Entrevistas

Entrevista a Paco Bezerra

El elogio de la diferencia y la desobediencia

Desde hace 15 años Paco Bezerra (Almería 1978) viene escribiendo, fuera de tendencias y pistas consagradas, un teatro muy personal, instintivo, que brota de su propia experiencia, sus emociones, su cólera o más bien de su rebelión contra la intolerancia, la tiranía de las normas y dogmas que rechazan y castigan lo no formal, lo diferente, lo singular.  Sus obras, recompensadas  por una decena de premios, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2009 para Dentro de la tierra, traducidas al inglés, francés, alemán, árabe, rumano, griego, húngaro, italiano y estrenadas en América Latina, Alemania, Puerto Rico, están presentes permanentemente en los escenarios de España.

Una particular complicidad artística une desde hace 7 años a Paco Bezerra y el director Luis Luque.
Dentro de la tierra, estrenada en octubre 2017 en el CDN de Madrid fue su sexta colaboración.
La última obra de Paco Bezerra Lulu, dirigida por Luis Luque, se estrenará en el Teatro de Bellas Artes de Madrid representándose del 21 de febrero al 25 de marzo 2018.

Irène Sadowska – El tema de la diferencia conjugada en sus distintos sentidos es recurrente en tu obra teatral. En Dentro de la tierra abordas su aspecto más personal. ¿Puedes comentarlo? 

Paco Bezerra – Esta obra se estrena ahora en 2017 pero la escribí hace 10 años. Es mi obra más personal, pero he seguido desarrollando este tema de forma más concreta en otros textos como por ejemplo Mi pequeño Poni. El diferente, el otro, puede ser también el raro, el inmigrante, las personas de otras culturas o creencias como en El señor Ye ama los dragones.
Es el tema teatral por excelencia. Antígona por ejemplo es una persona distinta, con una visión diferente de las cosas, lo que genera el conflicto.
En Dentro de la tierra abordé este tema de manera casi inconsciente. Desde mi infancia siempre he sido diferente, apartado, alejado, desobediente, tanto en mi familia como en mi ámbito escolar y en mi vecindario.
No pertenecía a grupos ni quería ir a la mili; prefería ir a la cárcel.
Fui totalmente incapaz de integrarme en un funcionamiento rutinario de cualquier trabajo. Luego me di cuenta de que, en realidad, no existía y de que nací en un sitio equivocado.

 

I. S. – ¿El teatro fue para ti como un territorio de exilio y libertad ? 

P. B. – Encontré en el teatro un sitio donde podía pensar, vivir, expresarme a mi manera y donde mis profesores en la RESAD o en el Laboratorio Layton me valoraban. La gente como Juan Mayorga, José Ramón Fernández y otros me han abierto horizontes a otros modos de mirar al mundo.

 

I. S. – La diferencia, en sus diversas formas, genera el rechazo y la violencia. En Mi pequeño Poni abordas el fenómeno del acoso escolar enfocando diferentes tipos de acoso y las reacciones de los entornos familiares y escolares de las victimas…

P. B. – En esta obra me he inspirado en hechos reales ocurridos en Estados Unidos durante el año 2014. En particular llamaron mi atención los casos de dos niños que sufrieron varios ataques físicos y verbales de sus colegas por llevar una mochila My little Pony. Los dos niños eran seguidores de los dibujos animados de la famosa serie My Little Pony que, paradójicamente, exalta los valores de la amistad. Y otra paradoja es que se prohibió entrar en el centro escolar a la víctima y no a los acosadores, con el pretexto de que su mochila era un elemento detonador de violencia. Pero mi obra, más allá del tema del acoso, plantea las preguntas sobre la libertad del individuo en la sociedad, la intolerancia, la convivencia, las injusticias sociales. En lugar de centrarme en una anécdota quería tratar este fenómeno desde una perspectiva social. El niño, la víctima, está ausente en la obra. Su historia llega a través de una serie de breves diálogos de sus padres atrapados en un laberinto sin salida en el que se enfrentan con la incomprensión o la indiferencia de los profesores.

 

I. S. – ¿Aparte del tema de la diferencia, cuales son los otros temas que aparecen con recurrencia en tu obra? 

P. B. – Creo que son las actitudes que producen el conflicto, como la desobediencia a la ley y a las normas morales y sociales. Por ejemplo en La escuela de la desobediencia, basada en diversos textos subversivos del renacimiento, he abordado el tema de la educación sexual de las jóvenes y de la hipocresía moral de la sociedad en la que viven. Los protagonistas de Grooming, un hombre adulto y una joven, están totalmente encerrados en un mundo donde el sexo es instrumento de dominación y de manipulación. Viven una historia de amor moderno, diferente. Se trata del fenómeno del acoso sexual de menores a través de internet. Pero en la relación de los dos protagonistas no hay victima ni verdugo. Los dos, encerrados en su soledad, son víctimas. La desobediencia es una forma de reivindicación de la diferencia ante la exigencia tiránica de que todos tenemos que ser iguales. Debemos caber en las normas: el hombre es esto, la mujer es esto, el sexo se hace así, etc.

 

I. S. – En Dentro de la tierra te proyectas en el personaje central de Indalecio que arregla las cuentas con su pasado, investigando sobre los secretos familiares. Es tu obra más autobiográfica en la que lo personal, lo social y lo político interfieren…

P. B. – La obra está enraizada en el ámbito rural de Andalucía oriental, concretamente en la provincia de Almería, llamada «la huerta de Europa», donde, desde los años 60 se ha desarrollado el cultivo intensivo de verdura y, en este caso, de tomates. Indalecio retorna desde el presente al opresivo ambiente familiar de su infancia y adolescencia, lleno de secretos y prejuicios, por medio de un viaje semejante al sueño en el que la realidad, los recuerdos y la imaginación se fusionan en el proceso de escritura. Indalecio por su inquietud, su temperamento imaginativo e independiente y Ángel, su hermano, por su misteriosa enfermedad que le aleja de los otros, se destacan por su diferencia con el entorno. El conflicto familiar y la búsqueda de la verdad de Indalecio se inscriben en el contexto social del sistema capitalista con su objetivo de enriquecerse a toda costa, explotando a los trabajadores inmigrantes, frecuentemente sin papeles, del invernadero paterno. A través de la historia de Indalecio se abordan las problemáticas características de nuestra sociedad y del mundo rural con su religión, sus supersticiones, la xenofobia, la explotación de trabajadores, la cultura intensiva y la contaminación medio ambiental. 

 

I. S. – En tus obras tratas de situaciones y problemas concretos de la sociedad actual. ¿El teatro para ti es una forma de rebelión? ¿Consideras tu teatro como comprometido social y políticamente? 

P. B. – Todas mis obras tienen una parte social. Todo es político. Para mí el teatro no es reivindicativo ni ideológico. Enfoco la realidad de nuestra sociedad de una forma que huye del realismo y que tiene que ver con una mezcla de fantasía y de sueño. Esta denuncia de la realidad social se hace de forma disimulada. Tampoco acuso nunca a nadie, no tomo partido. Me parece mucho más interesante plantear algunas preguntas abiertas sin aportar respuestas. El teatro no es un mitin ni propaganda. No me interesa un teatro militante. Y tampoco aquel en el que el dramaturgo expresa su opinión decidiendo lo que está bien y lo que está mal. No me interesa el teatro hecho para gente de derechas o de izquierdas que expresa una ideología política, denunciando al otro. Al contrario el teatro debe proponer diferentes puntos de vista sobre un problema, dando así al espectador la oportunidad de considerarlo desde su propia experiencia. Está muy de moda hacer un teatro «políticamente incorrecto». Pero esta incorrección está reconocida y permitida. 

 

I. S. – Me parece que tus primeras obras El viaje a Tinsdpunkt (2002) y Ventaquemada (2003) contienen de forma embrionaria los temas y las características estéticas de tu escritura…

P. B. – Con Ventaquemada quería escribir una obra en la que la protagonista no hablase o, yendo más allá, que la protagonista no apareciese y donde no hubiese acotaciones salvo alguna didascálica y el nombre del personaje que habla. En esta época leía mucho a los griegos y encontré una cita de Antígona que me venía muy bien, ya que la protagonista de Ventaquemada tiene como objetivo, al igual que Antígona, prestar ayuda a los muertos. Aparte de esta mujer joven, insólita, que no se ve ni se oye, hay en la obra un viejo taxidermista, su vecina inválida y el camionero, el único lazo de estos dos ancianos con el exterior. Viven en un lugar sepultado entre el olvido y la soledad, alejado del mundo, invadido por invernaderos. Un mundo recluido con sus secretos, sus muertos. Los secretos se desvelan con la presencia invisible de la joven mujer. Hay en efecto tanto en El viaje a Tindspunkt como en Ventaquemada elementos recurrentes en mi obra como la identidad ambigua, los personajes enigmáticos, fantasmagóricos, la confusión entre la realidad, la ficción, el sueño y lo irreal, los secretos, los muertos ocultos, los lugares cerrados, alejados del mundo, etc. También, en el plano formal: un estilo elíptico, las diferentes temporalidades, los elementos fantásticos, rituales y simbólicos, los espacios mentales, metafóricos. 

 

I. S.Dentro de la tierra es tu sexta obra dirigida por Luis Luque. ¿Puedes comentar la complicidad artística que existe entre vosotros? ¿En qué consiste? 

P. B. – No me gusta esa expresión de tándem que puso la prensa. Es verdad que con Luis Luque, desde el principio trabajamos y hacemos todo juntos, hasta la concepción del cartel. Hablamos de vestuario, de figurines, de detalles de la escenografía, etc. Participo en todo el proceso de creación. Siempre buscamos juntos las soluciones, las imágenes más adecuadas y pertinentes. Creo que esta complicidad es resultado de la afinidad, de la sensibilidad común, la capacidad de escucha y de imaginación. Asimismo el equipo artístico es habitualmente casi el mismo, de esta forma trabajamos siempre en sintonía, dialogando, buscando, cambiando las cosas, incluso en el texto.


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