobre la desolación humana que se publica algunos años después de la Primera Guerra Mundial, en 1922. Antes de colocar ese verso magistral, Eliot lo prepara de la siguiente manera: “(Come in under the shadow of this red rock) / And I will show you something different from either / Your shadow at morning striding behing you / Or your shadow at evening rising to meet you;” [“(ven a la sombra de esta roca roja) / y te mostraré algo diferente / tanto de tu sombra por la mañana corriendo tras de ti / como de tu sombra por la tarde alargándose hacia ti”. Traducciones de Andreu Jaume]. Y, a continuación, deja caer el verso que señalé al principio.
Esa “sombra” y ese “polvo”, esa muerte, ese miedo… me guiaron hacia las clásicas reflexiones sobre este asunto en la poesía barroca. Con lo cual, aquí Eliot pudiera aportar una “nueva” transmutación de todo ello, quizá, entre otros, desde Góngora, tan redescubierto en el siglo XX.
En cualquier caso, esa posible conciencia de la muerte posbélica (o del aviso de algo más en el futuro) me llevó a conectar la imagen con el contenido de un documental titulado “Balcanes: los lobos de Putin” que vi el 13 de mayo, en la “noche temática” de TVE. En él se investigaba acerca de la tensión prebélica que hay en la actualidad, debida a la estrecha vinculación que existe entre un sector profundamente nacionalista serbio antieuropeísta y la Rusia de Putin; de hecho, este “caudillo” controla, en gran medida, la energía y la política del país. Algunos testimonios recogidos en él subrayaron la idea de que la guerra en Ucrania frenó un posible conflicto bélico en esta zona, también. No obstante, se espera que en el futuro suceda lo peor. Y esto me hizo recordar cuando, en alguna entrevista con motivo del estreno de su “Medea” en España, hace algunos años ya, el director Tomaž Pandur señalaba un fenómeno complejo y duro de experimentar: que el país de nacimiento desaparezca y se convierta en otro, ya que primero había sido ciudadano de Yugoslavia y, luego, de Eslovenia. Como a tantas personas en Europa, en esa y en otras guerras.
Con la globalización esperábamos que el mundo fuera más perfecto, que el conocimiento más cercano entre unos y otros pudiera hacer pensar que podríamos aprender de los grandes errores cometidos en la historia para no caer en ellos de nuevo. El “tempus fugit” avanza sigilosamente por nuestras vidas, pero también su sombra (de la que hablaron Góngora, Eliot, tantos…) nos acaricia el hombro para prevenirnos de que la naturaleza humana continúa siendo la misma y de que nuestro destino es desaparecer individual o colectivamente. Es algo que, ni siquiera, la inteligencia artificial puede resolver en estos momentos. Y, como decía el filósofo Slavoj Žižek en su artículo “Sobre la Inteligencia Artificial”, con ella puede que nos volvamos más limitados al querer acercarnos o imitar los procesos de respuesta de los “chatbots”, al perder “todos los matices e ironías”, al disminuir la ambigüedad, los intentos fallidos, los dobles sentidos que tanto nos caracterizan… Así que la duda sobre “el otro mundo” o sobre la nada (lo que más profundamente nos define) o, más bien, el miedo a ver un futuro sin esperanza, desolado o distópico acaso sea lo único que nos haga realmente reflexionar para conseguir mejorar este mundo nuestro que agoniza.