Espectadores activos
El nuevo director del Festival Grec se propuso entre los objetivos prioritarios acercar el festival a la ciudadanía. Dentro de este objetivo general, uno de de los programas que ha concretado el acercamiento a la gente es la Escuela del Espectador. Hablemos un poco de lo que ha sido esta actividad y cómo ha funcionado.
La Escuela del Espectador del Grec pretende básicamente crear espacios de diálogo entre público y creadores, teóricos de la escena, programadores, artistas, etc. El programa también incluye aspectos de la realidad escénica que normalmente son invisibles para los espectadores, como por ejemplo, presenciar un ensayo de una pieza, visitar el interior de un teatro (en este caso el Grec) o ver el desmonataje de una obra. La Seca-Espai Brossa lleva años trabajando en esta línea y ahora por primera vez, el Festival se ha sumado a esta iniciativa que ha conseguido agrupar a 30 personas, o lo que es lo mismo, a 30 espectadores enfermos de la escena.
La experiencia está siendo muy enriquecedora (la última sesión es este domingo con el montaje de Joan Ollé «À la ville de… Barcelone»). La actividad está poniendo encima de la mesa algunas cuestiones interesantes. ¿Cómo expresar la opinión sobre un espectáculo que no ha gustado cuando uno tiene el director delante? Nos pasó en la charla que tuvimos con el islandés Gisili Örn Garðarsson, director y actor protagonista de «Metamorphosis», un espectáculo que, en general, no entusisasmó. Entiendo que cuando una obra no acaba de funcionar y es el día del estreno, hay que tener cuidado y ser prudente con el creador. Es el resultado de mucho trabajo y no es el momento de tirar la caballería encima. Pero cuando el espectáculo lleva años rodando, como es el caso, ¿por qué no atreverse? ¿Por qué no aprovechar la ocasión para discutir los aspectos que no hemos entendido o que no nos han emocionado? Es normal que dé un poco de corte, pero de no ser así, se corre el peligro de que la conversación se convierta en un diálogo insulso y de poco interés.
Por otro lado, hay una cuestión metodológica que me gustaría comentar. Creo que estas escuelas de espectadores tienen que servir, también, para dar a los participantes espacios donde explicar y desgranar sus ideas y pensamientos. En otras palabras, potenciar más el carácter de taller y no tanto de clase magistral. Es más lento, requiere más esfuerzo, y probablemente acaben saliendo las mismas ideas, con el añadido de que uno acaba con el discurso mucho más interiorizado.
Ramon Simó recordaba en la presentación de las jornadas que el teatro es un acto comunicativo entre creador y público. Eso es la Escuela del Espectador, artistas y espectadores trabajando juntos.