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‘Estética, Resistencia y Melancolía’. Pensar en juego

Desde que el arte escénico tiene memoria, el teatro siempre se confrontó y subió a los escenarios las cuestiones y los hechos más controvertidos y desafiantes. Las tragedias y las comedias griegas que tienen más de mil años le meten tajada, por ejemplo, a la guerra y al difícil acomodo de los pueblos en cuestiones de fronteras y territorialidades. Pienso en Los Persas de Esquilo, como una de las primeras obras sobre la guerra del repertorio de la literatura dramática universal, dentro del género de la tragedia, o en Lisístrata de Aristófanes, desde la comedia.

Conflictos de intereses con una base ideológica determinante, que se remontan a la mitología fundacional y a los orígenes de la civilización y la democracia.

Recientemente el Teatro Experimental do Porto, TEP, que es la compañía más longeva de Portugal (estrenó su primer espectáculo en 1953), asumió el desafío de pensar en escena el arte como una posible vía de análisis y resistencia contra la barbarie. Su espectáculo Estética, Resistência e Melancolia, con texto de Rui Pina Coelho y dirección de Gonçalo Amorim, es un friso de cuadros teatrales que, desde la performance, expone el debate sobre las derrotas de la izquierda europea y algunas de las heridas más sangrantes, como la Segunda Guerra Mundial.

El dramaturgo Rui Pina Coelho hace una versión de la monumental novela La estética de la resistencia (tres tomos y más de mil páginas en la edición española), en la que Peter Weiss trabajó durante nueve años.

No he leído la novela de Weiss, pero sí he disfrutado de Estética, Resistência e Melancolia del TEP, estrenada el 30 de marzo de 2022 en el Teatro Carlos Alberto del Teatro Nacional São João do Porto, TNSJ, que la coproduce. Pude verla en la última función del 10 de abril.

Chapeau! Me quito el sombrero ante Pina Coelho y Amorim por esta hazaña teatral. Por atreverse a hacer un teatro, en 2022, en la época de la urgencia y la velocidad, que se detiene en la propia acción de (re)pensar la historia, nuestras actitudes y opciones ideológicas y sus consecuencias.

Chapeau! Ante un teatro en el que, en vez de representar una historia, ejemplar en alguno de sus aspectos, se dedica a repensar La Historia y nuestra capacidad para intervenir en ella. También nuestra responsabilidad en La Historia y el papel que juega el arte y, en concreto, el arte de la acción: la dramaturgia y los escenarios.

Peter Weiss necesitó nueve años y más de mil páginas, el TEP lo resuelve en tres horas de juego en el que asume, sin complejos y con muy buen pulso, el pensar como acción.

Adivino, a través del espectáculo, el placer y, al mismo tiempo, el dolor de la experiencia intelectual que implica la realización de este proyecto escénico. Imagino que también lo fue para Weiss la escritura de su novela. Admiro ese atreverse a asumir el juego teatral como un ejercicio intelectual sin disfraces, desde el placer de lo lúdico y lo comunitario.

Me divierte e interpela, al mismo tiempo, el cuestionamiento que el propio Gonçalo Amorim, interpretando al narrador, que podría ser el alter ego de Weiss, se hace respecto a su educación universitaria. Todas las horas dedicadas a la lectura y las artes, frente a la formación proletaria de los obreros y las trabajadoras. ¿Cómo defender una posición ideológica pragmática socialista desde el privilegio, en cierto sentido, del confort “pequeño-burgués”, de la clase media acomodada, da la élite académica?

Amorim y Pina Coelho no pecan de dogmáticos ni de panfletarios, porque saben poner el juego del teatro y la distancia inteligente del humor como mecanismos que abren y no cierran el debate. Desde la sencillez y la honestidad de plantearse utopías y confrontarlas con las posibilidades y con todas las derrotas que la izquierda carga a sus espaldas. Desde un humor que no reduce, sino que estimula nuestro pensamiento, implicando a la platea en esas mismas cuestiones.

Hay diálogo y conversaciones entre las dos actrices y los tres actores: Isabel Costa, Joana Magalhães, Eduardo Breda, Gonçalo Amorim, João Miguel Mota y Pedro Moldão. Pero también hay una direccionalidad del discurso verbal hacia la platea, como en el cabaret, incluso con algún número musical. No hay cuarta pared ni el escenario asume un espacio dramático ficcional. El escenario es el escenario y el juego teatral es una realidad compartida con nosotros. Una propuesta estructurada en una treintena de cantos, que se anuncian por sus títulos, escritos con tiza en una gran pizarra. De aquí podemos deducir también ese lado pedagógico, en el que el equipo artístico nos muestra el proceso en el propio resultado. La voluntad por no esconder los mecanismos utilizados, las búsquedas emprendidas, para hacernos partícipes en pie de igualdad. Estética, Resistência e Melancolia nos muestra los elementos y componentes sobre los que pivota.

Hay una presentación introductoria. Gonçalo se sienta al piano y hace de anfitrión con un discurso, entre la letanía y el ensayo musicalizado, invitándonos a disfrutar de cuestiones muy estimulantes y polémicas.

La reconstrucción del friso del Altar de Pérgamo en un museo de Berlín, que evoca la guerra y en el que falta Heracles, encumbrado como héroe de los trabajadores y oprimidos, facilita una estructura de friso teatral.

Así mismo, esta escena, con las actrices y actores comentando y discutiendo el friso, que podemos ver en un enorme relieve escenográfico situado en la parte alta del foro, crea el mecanismo de coherencia dramatúrgica para que entren otras escenas en las que, del telar del teatro, bajan obras pictóricas de Menzel, Koehler y Munch, que sirven como detonante para su comentario. La contemplación de esos lienzos y sus posibles interpretaciones despliegan posibles relatos y reflexiones que complejizan, enriquecen y alimentan el debate.

De manera análoga, el propio Heracles aparece evocado por un actor en chándal, que bebe y nos cuenta las heroicidades bajándolas a la barra de un bar, desmitificando el relato, haciendo de él algo tosco, ordinario y divertido.

De manera análoga, igual que se citan y aparecen obras pictóricas y capítulos legendarios, como el naufragio de la embarcación Medusa, hundido en su trayecto a Senegal, también entra una muy significativa biblioteca. Algunos de los libros que fundamentan la cultura occidental, desde los pilares de la filosofía, la política, la literatura épica, lírica y dramática. Algunos de ellos auténticas piedras angulares de la democracia y del pensamiento de izquierdas (El Libro Rojo de Mao, El contrato social de Rousseau, El capital de Marx, etc.). Los libros como actores que también podrían tener alguna responsabilidad en La Historia y en el momento presente desde el que se activa el pensamiento. Amorim va presentando y pesando cada volumen, en una enunciación tan desmitificadora y humorística como la del actor que enuncia a Heracles. Y esos libros van a pasar a formar parte de una especie de instalación escénica, un suelo sobre el que caminar, una cama sobre la que acostarse, un tablero de juego para recrearse.

Todo este puzle facilita, al mismo tiempo, las deliberaciones sobre el valor del arte enfrentado a los monumentos de derrota de la clase trabajadora y de la izquierda.

Se preguntan si el arte comienza donde acaba la ideología y la filosofía. Reflexionan sobre el arte como praxis y aprendizaje y, sin esconder la evidencia del ejercicio reflexivo, lo convierten en ejercicio artístico. Las disquisiciones sobre lo que tiene que ser la obra de arte son, de alguna manera, respondidas por el propio espectáculo en su realización.

Eso de que después de la tempestad viene la calma, así como otros refranes y pensamientos que sirven para aguantar y consolarse, son desmentidos con un humor casi negro muy liberador. Porque es la libertad la que, en realidad, está en juego. Y el arte va a revelarse como uno de los ámbitos en los que ese ideal puede realizarse.

Quizás observar y testimoniar esa libertad encima de un escenario puede ser un ejemplo y un acicate para intentarla fuera.

Entre el “Infierno” y el “Purgatorio”, las dos partes en las que se divide este friso teatral del TEP, que evocan el proyecto, no realizado, de Peter Weiss de adaptar para el teatro La Divina Comedia de Dante, se sitúa la izquierda, el comunismo, el socialismo y las utopías de igualdad y libertad. El lamento por la derrota de la izquierda y la melancolía que nos ha quedado.

En el espectáculo, teoría y teatro luchan lúdicamente por ser la misma cosa. Quizás por eso hasta el director y la montaña de libros que cimientan la pieza están en juego encima del escenario.

Disfruté de muchos momentos, por ejemplo, el discurso estomacal y gutural de Heracles, las bromas con los libros de Gonçalo, el discurso al piano y las canciones de guerrilla, entre la protesta y la fiesta… Muchos de los pensamientos expuestos me atraparon. Algunos me dolieron y otros me reconfortaron e incluso me alegraron.

P.S. – Otros artículos relacionados:

“Dos visiones sobre la juventud. Raimund Hoghe. Gonçalo Amorim y Rui Pina Coelho”. Publicado el 15 de abril de 2018.


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