Es imposible no comunicar
Sin duda, el teatro tiene múltiples definiciones y aproximaciones teóricas y prácticas, pero todas mantienen una constante: a lo largo de la Historia y en todas las geografías, ha sido y es un elemento vehicular de comunicación. Para estudiarlo, al menos en Occidente, la base teórica formal se suele agrupar en cinco grandes bloques: dramaturgia, dirección, interpretación, artes escénicas y técnica del espectáculo. Pero el espacio natural del teatro se desarrolla en un entorno de comunicación y poco se habla de ello. Mucho menos del proceso receptivo de esa comunicación, elemento tan importante como la emisión o acaso más, recuérdese que sin espectador no hay teatro.
El entorno de la comunicación está habitado por elementos subjetivos, tanto en la parte emisora como en la receptora: emociones, fisiologías y psicologías entran en juego en un espacio de intenciones donde los procesos de conocimiento y re–conocimiento involucran a los órganos sensoriales de actores y espectadores que forman parte de ese juego y que procesan información en sus sistemas nerviosos correspondientes. Esta aproximación científica al teatro, no se puede extrapolar de todas las teorías que hablen de intercambios de información, por lo tanto, si se afirma que el teatro es comunicación, ¿qué teoría soporta esta afirmación?
Hay multitud de modelos de comunicación, y en un ejercicio de síntesis adecuado a este formato lo lógico sería hablar de cuatro: Modelos técnicos, Modelos lingüísticos, Modelos psicológicos y Modelos interlocutivos. Quizá en artículos posteriores vuelva a alguno de estos para mostrar las diferencias e ideas comunes con la comunicación teatral, pero hablando de teatro y comunicación, hoy me apetece recordar a Watzlawick, principal referente teórico de la comunicación en el siglo XX, quien afirma en su Teoría de la comunicación humana algo fundamental: es imposible no comunicar. Todo comportamiento humano —ya sea con su mera presencia— integrado en un sistema de comunicación, tiene un valor, un mensaje para los demás. Esta es una idea fundamental, por lo que significa en el ámbito teatral: comunican tanto los actores como los espectadores.
En uno de los pasajes iniciales del libro Comunicación. La matriz social de la Psiquiatría, Bateson y Ruesch afirman que “la comunicación es la matriz en la que se encajan todas las actividades humanas”, pues toda la actividad humana cabe en un escenario, y por eso es tan importante conocer a Watzlawick. Es imposible que un actor con sus acciones, palabras o silencios no transmita un mensaje, ¿no lo pretendía acaso Harold Pinter con sus famosas pausas y silencios? Así como es imposible que un espectador con su mera presencia, no modifique la comunicación del actor.
De acuerdo a Watzlawick, para un observador, una serie de comunicaciones pueden entenderse como una secuencia ininterrumpida de emisión de señales. Sin embargo, quienes participan recibiendo esa interacción, siempre introducen la puntuación de la secuencia de los hechos. Encima de un escenario, la comunicación entre los actores no puede reducirse al juego de causa–efecto que pueda sugerir la dramaturgia escrita, se debe generar la dramaturgia escénica apoyada en acciones que den cuenta del proceso cíclico en el que cada parte contribuye a la continuidad y construye la realidad del intercambio más allá del texto. Y en el patio de butacas se introducirán las puntuaciones que modelarán ese trabajo. Es tan importante ser espectador.
La comunicación de un texto no es teatro, la comunicación textual y cómo se comunica es lo que define el teatro.