En comparación
Me conmueve de sobre manera tanta humanidad concentrada en un metro cuadrado. Tanta dicha y sufrimiento transpirando a mi lado. Tanta gente que se sube o es bajada del vagón por la masa impersonal en cada siguiente parada del metro. En realidad, más que conmoverme, me inquieta al punto de molestarme hasta llevarme al desagrado absoluto. Estamos todos de acuerdo en que el hombre se agrupa para obtener beneficios aunando fuerzas pero nunca tan agrupados hasta el hacinamiento. Para soportar el martirio húmedo y sofocante, cierro los ojos para escapar aunque solo sea mentalmente, de tanta humanidad conglomerada en pocos centímetros cuadrados de superficie. No deja de seducirme la imagen bucólica de un paraje aislado donde el único ser humano en muchos kilómetros a la redonda sea yo. Inconformismo absoluto, uno siempre quiere lo que no tiene y cuando por fin logra obtenerlo, quiere otra cosa. Estoy seguro que de vivir alejado de la sociedad, querría urbe, gentío, movimiento, agitación, al menos por un tiempo. Vivimos desdeñando nuestra realidad comparándola con paraísos ideados por nuestras carencias y/o excesos. Añoramos vivir en ese paraíso utópico soñado del otro lado de nuestra realidad. Mis palabras parecieran otro reclamo sin futuro pero sin irse al extremo de renegar de todo, tampoco se trata de ser conformistas con lo que nos toca vivir. Nada es en sí mismo por el simple hecho de serlo, adquiere su real dimensión al ser comparado con otro. Aunque el pasto siempre sea más verde en el jardín del vecino, solo abandonado el metro cuadrado de relativo confort o incomodidad en el cual se vive, se pueden comparar diferentes realidades. ¿Qué mejor que emprender un viaje para expandir nuestros horizontes limitados por el diario sobrevivir? Y ya que no siempre se puede viajar de manera física, por qué no hacerlo al menos con el pensamiento. Las artes son ese vehículo maravilloso que nos permite experimentar otras realidades y de alguna forma, comparar y compararnos. Es cuando nos dejamos llevar por las sensaciones que el buen arte, y a veces el malo también, nos producen, que podemos llegar a una profunda reflexión sobre nuestras existencias. Para las eternas preguntas relativas a nuestra existencia y que han intranquilizado al hombre por siempre; ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? y ¿Para dónde vamos? quizás no encontremos respuesta pero la sola inquietud vale la pena. Reflexionar sobre lo que somos, lo que no somos y lo que podríamos llegar a ser es el mejor de los viajes que podríamos emprender. Tal vez entonces, en alguno de estos viajes a lo más íntimo de nosotros mismos, podremos encontrar nuevas respuestas a las preguntas de siempre. Si consideramos que la vida es un eterno viaje, aprovechemos la magia que las artes producen en nosotros para hacer de este gran viaje misterioso, un cúmulo de pequeños viajes en los cuales podremos comparar nuestras vidas con otras realidades y darnos cuenta que simplemente estamos donde nuestra voluntad y esfuerzo nos han llevado. Nunca, nunca, estaremos tan mal como creemos aunque por las mañanas seamos una sardina más, envasada en un vagón de metro y siempre, siempre, podremos estar mejor cuando las puertas del vagón se abran para salir a conquistar el mundo.