De manera cotidiana recibo invitaciones para asistir espectáculos creados por compañía o grupos de reciente creación que solicitan ayuda para la difusión de sus proyectos. El número de propuestas, la mayoría unipersonales, que recibo de proyectos iberoamericanos aumenta según las temporadas. Lo mismo que la variedad de los países de origen de esas propuestas. En mi caso se debe a que de alguna manera me he movido por eventos y festivales diversos, nunca he escondido mi contacto, dirijo una editorial, una revista de papel y un diario digital, este último con una gran difusión en Iberoamérica, lo que se entiende que intenten a través de de mis medios hacerse ver y oír.
Me imagino el flujo de propuestas que pueden recibir festivales, salas, teatros, productores, representantes de proyectos que buscan visibilidad. Por eso intento entender de una manera sencilla las decisiones de algunas programaciones, tanto institucionales de producción propia, privadas, en teatros comerciales o salas alternativas. Mi teoría es que al existir tanta oferta y tan similar en temática, formato, referencias, estéticas y calidades, los elementos de elección se personalizan, es decir, si aparece alguien en los créditos que ya se conoce, que han coincidido en escuela u otros proyectos, es un elemento para decantarse por ese.
Residoo en Madrid e intento acudir al teatro diariamente, que busco no solamente las obras institucionales, sino que en algunas salas encuentro suspiros de una realidad que lucha por ser tomada en cuenta. Eso me sucede en salas alternativas Se da la circunstancia que vivo en una calle muy corta, y a menos de cien metros de mi apartamento tengo cuatro salas: Usina, Timbre 4, La Sala y Nave73. A la que voy más es a esta última porque creo que ofrece una programación más elaborada, más de búsqueda de nuevos valores. Pero es que a unos doscientos metros tengo Bululú2000, La Cuarta Pared, La Grada, Pot Ploint, La Encina, Studio 2. Hay unas cuantas más, muy cercanas, pero hay que andar más de trescientos metros. Vale, las nombro Sala Mirador, Umbral de Primavera, y no nombro a las “oficiales” y alguna que se me olvida o solapa.
Pues bien, en muchos de los mensajes de invitación, me citan en salas que desconozco de su existencia. Lo que es, obviamente, un fallo de este cronista, pero a la vez la constatación de un sinfín de proyectos que empiezan por algo que fue muy importante en la teorización del futuro en los años sesenta como era la necesidad de poseer los medios de producción. El paradigma de tener una sala para ensayar, investigar y mostrar, además de formar, era algo que fundamentaba muchos proyectos. Esta idea se ha ido transformando con el tiempo y ahora no sabríamos detectar de manera fiable si todas las salas se inspiran en estos preceptos o son fruto de otras circunstancias.
En esta semana pasada pude conocer con más detalle un proyecto que no está en esas manzanas que he narrado anteriormente, pero que cumple 20 años de vida y que no es difícil entender sus claves fundacionales y su proyecto artístico al ver su programación de auténtico Teatro de Repertorio. Me refiero a Teatro Tribueñe donde el jueves pasado presencié una representación de “Las Teodoras” escrita y dirigida por Hugo Pérez de la Pica e interpretada por Chelo Vivares que es un homenaje a una manera de hacer teatro en el siglo pasado y una vindicación de unas excelentes actrices que mantuvieron en un ambiente muy poco propicio una innegable actitud de liderazgo y, sobre todo, de calidad actoral. Un gran trabajo evocativo e interpretativo. Por cierto, el próximo 31 de enero hay otra función de esta obra. Pero si quieren pueden ver en lo que queda de mes “Mujeres catedrales” del mismo Hugo Pérez de la Pica que es otro homenaje a un género musical propio y las mujeres que lo encarnan. Pero es que además pueden decantarse por ver “Ligazón” de Valle Inclán o “Bodas de sangre” de García Lorca ambas dirigidas por Irina Kouberskaya. Es decir, una opción amplia en una sala acogedora en una zona de Madrid alejada del centro teatral.
Y se ha dado la circunstancia que por primera vez entré en una sala por la que paso por delante más de una vez a la semana y miro siempre con asombro su programación: Estudio 2, en la que vi el viernes pasado una “Casa de Bernarda Alba” de gran consistencia global, una puesta en escena esencialista, un tratamiento muy emocional en un espacio pequeño y una sala que acoge a cuarenta y una personas como espectadores. Tienen también en repertorio “Bodas de sangre”, una oferta clara y concisa.
No hagan números. Piensen en que se trata de proyectos que chocan con una realidad tozuda pero que la sobrepasan a base de coherencia, convicción y trabajo. Son realmente alternativas a algunos nombres que lucen en neones excesivamente valorados. He puesto dos ejemplos porque en ambos, lo que se ofrece además de dignidad profesional, tiene componentes de coherencia, de servicio, de amor a un tipo de teatro, de mantener viva la memoria escénica del siglo XX y que se complementan a lo largo del año sus programaciones con textos mucho más actuales.
Este tipo de proyectos existen en todo el territorio del reino de España, en cada lugar con sus características, pero intuyo que en casi todos los casos con la misma inspiración para encontrar un lugar donde poder desarrollar sus ideas teatrales. Existe una asociación de estas salas, pero juraría que este tejido muy precarizado, tiene una fuerza telúrica por encima de todas las coyunturas. Y hasta por encima de la falta de una formación específica para la gestión de estos espacios. Y no digamos nada de la falta de ayudas para su mantenimiento.