Reportajes y crónicas

Entre expectativas y decepción

Desde su primera edición, mis comentarios críticos han señalado las carencias y contradicciones de la Muestra Ibérica de las Artes Escénicas (MAE), un evento que, en teoría, debería funcionar como una sólida plataforma para el talento escénico regional, pero que en la práctica se conforma con ser una feria comercial de organización cuestionable. Aunque gusta de autoproclamarse como un «escaparate maravilloso», su selección de obras siempre ha carecido de un criterio claro, resultando en una programación tan desigual como de calidad mediana, algo personalmente desconcertante dada la gran cantidad de propuestas que se presentan para evaluación.

El año pasado, de las dieciocho compañías seleccionadas solo ocho fueron extremeñas, una decisión que generó descontento entre el gremio artístico local, al ver cómo su espacio se diluía en favor de compañías foráneas. Además, en múltiples ocasiones he señalado la ineficacia de las presentaciones reducidas a breves fragmentos, ya que impide una valoración justa al no poder ver el espectáculo completo, que no solo desmotivan a programadores sino a quienes realizamos la crítica.

No obstante, el año pasado pareció surgir una chispa de cambio con la llegada de nuevos cargos para la gestión cultural, entre ellos, el Secretario General de Cultura, Francisco Palomino (hombre vinculado a las artes escénicas), y el Director del Centro de las Artes Escénicas, Antonio Marín (veterano concejal de cultura). A ambos se les vio participando como observadores activos, mostrando interés por los espectáculos y abiertos al diálogo con los artistas, lo cual se interpretó como una posible señal de que, finalmente, alguien en las alturas estaba dispuesto a romper la situación viciada de la aplicación del «más de lo mismo» que tendía a perpetuarse en la MAE.

Palomino prometió públicamente una transformación fundamentada en el diálogo y en la intención de satisfacer las necesidades del sector. Y aunque dichas palabras generaron cierta esperanza, lo cierto es que, a juzgar por el limitado apoyo recibido este año, la decepción ha terminado por imponerse. Sobre todo en la Asociación de Compañías Extremadura Teatral -representante de 31 empresas de artes escénicas- y que, por primera vez, ha optado por hacer públicas sus críticas hacia la MAE en algunos medios. En su pronunciamiento, la Asociación ha subrayado la falta de identidad y de una estrategia clara en el desarrollo de la Muestra, lamentando que, año tras año, el evento parece hacer oídos sordos a las propuestas que intentan adecuarlo a las verdaderas necesidades de los artistas extremeños.

Pese a ello, en esta edición de la MAE tengo que decir que se han notado algunas mejoras, como un mayor equilibrio entre la participación de compañías (8 extremeñas y 8 foráneas) y un leve aumento en la calidad de los espectáculos presentados. Asimismo, se han incrementado las presentaciones breves de los proyectos de las compañías a los programadores y algunas más que las promueve la colaboración de carácter internacional con AVANTE. Sin embargo, la organización sigue siendo cuestionable y costosa en relación con sus limitados resultados.

La tan cacareada promesa de visibilizar el talento extremeño realmente sigue siendo una meta incumplida. Resulta incomprensible que en una feria teatral –donde asisten programadores de todo el país- solo seis compañías de la región puedan seleccionarse para presentar espectáculos completos en la Muestra, y más sorprendente aún, que se haya favorecido a producciones de discutible calidad en detrimento de obras regionales ya probadas con éxito fuera del evento. Es difícil entender el entusiasmo, y quizás la confusión, que parece haber influido hasta en la Consejera de Cultura, Turismo, Jóvenes y Deporte, Victoria Bazaga Gazapo, quien expresó su satisfacción -en el programa oficial de la Muestra- por la inclusión de montajes presentados como «estrenos», aunque se trate de una elección cuestionable, pues ante un público de programadores sería más lógico presentar obras de calidad probada y bien rodadas.

Los «estrenos» a los que me refiero son «La voz dormida», inspirada en la novela de Dulce Chacón, y «Mortadelo», de Miguel Murillo. Aunque ambos autores son reconocidos por la calidad de sus textos, los montajes de estas obras resultaron controvertidos y no lograron alcanzar la calidad esperada, siendo, de hecho, de los menos logrados de toda la Muestra. Esta «falla de criterio» en la selección vuelve a evidenciar una evaluación superficial y desafortunada, confirmando una vez más la falta de rigor que continúa afectando la organización de un evento que ha recibido 784 propuestas de compañías.

Pese a esta realidad, tanto Palomino como la presidenta de la Asociación de Gestores Culturales de Extremadura, Carmen Trenado (coorganizadora del evento), se han mostrado satisfechos. Palomino afirmó: «El pulso que he tomado estos días en la muestra ha sido muy bueno, no solo por la participación de programadores, directores y directoras de festivales y compañías, sino por los contactos y el negocio generado entre profesionales. Han sido tres días de gran esfuerzo organizativo y el balance es positivo». Sin embargo, esta complacencia contrasta con el sentir de muchas compañías extremeñas, tanto de algunas que han participado como de otras de mayor calidad que quedaron fuera de la selección, y que siguen esperando que la MAE realmente cumpla su propósito de impulsar el talento regional.

En definitiva, he reiterado en más de una ocasión que, si la Muestra desea reconciliarse con el sector, debe abrir un espacio genuino de diálogo, similar al que ofrecían antiguas ediciones en sus actividades paralelas, donde los organizadores y las empresas de artes escénicas puedan construir una visión compartida. Solo entonces, la MAE podría revitalizarse y consolidarse como una plataforma auténtica de visibilidad y apoyo a la cultura extremeña.

José Manuel Villafaina


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