Este año podría ser
Donostia y Wroclaw comparten este año de 2016 capitalidad europea de la cultura. Debería ser una buena excusa para sentirse ilusionado, para entender que se pudiera dar algún salto cualitativo, que el compartir esos honores con una ciudad con tanta solera teatral y un país, Polonia, que acaba de celebrar los doscientos cincuenta años de teatros públicos, que tiene unas políticas culturales y especialmente en artes escénicas que no sufren con la llegada de gobiernos de diferentes colores pudiera servir de acicate, de espejo, de incentivo para acercarse a esos modelos de funcionamiento o al menos de provocar la intención de estudiar otras posibilidades. Pero me temo que va a ser una acumulación de frustraciones.
No es por saber que comparativamente los programas son inmensamente diferenciados, siempre a favor de los polacos en cuanto a las artes escénicas, sino porque se está haciendo todo, en Donostia, pero también en el gobierno vasco, y en el gobierno central, es decir en el Ministerio de Cultura con una política de perfil bajo. Es decir de inercia, de hacer ver que se quieren hacer cosas pero no hacer nada. Postureos de cartelería, ruedas de prensa, proclamas, inventos de última hora pero sin ninguna planificación y sin apenas entusiasmo. Y el problema no viene de ahora, viene de cuatro años en donde se ha boicoteado de manera constante todo porque gobernaba en Donostia y en Gipuzkoa EH Bildu, lo que es un síntoma de la poca calidad democrática y cultural que sufrimos.
Pero es que en España se van a volcar en Cervantes, y de paso en Shakespeare. Lo que no es cosa mala, pero que vendrá a agravar la situación de las dramaturgias propias, de las producciones en donde siempre se hacen con un percha de un clásico, pero ahora con incentivos, ayudas especiales programas concretos. Es más, en los legaciones diplomáticas si algún festival pide ayuda para llevar teatro español se recomienda por no decir que se impone que sea algo de Cervantes. Y las programaciones de todos los teatros de titularidad pública buscarán ese paraguas de ayudas.
Como nuestro mapa político actual es tan vulnerable, como lo nuevo parece viejo, lo viejo se reivindica como el cambio y todo se mueve en la confusión esto quiere decir que vamos a ver más adaptaciones de las novelas ejemplares, de todas las obras mayores y menores, de todos los entremeses de Miguel de Cervantes que nunca. Insisto, no tiene porque ser malo este exceso, pero una vez más se demuestra que nuestros sistema productivo se mueve por impulsos externos, por aniversarios, no por políticas ni por planteamientos de futuro. Y tendremos que hacer ver que lo moderno es so, que los públicos nuevos se hacen a base de estas circunstancias.
Para Shakespeare no hace falta aniversario ni centenarios, es un moderno, está en boga siempre, por activa, por pasiva, por plagio o por inspiración. Y no siempre se le trata con seriedad, calidad y ambición artística. Con Cervantes pasa lo mismo, o se hace reverencialmente, es decir de manera museística o se adapta de manera alocada. Y ya que me he puesto reiteraré lo que he dicho más de una vez, la única vez que he visto la Numancia cervantina que me dejara satisfecho y entendiera, fue en japonés, en un montaje atrevido, realmente adaptada su dramaturgia y su puesta en escena a los tiempos contemporáneos. Ejemplar.
Este año podría ser el del cambio o el del inicio de movimientos para ese cambio y mucho me temo que no, que va a ser un año más. Eso sí, muy cervantino.