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Estreno de »Tomar partido», de Ronald Harwood en el Teatro Fígaro

Producciones OffMadrid presenta en el Teatro Fígaro de Madrid, «TOMAR PARTIDO», un texto de Ronald Harwood (galardonado con un Oscar al mejor guionista por «El pianista» de Polanski). El reparto está constituído por: José Lifante, Pedro Civera, Pepa Sarsa, Guillermo Montesinos, Marisa Lahoz y Luis Muñiz; dirigido por Luis Maluenda. Se estrenará el día 23 de Diciembre, y permanecerá en el Teatro Fígaro los días 25, 26, 27 y 28 de Diciembre. Ronald Harwood, de origen polaco y hebreo, nació en Cape Town, Sudáfrica, en 1934. En 1951 se trasladó a Inglaterra estudiando en la Royal Academy of Dramatic Art. Trabajó como actor profesional durante siete años y comenzó a escribir en 1960. Desde entonces ha escrito numerosas obras de teatro, entre las que se incluyen “After the lions”, “Tramway road”, “The Deliberate death of a Polish priest”, “Interpreters”,”Poison pen”, “The Ordeal of Gilbert Pinfold”, una adaptación del “Ivanov” de Chejov, “J.J.Farr”, “Another time” “Reflected Glory”. ”Mahler’s converssion”, “Taking sides”, ”The pianist” etc. También ha escrito el guión de cine de su obra, gran éxito en el West End y en Broadway, “The Dresser” (La sombra del actor) que recibió cinco nominaciones a los premios de la Academia, una de ellas por el mejor guión cinematográfico. Sus colaboraciones también se extienden a televisión “Mandela”, “The world’s a stage”(El mundo es un escenario)” etc. y guiones para el cine, entre los que se encuentra el de la película recientemente estrenada “The pianist” de Roman Polanski. Presidió el English PEN desde 1989-93 y fue elegido presidente del International PEN en 1993.

“Tomar Partido” se estrenó en Londres en 1995 bajo la dirección de Harold Pinter y en Nueva York en Octubre de 1996.

Sinopsis argumental:
La acción transcurre en el despacho del comandante Steve Arnold. En la zona americana del Berlín ocupado, Año 1946. La oficina del comandante Arnold es una isla rodeada por los escombros de una ciudad arrasada por las bombas aliadas. El despacho está en el interior de un edificio gubernamental. Asistimos a los prolegómenos y averiguaciones preparatorias para el juicio que llevará a cabo la Comisión Antinazi para los Artistas. El comandante Steve Arnold, en su vida civil especializado en descubrir estafas a las compañías de seguros, reúne información e interroga a diversos testigos sobre la vida del director de Orquesta Wilheim Furtwängler en la Alemania de 1933 a 1945.
Mientras suena la impresionante 5ª Sinfonía de Beethoven en fascinante interpretación de Wilheim Furtwängler en un tocadiscos, Steve Arnold dormita, Emmi Strube, la secretaria, se deleita mientras esperan la llegada de los testigos.
El primero es Helmut Rode, antes 2º violín de la Filarmónica de Berlín, que con ropa raída y pasamontañas, testifica sobre la vida privada del director.
Tamara Sachs es la segunda testigo que afirma mediante numerosas cartas de agradecimiento que Furtwängler era un buen hombre que ayudó a su marido, pianista judió, a huir, después de oírle tocar.
Cuando entra Wilheim Furtwängler, elegante y admirado hasta por los ayudantes del comandante Arnold, vemos a un hombre de gran dignidad y educación que defiende su postura como músico alemán ante las acusaciones de Arnold de haber lavado la cara del régimen nazi mientras millones de judios eran asesinados en los campos de exterminio.
Furtwängler afirma que nunca se inscribió en el partido nazi ni participó en las celebraciones de Hitler. Asegura que su voluntad de permanecer en Alemania durante el régimen nazi no fue sino para salvar la tradición musical alemana en vez de dejarla a políticos musicalmente ignorantes.
Arnold le desafía a poner en una balanza toda la música alemana y en otra la muerte de millones de judíos en hornos crematorios.

Notas al montaje:
La obra está situada en el Berlín de 1946. Sabemos que es una ciudad destruida, de hecho, el autor nos describe personas buscando entre los escombros. Una imagen dantesca, la quintaesencia del fracaso; la consecuencia de la guerra. Destrucción, desorientación, muerte; fin de una etapa. La obra se construye sobre escombros; quizás nos cuenta cómo comenzar la reconstrucción moral de la humanidad, la búsqueda de unos valores que solían servir antes del holocausto. Se busca la verdad. Para comenzar desde cero hay que fundar, forjar unos valores nuevos. El espectador se ve sumido en un juicio donde es parte y testigo, de hecho no se le da una solución, se le pide que «tome partido» sobre qué debió hacer quien estando allí en aquellos momentos, tenía algo que defender, o simplemente debía huir para no colaborar con aquel régimen.
La obra desafía al espectador a decantarse por la búsqueda de la verdad encarnada en Arnold. Personaje que se presenta como alguien vulgar, agresivo, irritante, mal educado pero persistente en la búsqueda de esa semilla capaz de dar cimiento a una sociedad, la verdad, la responsabilidad y la justicia. El comandante Arnold busca la manera de desvelar la cara oculta, desmantelando las diversas capas de falsedades y así descubrir la infamia agazapada.
La obra desafía en otro sentido al espectador que se siente fascinado por la belleza musical de un intérprete, director de orquesta genial y compositor Wilheim Furtwängler, capaz de revelar la belleza y la grandeza de Beethoven o Brückner, educado y sensible, quien recibe delante del propio espectador el apoyo de unos jóvenes ayudantes agradecidos por haberles salvado del horror a través de descubrirles la emoción de la música.
Esta extraordinaria obra no busca ya enjuiciar y condenar como tantas otras ocasiones. El teatro, ahora implica a la sociedad para que examine su propia actitud respecto a cómo afronta moralmente, socialmente su propia historia. ¿Qué hubiera hecho usted si fuera capaz de ofrecer tanto a la gente sometida dentro de una dictadura?¿ los dejaría?
En el ritual del teatro, en todas las representaciones el público obtiene una respuesta que le libera moralmente de tomar partido. Aquí sucede todo lo contrario: las dos posiciones tienen un gran sentido moral pero están totalmente contrapuestas.
¿Quiere esto decir que esta obra justifica el régimen nazi? De ninguna manera; el régimen nazi se condena por si mismo. Esta obra va más allá, más allá de cualquier guerra.
Como artistas hoy ¿tomamos posición y defendemos valores que regeneran la vida? o sencillamente ¿participamos en la degradación ética hasta lavar la cara de un sistema injusto que cada cierto tiempo se cobra sacrificios humanos para regenerarse?¿Acaso la música no contiene la expresión de un sentimiento, la pasión de una idea, la energía nacionalista de un pueblo, la religiosidad de un alma?
¿Cómo es posible que artistas con una sensibilidad exquisita, capaces de crear universos de una belleza sublime sean capaces a su vez de las mayores atrocidades y aberraciones? ¿Hasta qué punto el Arte salva y regenera? ¿Qué vale más, la creación de una sinfonía o el sacrificio de vidas humanas?
Esta lectura de la obra me hace reflexionar sobre el cómo transcribir ese juicio a la escena, al espacio escénico y a la relación con el espectador. Me gustaría que el público fuera, de hecho, testigo de ese juicio, que su posición en el espacio con relación a la obra lo convirtiera en jurado situándole interiormente en la obligación moral de tomar partido.
Penetrar el espacio de butacas hasta el centro creando un espacio de espectadores enderredor del espacio escénico puede ser estéticamente una opción teatral muy atractiva para el espectador. Esta propuesta escénica puede constituir un acicate más para el público al que esta vez no se le solicita para asistir pasivo a una representación sino que se le desafía a tomar partido. El fondo de la escena ya no es un paisaje de desolación en el pasado sino la imagen viva de la propia sociedad mirándose cara a cara.
Luis Maluenda

(Fotos de ensayos en: http://es.f2.pg.photos.yahoo.com/ph/tomarpartido_offmadrid/ )


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