Otras escenas

Espacios imposibles

A lo largo de mi historia como espectador de teatro he asistido a funciones representadas en espacios increíbles. También he creado piezas pensadas especialmente para lugares muy concretos. Como programador hago lo que puedo para que el discurso del artista invitado no se dé de bruces con el sitio en el que lo hemos ubicado. Más allá de la dicotomía sala o calle, creo en la importancia del espacio de recepción como motor de significados.

Se puede hacer teatro en todas partes. O no. El lugar en el que se presenta un espectáculo puede ser contexto o continente, o toda la escalera de colores que van de uno a otro extremo. A mi humilde modo de ver, el teatro funciona cuando el creador tiene en cuenta el espacio de representación. Está allí, no lo podemos evitar, por muy negra que sea la caja escénica las costuras siempre asoman, más o menos tímidamente. Hay que saber escuchar la historia de cada lugar, leer sus huellas, comprender su arquitectura, estudiar todas las perspectivas de recepción que ofrece, lidiar con sus limitaciones e incorporarlas. O incluso más, y usarlo, si se da el caso, como elemento discursivo, como máscara, como significado consciente e incluso como protagonista.

Por otro lado, estamos rodeados de espacios muy poco teatrales supuestamente diseñados para acoger espectáculos. La arquitectura de autor parece estar reñida con el sector de las artes escénicas. También los mandatos de cuatro años, adictos hasta hace bien poco a la política del ladrillo, a la farragosa huella física tan insostenible hoy día. Y a menor escala ¿Recuerdan la fiebre por los espacios polivalentes? ¿Tan necesario y estratégico era que absolutamente todos dispusiéramos de uno? Qué temerarios hemos sido… hoy tenemos un país plagado de pomposos mausoleos y quirófanos asépticos infrautilizados -o directamente cerrados-.

En 2007 el artista Joan Saló presentó una experiencia tan crítica como lúdica llamada ‘Escultura en moviment’. En ella, el público asistente se montaba en un autobús para recorrer los 170 kilómetros de tramo de la AP-7 entre Girona y Tarragona para visitar diecinueve esculturas monumentales, el vestigio dominguero de un ambicioso concurso internacional de escultura setentero, que se llevó a cabo para celebrar la inauguración de dicho tramo.

Me encantaría realizar un recorrido teatralizado que visitara los espacios teatrales públicos imposibles que antes les comentaba. ¿A que de manera inmediata les vienen a la cabeza unos cuantos? Qué necesario es entender y dejar constancia del porqué de la creación de determinado patrimonio. En el autobús habría plazas para todos -el que esté libre de pecado que tire la primera piedra-: arquitectos, técnicos de cultura, artistas, políticos, programadores, espectadores y también ciudadanos que no han pisado ni tienen intención de pisar un teatro. Unos para que no vuelvan a repetir los errores cometidos, y otros para sean capaces de impedir que sucedan nuevamente. ¿No se trata de eso al final? La mirada crítica de un artista tendría que poder con esto y más.


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