Zona de mutación

En clave paradójica

«Dejen tranquilas a las divas que no son de derecha o izquierda», decía un periodista ante algunos deslices agresivos contra ciertas intocables del mundo del espectáculo, lo que evidencia que la Farándula corporiza no sólo deseos, sino toda una libido conservatista e inmune. La Farándula viene a ser la corporización de lujo de aquello que el hombre común fantaseará sin poder tomar. El sentido base del hombre común, es sentirse feo, sin chances económicas para ‘lookearse’ por lo que los referentes de la belleza física, a la que se cuelga arbitrariamente una forma de belleza moral, no podrían menos que adquirir un rango divinal. Sin contar con que ese es el punto cero en el que se basa el negocio de la cosmética. La pulsión de la izquierda sería más la de querer, pero la ideología no le permite, entonces, sublima la pulsión o reprime. Lo que la pobre izquierda tiene siempre es la fuerza de la carencia. De ahí que la crítica se parezca un poco al hambre. Equivale al dicho «la necesidad tiene cara de hereje». El estado de crítica todo lo justifica pues se alimenta de una falta. Así, entonces, la Farándula expone el cuadro cruel del amo poderoso que tiene en la mano al famoso, lo obliga al juego casi esclavizante del famoseo, corporizándolo a través de sutiles represiones que pueden pasar por transgresiones, pero que no son sino la zona obscena donde el dinero hace lo que quiere. Un Secretario de Cultura podrá darse ínfulas programando a Plácido Domingo en la vía pública para blanquear propias inepcias con el genio del otro. O el gran productor traficará sus blancas, embozadas en profesionales vedettes desentendidas de la variada lucha de la mujer en el mundo, obsesionadas en arremeter sobre las billeteras y confirmándose como tótems fálicos, decorados para afianzar y servir como oscuro objeto de los deseos masculino-empresarios. La Farándula es también el escenario donde se eclectizan y mestizan los valores: por eso es común que de allí, los engendros morales terminen saliendo a cuadritos. Y por mandato de la TV, no extraña que sean los que rigen para todos. Decir farándula es convocar a miles de equívocos. Hay una clave paradójica que explica cosas a veces inexplicables. Miguel Angel Solá dijo alguna vez algo así como: «quien no quiere realmente que nadie lo fotografíe haciendo top less en Punta del Este, seguro nadie lo hará», sugiriendo que quien se cuida en serio de que lo hagan, evitará exponerse en consecuencia. Ahora, si a quienes fotografían los paparazzis en las playas cool son a líderes sociales, hasta a algún comunista conspicuo, connota otro problema. Aún se recuerda aquella frase: «más confundido que comunista que ganó la lotería». Combinada con la primera paradoja el chiste sería: más confundido que dirigente obrero en Punta del Este. Pero la evidencia paradojal surge a partir de la mirada develatoria del otro, que se ve porque se deja ver. El lado no paradojal del chiste sería decir: Más confundido que José María Aznar cruzándose con el lider de ‘los indignados’ en Ibiza. Pero todo es posible, si de cerebro liso, sin pliegues, se trata. Otro costado plano de esa lectura de la realidad apunta a que tal visión es un espejismo, no posible, no real. A lo sumo, quien la tiene sólo podrá reconocer: «el problema ahora está en nosotros y parece que estamos enfermando de la vista». Esto quiere decir que la inflexión de lo paradójico está en un pliegue de las cosas que permite que la realidad mute hacia una variante, que para su lectura, precisa además de un salto cualitativo también. Lo no paradojal como invariante y lo paradojal como mutante. Ese pliegue es un rulo recursivo como dice Douglas Hoftstadter (el de «Gödel, Escher y Bach»), un ‘bucle extraño’. Este detalle es lo que hace a la realidad anamórfica, y a la visión del artista, metamórfica. Calificar a priori a algo como de derecha no es la petición de principio para decir que por sólo serlo, ya es algo que está mal, no, sino que está mal porque la derecha cultiva una ‘planitud’, una lisura de lectura (y de cerebro) que evita ver dicho pliegue. Y eso sí es malo. La mirada anamórfica es barroca, pero por eso, multidimensional, multisensible. Pero esta multiplicidad es un desafío a cada vez más inteligencia. Cuanto más pliegue hay en la azotea cerebral, más pliegue hay en el crochet que ésta teje. Los meandros de la mente, de la conciencia, son mandálicos, laberínticos, singulares y personalísimos y lo que tejen sobre la realidad, es sin duda complejo. Y para verlo, se precisa de cierta capacidad de claroscuro activada en la masa encefálica.


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba