Escribir contra la muerte
Escribo en el día veintiocho bis del año dos mil dieciséis. Este día es una suerte de basurero de todos los desfases de tiempo que se acumulan cada año. Los romanos lo colocaron el día anterior de las calendas de marzo. Son días para las anécdotas y para las reflexiones sobre el tiempo. Y sobre la vida. Y sobre la muerte. Ando con las defensas mentales alteradas. Efervescentes. Han sido cinco semanas y media fuera de mi casa y he vuelto para abrir correo atrasado, para recibir emociones y desgarros.
Abrir sobres con libros, tocar los libros pedidos desde la distancia, comprobar los libros editados y su olor, encontrar frases que le colocan a uno en un vértice de la posibilidad de compartir las sensaciones que pueden provocar las imágenes creados por otros. Y de repente leo que «escribir es luchar contra la muerte». Quizás sea una manera de huir de la muerte, pero en general escribir es celebrar la vida. Se escribe para la vida, por la vida, no contra la muerte. La muerte espera disfrazada en cada errata, en cada sopa instantánea, en cada decreto ley.
Noto al llegar que se vuelve a señalar que los públicos están acudiendo de manera masiva a las salas. O al menos a algunos teatros institucionales. Ya está, todo justificado. Y miro la cartelera de Madrid y tiene buena pinta. Miro la cartelera de Barcelona y tiene buena pinta, la de Bilbao, la de Sevilla, ¿estamos en una primavera teatral sin enterarnos? Sin gobierno, sin planes, espontáneamente se producen concurrencias, coincidencias, gestiones notables, que logran unos resultados esperanzadores.
Entonces, ¿de qué sirve la crítica si todo va bien? ¿Dónde se debe colocar alguien que mira en panorámica para analizar esta situación? Lo más de moda es seguir la moda. Aplaudir, sobar los lomos de los gestores, babear con los artistas de moda, enjuiciar otra vez en los cafés y decir otra cosa en los papeles, buscarse un lugar al sol de los que deciden. Esto es lo fácil, porque el mundo es bonito, el cielo está azul, hace frío, pero es lógico estamos en febrero, mañana amanecerá y si el INAEM convoca ayudas, es que sigue la rueda, todos tranquilos.
Quizás escribir contra la muerte signifique no quedarse quieto ante la vida plana, ahogada, sin expectativas. La vida funcionarial, el falso fervor, las amistades sobrevenidas, las componendas y dejar todo igual. No tocar nada. Pues criticar estas cosas, es escribir contra la muerte. Y si a uno se le intenta matar por luchar contra esa muerte intelectual, es la medalla que uno lleva con orgullo. Es preferible ver los teatros llenos que vacíos, pero ¿a qué precio? No hablo de hoy, hablo de mañana. Venimos de ayer. Llegaremos al mañana con todo intacto, ya hemos perdido un año para cambiar estructuras importantes. Y veo el gallinero político y nadie dice nada de lo que nos afecta directamente. Lo tendrán consensuado con los que controlan todo y son los que se aprovechan del actual estatus.
Pero los demás están felices. Pues felicidades a todos. Este artículo puede tener validez cuatro años, hasta el próximo bisiesto. ¿Somos zombies?