Entre la Inquisición y Macartismo
Lo voy a confesar en público, como se hacía en los Autos de Fe católicos o los juicios comunistas: Este fin de semana fui a ver la última película de Woody Allen, Día lluvioso en Nueva York que acaba de estrenarse en París. Mi único descargo es que como yo, había muchos culpables en la sala y parecían divertidos, lo cual agrava su caso, también el mío.
La película no ha sido exhibida en Estados Unidos, tal vez para preservar la moral pública de la influencia del infecto individuo que la realizó. Lo peor de todo, y esto incrementa mi descrédito, me gustó la película. Sí, me gustó. Que a sus 83 años Allen piense como joven, haga películas incisivas y no violentas, que se divierta y haga actuar con cualidades insospechadas a su reparto, que siga con la exploración de la sociedad, Comedia Humana visual, es un prodigio, un caso muy especial. El suyo es cine más allá del tiempo y los escándalos.
La producción es de Amazon y su moralista dueño, que pagó una cifra colosal para divorciarse, creyó que lo mejor era que la película no se estrenara en Estados Unidos y rompió el contrato que lo unía al cineasta. También el actor principal de la película, Timothée Chalamet decidió donar su sueldo a la causa de las mujeres agredidas en Hollywood, y varias voces se han arrepentido de trabajar con el creador. Medidas profilácticas e hipócritas, puesto que todos conocían los problemas en los que está metido Woody Allen.
Independientemente de la opinión de cada quien sobre este asunto, aquí me interesa analizar la rapidez con la que se acusa y juzga culpable en las redes sociales a Woody Allen a pesar de que la justicia de Estados Unidos lo ha exculpado dos veces y en dos estados diferentes de la Unión Americana. En dos ocasiones la justicia concluyó que las acusaciones de su hija adoptiva eran una puesta en escena. Esto no ha calmado la histeria en Twitter o FaceBook, que insiste en sus condenas colectivas, encabezadas por la presunta víctima. Se trata de una guerra sorda contra el director Allen, una verdadera cacería de brujas como las que estila Estados Unidos. No en balde Arthur Miller escribió sus Brujas de Salem en plena crisis de macartismo en los años cincuenta.
A modo de equilibro y ante la picota pública contra Woody Allen someto a la consideración del lector una reflexión de otro hijo de la pareja Farrow – Allen en la que desde otro punto de vista da su opinión sobre esta guerra. Es Moses Farrow, de profesión neuropsiquiatra, quien a mediados del año pasado dio su versión del caso.
A los actores que han trabajado con mi padre y han expresado arrepentimiento al hacerlo: os habéis unido rápidamente al coro de condena en base a una acusación desacreditada por miedo a no estar en el lado “correcto” de un gran movimiento social. Pero en vez de aceptar el relato de la turba de Twitter, que repite sin pensar una historia investigada y desacreditada hace 25 años, por favor considerad lo que tengo que decir. Después de todo, estuve ahí -en la casa, en la habitación- y conozco tanto a mi madre como a mi padre y lo que cada uno es capaz de hacer, mucho mejor que vosotros.
Moshe Farrow (hijo de Mia Farrow y Woody Allen)
Los invito a leer el artículo completo en la revista Letras Libres https://www.letraslibres.com/espana-mexico/cultura/el-caso-woody-allen-un-hijo-toma-la-palabra
La denuncia contra comportamientos indebidos no ha parado en Woody Allen, recientemente se ha acusado a Plácido Domingo, de manera anónima pero con efectos no menos perniciosos. El escritor y académico Javier Marías ha presentado el caso de manera impecable. Hay que leerlo en las columnas de El País https://elpais.com/elpais/2019/09/09/eps/1568028016_835389.html
Y acabo de leer que por este escándalo, Plácido Domingo no va a cantar Macbeth en la Metropolitan Opera House de Nueva York en el mes de octubre; los neoyorquinos se lo pierden, peor para ellos. Plácido es uno de los mejores representantes del arte lírico de todos los tiempos. Su prestigio ha sido deñado, no así la calidad de su trabajo. Plácido Domingo denuncia el clima de persecución y acoso desencadenado contra su persona sin otro proceso que el de las redes sociales.
Lo pernicioso de estos casos es la manera en la que inciden en la carrera de los artistas creadores. Basta una denuncia para que sólidas carreras se tambaleen. Es una vergüenza que nos hace pensar que hay un Macartismo universal, la Inquisición de las sombras encarnada en las redes sociales. Significativamente aquí en Francia al movimiento se le llama Balance ton porc que traducido literalmente da Delata a tu puerco en donde se asume la tendencia a la delación, tan cómoda en estos momentos. Por cierto, la creadora de esta tendencia acaba de ser condenada por calumnia por la justicia francesa.
La calumnia, el resentimiento, la envidia, el despecho, los deseos de figurar se esconden muchas veces en esta hola inquisidora, aunque finalmente hace que los creadores brillen por su obra. Y quien esté libre de culpa, que lance la primera piedra.