¿De qué sexo es la palabra?

Ensayo y escritura

Me encuentro en ensayos en estos momentos. Demonios de Lars Norén. Y en paralelo escribiendo sobre una poeta uruguaya del 900 asesinada por su ex marido. Lo interesante es que sin ánimo de infidelidades,trasiego o contrabando artístico, me resulta complementario juntar estas realidades creativas. Las oscuridades me determinan. Cuando una me bloquea voy por la otra, me encuentro entre puentes y sin resolver grandes cosas. Sí, que mi vida personal, ¿cuál es, o cuál sería? Está por desaparecer o por convertirse definitivamente en un laboratorio donde pueda corroborar intuiciones sobre el personaje y sus reacciones,( y no por excusas o falta de tiempo). En concreto: quedé atrapada en los campos de la ficción, ¿dónde está lo real? Los altibajos emocionales que me permiten rastrear la verdad del personaje , se vuelven absolutamente irreconciliables con el mundo real que solicita, más sosiego, menos bipolaridad. Ser normal, coherente, menos verborrágica, y con una energía controlada. Ir de compras, cocinar, limpiar la casa, atender un hijo. Vivir lo doméstico, sin vivirlo, más bien: lo doméstico nos vive. Nos succiona, nos dilata el espesor preservado para la hora mayor, para ese momento de entrega sin daño.

En los ensayos les planteo a los actores: usen al otro. Usarlo desde la concepción utilitaria del ´término, busco en el otro lo que no encuentro en mí porque sólo me dará respuestas psicológicas, intelectuales y teóricas. Pero también busco en el otro para que el otro desencadene en mí estados que sólo desde la acción se pueden conocer. Utilizo el material con el que dialogo. La utilización. En paralelo en la vida personal no puedo concebirla como «lo real», (alejándonos de lo legal, o lo natural)¿dónde está lo real, lo propio, lo íntimo, lo privado? Yo trabajo con y desde mi privacidad sin frontera, la pongo a producir, le bajo las defensas y la empujo, dale, ahora, dejame al descubierto, ¿qué sería entonces lo privado?

Después de muchos años de tener una relación tortuosa con un hombre, decido generar algo para que él accione en mí cosas que ya no recibo, no importa la clasificación moral, espiritual o el orden afectivo: bueno, amoroso, desagradable, malo. No importa, el asunto es que cuando la relación se estanca sólo produce algo parecido a la muerte. No me gusta almacenar muertes pequeñas en mi interior, destruye las luces que esperan para salir.

Entonces decido aplicar con él lo mismo que hago con mis actores. Lo acorralo para que se desencadene algo, que suceda, que el acontecimiento nos visite de forma inesperada y de ahí resolver: ¿estamos vivos o comulgamos horas en espera? Pasar el rato, costumbre, miedo, confianza. Esas cosas que reproducimos con tanta velocidad.

La vida me lleva direcamente al ensayo y la escritura. Ella, la poeta, que por un ataque rabioso de celos de su ex, es asesinada, mis actores que buscan el desasosiego en la ficción pero con las llagas que la vida nos deja, y el hombre que liberó mi emocionalidad superando la categoría realista y entrando directamente a: especies en extinción.


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