Y no es coña

Eterna vindicación del bien hacer

Estoy escribiendo desde el marco incomparable de Donostia, donde se celebra una de esas ferias que son un Festival, pero además son un Encuentro realmente importante de las artes escénicas ibéricas, europeas e iberoamericanas. Ayer abracé a tantos artistas, gestores, soñadoras de las artes escénicas del universo mundo que hoy solamente puedo que vindicar el bien hacer, es decir el hacer bien esto que amamos y por lo que vivimos, el Teatro.

 

Con algunas de estas personas que en ocasiones tienen cargos relevantes en sus países, nos vemos de año en año, o incluso con alguno llevábamos más tiempo sin vernos en vivo, pero se mantiene una comunicación profesional constante gracias a estos medios de comunicación que para estas cuestiones de estar al tanto de lo que hacen los demás son importantes. Me refiero por un lado a las redes sociales, pero quisiera incidir en que este tipo de medio de comunicación, este diario digital, es para muchos una clave informativa para saber qué está sucediendo en muchos puntos de creación de nuestro ámbito de influencia. No se trata de darnos autobombo, sino que no debemos olvidar que además de esa inmediatez de un recadito por las redes, el que tengamos información local ordenada y que llegue con regularidad es importante, que, si esa información se amplía para más allá de lo urgente y preciso, es mejor y que si se convierte en una grata costumbre de recibir cada lunes desde hace más de novecientas semanas un boletín con el resumen de lo sucedido, es una herramienta que hermana, comunica, difunde, nos hace a todos más cercanos, más grandes.

Así que, entre abrazos, brindis, citas, recuerdos, resulta que en una mesa larga estaban varias generaciones de gestores, desde las empresas del teatro más comercial, a los más experimentales, desde los clásicos y eternos gestores de redes latinoamericanas y festivales legendarios, hasta algunos de los recién llegados, toda una suerte de veteranos y emergentes, todos alrededor de una cita en Donostia que se ha convertido en uno de esos grandes eventos para las artes escénicas iberoamericanas que podríamos resumir en la imagen de un atento y jovial Norka Chiapusso, anfitrión reposado, recorriendo todo el salón para tener la palabra justa para cada uno de sus invitados.

Hoy lunes, cuando escribo, empiezan las funciones que es a lo que venimos, a ver, descubrir, analizar, debatir. Unos vienen para ver si completan sus festivales o programaciones, otros venimos para ver, aprender, saber más, recomendar y en algún caso analizar o eso que llaman criticar, función que uno abandona de manera inconsciente por desidia, por vagancia, porque es un esfuerzo realmente importante mantenerse con el espíritu alerta para hilvanar argumentos que construyan una visión de las obras presenciadas que son fruto del trabajo de un número indeterminado de personas, artistas, artesanos, gestores que levantan de la nada una obra, un espectáculo, unos minutos de comunión con otras personas que acuden voluntariamente a esa comunión en una sala oscura, sin más ventilación que la que proporciona la poética escénica.

No citaremos a nadie de los presentes, porque estamos muchos, pero hay otros que no han podido venir. Otros que tienen la misma importancia, que hacen su labor con la misma intensidad y con los mismos valores. Amigos y amigas que les retienen las circunstancias políticas o las circunstancias personales y médicas. A los que abrazamos cada día en la lejanía, con los que queremos compartir estos momentos de dulce ascenso a la confraternización. Vamos a hacer lo que hacemos lo mejor posible, cada día con más atención a los detalles, cada día aprendiendo, buscando la excelencia, cada uno en su lugar de destino en esta tarea imparable de hacer que el Teatro sea un bien apreciado por muchos conciudadanos, que transite, que se muevan las ideas, que contribuya a mejorar la vida por ser parte de esa vida que todos hemos soñado alguna vez. Un Teatro bien hecho, que indague en las estéticas que puedan expresar mejor la compleja realidad de este mundo que políticamente va hacia el caos y la involución y que el arte debe convertirse en esa luz que señale o que se vislumbre al final de un túnel que esperamos salga a unos tiempos de libertad y democracia.


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