Y no es coña

En el camino

Mantenemos el orden establecido: mientras se saben los mil cuatrocientos actos oficiales que se harán alrededor del mundo sobre los cuatrocientos años de Shakespeare, el Instituto Cervantes, la Real Academia de la Lengua y el melifluo señor secretario de Estado de Cultura en funciones andan discutiendo sobre si son galgos o son podencos. No hay un plan, ni calendario, ni planificación ni nada para celebrar los mismos de Cervantes. Lo habitual en un Ministerio descabezado, sin orientación alguna. Las excusas del señor Lasalle son de una soberbia indigencia intelectual sobrecogedora. Dice que las otras instituciones, dependientes de su ministerio para entendernos, no acaban de entender el nuevo modelo de gestión de estos acontecimientos que han diseñado desde su departamento. Se las quiere dar de moderno este personaje que ha pasado sin dejar más rastro que la inoperancia.

Como todos sabemos ni estos chicos airados del PP insepulto serán capaces de acabar con Cervantes. Es más, podemos acabar un poco empachados de «cervantinas», es decir de acercamientos vulgares a un autor capital. Bienvenidas sean todas las aproximaciones irreverentes, todos los motivos para descubrir todos los recovecos de su vasta obra, pero sería de una importancia superior buscar aquellas obras que no se han divulgado demasiado, realizar estudios serios sobre algunos aspectos de su creación central y propiciar el conocimiento total de su obra y hasta de su vida que no debió tan ejemplar como sus novelas.

Esto es pedir mucho porque estamos en el camino de siempre, lleno de polvo, oportunismos, beatos y posadas entre conventuales y lupanares. El año pasará y vendrá otro. Y Cervantes y su obra quedará. Lo mismo que pasará la Capitalidad Europea de la Cultura de Donostia donde su acto inaugural ha dado ya muestras de que no hay manera de avanzar, de que se recurre a quienes hace treinta años aportaron algo nuevo a estos eventos, pero que hoy son historia, son mercaderes. Un espectáculo dirigido por Hansel Cereza, que ha costado más de veinte mil euros el minuto y que no ha gustado a nadie, ni al público asistente, ni a las autoridades contratantes y que pagaron con los impuestos de todos, ni a la crítica. Y además, el señor Cereza poco menos que trato de idiotas a los espectadores, aseguró que el problema fue de la retransmisión televisiva, cobró y fuese. A robar a otro lugar.

En este camino que transitamos a veces se forma barro y cuesta andar. Otras veces la solanera acogota, y parece que nunca se llegue a un lugar de reposo y estabilidad. Es normal que se abandone, que se aparte gente de este peregrinaje porque al final no se ve claro si existe un destino o se trata de sobrevivir simplemente, a la espera de un algo que parece no llegar nunca. Un algo no muy claro, indefinido, en forma de obra, serie, película, guión. Si se acostumbra uno a la frustración falta algo que nos retroalimenta y nos da fuerzas para seguir. Y se puede abandonar sin remordimientos ni nostalgias.

Resistir es muchas veces confundir, perpetuar una situación que no tiene solución. A quienes deciden apartarse, un abrazo, una mano tendida, un adiós y un hasta siempre. Desgraciadamente, muchas veces abandonan los mejores en este mundo de mediocridades y chalaneos.


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