Foro fugaz

Elogio de la Compañía 

Nada hay más satisfactorio que el juego colectivo en el teatro. La soledad escénica del monólogo es un ejercicio peligroso y difícil de sostener durante el tiempo de una representación. Sabemos que hay quien lo logra, pero en general es un ejercicio peligroso, frecuentemente estéril. Angélica Liddell es un buen ejemplo de soliloquio logrado porque en sus presentaciones pone carne, sangre y corazón en una versión solitaria del Teatro de la Crueldad, lo que no deja de ser un reto. 

 

En Francia tenemos el ejemplo de Philippe Caubère que ha logrado contar su paso con la compañía de Ariane Mnouchkine en solitario, imitando todos los personajes de su biografía. No es el estilo de trabajo más interesante de este excelente actor. Su paso por la compañía del Théâtre du Soleil fue mucho más fructífera y su interpretación de Molière es ahora un clásico. Pero su afán de hablarse a sí mismo con diferentes voces, termina por cansar.

Precisamente la compañía de Ariane Mnouchkine es una de las más fecundas y productivas en Francia. Durante ya más de cincuenta años y a través de espectáculos memorables ha logrado sobrevivir y ha impuesto un estilo de trabajo, abierto, global, en el que cada representación es un ágape para actores y público. Pero no es la única en Francia. Tenemos el ejemplo clásico de la Comédie-Française, que desde 1680 representa la institución más estable del teatro en Europa. 

Otra compañía destacada en Francia es la de Louis Brouillard del dramaturgo y director Joël Pommerat que ha logrado establecer una forma de espectáculo muy creativa y singular. 

El caso contrario fue el de Peter Brook que disolvió su excelente compañía internacional porque no quería convertirse en un gurú de actores. Aunque desde que abandonó su compañía, también terminó su periodo de grandes retos escénicos. 

No obstante el peso y valor de una compañía, del trabajo en equipo, de la ardua tarea de superar los diferentes e indispensables egos —podríamos decir, sin ego no hay teatro—, puede ser muy enriquecedora. Los trabajos colectivos bien encausados, conducidos con audacia y disciplina son los más fructíferos.  

Me viene a la mente la compañía Animalario que vi varias veces en París en el Festival don Quijote. Fue un regalo, un descubrimiento, un hallazgo: excelentes actores, audaz dirección, dramaturgos inspirados; Animalario era fenómeno en escena. Imagino un día de ensayos con tanto talento reunido, Juan Mayorga y Alberto San Juan, captando momentos de las improvisaciones, Andrés Lima encausando la fuerza de actores combativos y dueños de sus cuerpos, escenógrafos pendientes del desarrollo de obras originales. Un regalo, para sus integrantes y para el público. Hoy ese patrimonio ha sido dilapidado, la compañía inexistente, sus hijos desparramados, cada cual con su talento a cuestas, pero sin esa complicidad del equipo que le daba su grandeza. 

Ahora vemos que otra compañía, Atalaya, fundada por Ricardo Iniesta en  Sevilla, cobra significativa importancia gracias a su coherencia y a sus disciplinados trabajos de investigación escénica. Nosotros tuvimos oportunidad de verla, siempre gracias al Festival Don Quijote, aquí en París con una lograda versión de la Celestina. 

Entonces apuntemos lo que no nos hemos atrevido a plantear desde el principio: la única manera de que el teatro avance, descubra nuevos horizontes y sea significativo para el público es el trabajo colectivo, una compañía es la mejor manera de crear y recrear en escena. Hay otras aproximaciones, algunas logradas, pero la razón de ser del teatro está en la compañía. 

Y con esto el sermón termina. 


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