Enredado con las fechas
Sensaciones, olores, lluvias que nos colocan ante una leve angustia, ¿quién nos ha robado el mes de Agosto? Estamos ya en las puertas de setiembre, ya caen de nuevo las advertencias de pago de seguridades sociales, nóminas, proveedores. Es una rutina que nos hace entrar en depresión cada final de mes, pero ahora que huele a otoño, se nos juntan las necesidades con los anhelos. En este mes debíamos acabar de escribir una obra, preparar unos talleres, leernos todos los documentos que nos han mandado para establecer un plan, corregir los libros para mandarlos a imprenta. No sigo. No quiero entrar en problemas de conciencia. Los procrastinadores lo somos de manera crónica. Ahora toca correr, acelerar.
Por eso las fechas se nos juntan. Los recuerdos se amontonan sin discriminación. Un año del Pavón-Kamikaze. Y fue ayer cuando estuvimos en su presentación. Y en una año hemos visto espectáculos, hemos sentido sus avances, sus dudas, sus situaciones peligrosas. Momentos en los que parecía se acaban los recursos, las energías, pero que se reconstruían con rapidez. Siguen. Y eso es bueno. Eso es un buen síntoma. O quiero entender que es un buen síntoma, no una obstinación. Lo ha dicho Miguel del Arco, “somos kamikazes pero no gilipollas”. Intento descifrar la frase como buen gilipollas obstinado.
El boletín de este 28 de agosto de 2017 lleva el número 811. Eso quiere decir que hace ochocientas once semanas que alguien de Artezblai ha recopilado las noticias, convocatorias, críticas, noticias de estrenos, festivales o giras, colaboradores o entrevistas y con un programa las ha enviado a los veintitantos mil suscriptores que lo reciben voluntaria y directamente en sus correos electrónicos en todas las partes de mundo. Ochocientas once semanas son más de quince años y medio, insistiendo, obstinadamente, cada lunes en comunicarnos, en comunicar a unos con otros. En hacer circular noticias y pensamiento.
Una labor que nos enorgullece, que nos ha dado y nos sigue dando muchísimas satisfacciones, pero que debemos recordar que lo hacemos sin ayuda ninguna. Porque nos da la gana. Porque nos creemos que es bueno para muchos profesionales, aficionados, investigadores o funcionarios de las artes escénicas de toda Iberoamérica. Nunca, nadie, nos ha ayudado. Se inició como complemento de lo que ha sido la revista ARTEZ. Un complemento que ha superado, y con mucho, en difusión a su madre. Hoy, desde hace cinco años, es un diario digital autónomo, con noticias diarias, crónicas, de todo. Pero está, como siempre y como casi todo, en cuarentena. ¿Hasta cuándo aguantaremos autoexplotándonos, usando la generosidad de tantos amantes de las artes escénicas que colaboran de manera desinteresada? Que no suene a amenaza, ni a mal presagio, se trata de una duda profunda que a veces anida en nuestro ánimo y nos lo revienta. Veinte años de ARTEZ y desde hace tres sin ayuda ninguna. ¿Hasta cuándo aguantaremos con tanta responsabilidad?
De momento aguantamos por obstinación, por creer que hacemos una labor importante y, sobre todo, por ser gilipollas. Nos ayuda a seguir los guiños, los gestos, las llamadas de ánimo, hasta las polémicas. Pero sería tan bueno, tan ideal, que tuviéramos alguna ayuda mínima, una de esas miserias de las instituciones para no tener que agriarnos el carácter cada final de mes. Es vergonzoso, para ellos, que en este año que cumple 20 años ARTEZ, no se haya enterado ninguna de las unidades de producción del INAEM. Nada. Ni otras instituciones que celebran un tercer año de cualquiera de sus amiguitos como si fuera un logro universal. Ochocientos once lunes con ustedes. Y esperamos que sean muchos más.