Entretenimiento y diversión de alto nivel
La Aparición», obra del dramaturgo extremeño Florián Recio, basada en la comedia titulada «Phasma» del autor griego Menandro, ha sido el segundo espectáculo teatral de la 70 edición del Festival representado en el Teatro Romano, con un alto nivel de entretenimiento y diversión. Una propuesta de coproducción de la compañía emeritense Verbo Producciones (de Fernando Ramos) y el Festival de Teatro Clásico de Mérida, dirigida artísticamente por el veterano Francisco Carrillo.
A Menandro, comediógrafo célebre -que vivió entre el 342 y el 291 a.C.- se le conoce teatralmente por ser uno de los pilares de la llamada Comedia Nueva griega. Este estilo se caracterizó por su enfoque en la vida cotidiana y las intrincadas relaciones personales, alejándose de los comprometidos temas políticos y sociales que predominaban en la Comedia Antigua. Sus obras destacaron por su refinada escritura y por la creación de personajes complejos y realistas. Menandro influyó significativamente en la comedia romana, especialmente en dramaturgos como Plauto y Terencio, quienes adaptaron muchas de sus comedias.
A pesar de su influencia y renombre, Menandro solo había tenido una participación en la historia del Festival. En 2022, se escenificó «El Misántropo» (que no fue precisamente el hit del verano, pero sí un valiente intento), su única obra completa de las 103 que según se sabe escribió, y que ha sobrevivido hasta nuestros días, ya que el resto de su producción solo ha llegado a nosotros en fragmentos. «Phasma», es una de estas obras, de la que solo se conocen 160 versos.
No obstante, los estudiosos que han trabajado en la reconstrucción y el estudio de los fragmentos y adaptaciones romanas de Menandro, como el filólogo alemán Rudolf Kassel y el papirólogo inglés Colin Austin, quienes editaron en el siglo pasado -desde 1983- la serie «Poetae Comici Graeci», han jugado un papel crucial en la comprensión de la obra del comediógrafo griego. Sus análisis y comentarios han permitido que las generaciones actuales accedan al legado literario de Menandro, revelando probables tramas y personajes de la comedia «Phasma», que se desarrolla en medio de una serie de malentendidos y enredos amorosos de la relación entre Gliceria y Mosquión, dos jóvenes enamorados que deben superar diversos obstáculos para estar juntos.
Florián Recio, autor ya reconocido por sus exitosas versiones en el Festival, presenta «La Aparición» como una obra prácticamente nueva que solo mantiene el espíritu de Menandro. En esta creación, es evidente que Recio ha llevado a cabo una profunda investigación sobre la esencia del teatro del autor griego. Con habilidad y sensibilidad, ha capturado los argumentos y personajes esenciales identificados por los académicos, logrando crear una comedia atractiva y didáctica sobre el conocimiento de Menandro, que además resulta accesible y relevante para el público actual. El nuevo argumento de «La Aparición» sigue girando en torno a los enredos amorosos de Gliceria y Mosquión, rebautizados en esta versión como Esperanza y Cándido, pero la obra introduce múltiples cambios ingeniosos en la trama y los personajes que, pese a la extravagancia de sus acciones, conducen al clásico final feliz de comedia. Con una pluma espléndida, Recio ha creado una original comedia similar al teatro humorístico de Menandro, ofreciendo recursos escénicos que permiten un libre y festivo juego teatral para un montaje popular del espectáculo.
La puesta en escena de Paco Carrillo se decanta por la estética del teatro de Plauto, navegando en una atmósfera de farsa estilizada y tonos de caricatura grotesca que se entrelazan. Esta estética es casi natural para Carrillo, quien la ha dominado desde principios de los años 70, cuando montó «Ubú Rey» de Alfred Jarry en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, durante un ciclo de Teatro Independiente (que organicé junto a Guillermo Heras). Desde entonces, ha perfeccionado este estilo, como se evidencia en su montaje anterior de «Los Gemelos» también en versión de Recio, que lleva 11 años cautivando al público sin interrupción. En «La Aparición», Carrillo añade más humor y gags de gran inspiración, potenciando así un espectáculo fresco y de genial animación.
Logra que cada componente artístico se exhiba con exquisita belleza: la escenografía creativa -en consonancia con el monumento romano- de Gustavo Brito, la rutilante luminotecnia de Fran Cordero, los fabulosos vestuarios de Maite Álvarez y los singulares tocados de Pepa Casado, junto con la composición musical -que evoca temas cinematográficos y otros bien conocidos popularmente- de Abraham Samino. La dirección de actores de Carrillo es una muestra de maestría, otorgándoles cierta libertad para desplegar sus recursos cómicos y añadir una nueva dimensión al humor de la obra con una creatividad desbordante. En sus últimos montajes, he visto cómo Carrillo consigue auténticos cuadros de risas y asombro, regalándonos fragmentos de eternidad en el efímero arte del teatro.
En la interpretación, nos encontramos con un elenco de actores orgánicos y divertidos, virtuosos en el arte del humor con numerosos recursos, capaces de arrancar sonrisas, risas y carcajadas del público con infalible destreza. Especialmente Esteban G. Ballesteros y Pedro Montero, los astros de esta constelación cómica, enriqueciendo la función con una miríada de golpes de humor improvisados (que no son «morcillas», aunque alguna se escape). Esteban G. Ballesteros encarna a la diosa Hebe, saliendo desde una hornacina (que se parece a la de la Virgen de Guadalupe) para recorrer el escenario, a lo largo y ancho, narrando la trama de obra con un toque de distanciamiento brechtiano. Pedro Montero, por su parte, asume el papel el papel de Corista de tragedia griega, una pintoresca metáfora del autor que pone en un duelo amistoso los diálogos de Hebe sobre la comedia.
Luego está Paca Velardiez, que se luce garbosa en su rol del sufrido personaje de la vieja rica Vetusta. Y Fernando Ramos, que aquí, haciendo de Estrabón, padre de Cándido, está más cómico que nunca, marcándose con Carmen Moya –quien interpreta a la ocurrente Rústica, una esclava también enamorada de Cándido– unos diálogos que nada tienen que envidiar a la gran pareja de cómicos americanos Abbott y Costello. Y la joven pareja de frustrados enamorados, interpretada por Esmeralda Suárez (Esperanza) y José F. Ramos (Cándido), junto a Irene Hernández (madre de Esperanza), todos fenomenales, dando cuerda a la función con su complicidad en los embrollos, provocando muchas carambolas hilarantes.
Y, por último, el Coro (que, aunque Menandro lo solía suprimir en sus obras, aquí Carrillo lo incluye ya que en las funciones de Plauto también lo sacaban– formado por cuatro componentes: Nerea Samino, Aurora Samino, Abraham Samino y Alain Damas, vestidos de columnas romanas móviles. Muy dinámicos, interpretan, cantan y gesticulan, valiéndose de un espíritu juguetón, con gestos y movimientos salpicados de sorpresas y guiños graciosos,
El público, encantado, se dejó llevar nuevamente por la magia de esta compañía extremeña, aplaudiendo durante la función y al final, disfrutando de una velada inolvidable.
José Manuel Villafaina