Evolución rota
Escribo camino de Gijón para asistir a la Feria Europea de Teatro para Niños y Niñas, FETEN. Uno viaja con varios convencimientos que ya hemos plasmado en varias ocasiones. El principal es que gracias a la constancia de varias compañías especializadas en este tipo de teatro, de la colaboración abierta y constructiva de las instituciones y administraciones en todos sus rangos, en las últimas décadas en el teatro español, en general, todo lo referente al teatro y danza dedicada a niños y niñas ha evolucionado de una manera positiva. Muy positiva.
Se ha ordenado de manera razonada, se establece edades, se busca la calidad artística antes que el producto de mercado, se programan campañas de una manera mucho más estudiada, existen circuitos y programaciones especializadas y, sobre todo, se sigue debatiendo, se siguen estudiando los logros o detectando los defectos. En este campo, con los desastres que en estos últimos años la crisis y el oportunismo están causando, se puede asegurar que se está a la altura de los tiempos, uniendo la parte docente, la integración en la escuela y el desarrollo de temáticas y estéticas propicias y contemporáneas. Dentro del horario lectivo, o en el tan importante teatro familiar, el que se acude acompañados de sus tutores.
Pero llegados a este punto, nos entra el pánico. ¿Dónde se rompe esta evolución? ¿Qué sucede con los cientos de miles, probablemente millones de niños y niñas que han tenido desde su nacimiento hasta los doce o catorce años posibilidades de ver teatro y danza adecuados a sus edades, cuando empieza a salirles el acné? ¿Existe alguna posibilidad de establecer alguna coordenada para delimitar el teatro juvenil o adolescente? O dicho de otro modo, ¿qué teatro le puede interesar a los jóvenes de hoy en día? ¿Desde dónde se deberían tomar las medidas oportunas? ¿En los institutos, en las universidades, en las programaciones de los propios teatros?
Podría estar hasta pasado mañana haciéndome, haciéndoles, preguntas. No son retóricas, son amargas, porque uno lleva muchos años intentando pensar sobre estas cuestiones, participando incluso en planes concretos, y todavía no se ha establecido un marco adecuado para que no se corte la evolución. En algunas épocas parece que resurge el teatro universitario, en algunas ciudades o comunidades hay muestras de teatro realizado en institutos, pero no existe nada que ayude a fijar un objetivo, una estrategia y mantenerla en el tiempo.
En los institutos, sabemos, que todo depende de la voluntad de algún profesor o profesora. En la universidad algo parecido. Los talleres teatrales no acaban de trascender y contagiar. Es una realidad que se debe transformar, que se debe atender de una manera seria, estructural, y con criterios de valor absoluto en lo teatral, en las artes escénicas, y no como un apoyo a la clase de literatura que es lo único que ahora parece establecerse. Y claro, perdonen la insistencia, llevar a unos jóvenes a ver el reaccionario, por contenido y formas, teatro del siglo de oro al uso actual de las producciones que se propician, me parece que es contraproducente.
Sí, es muy difícil. Es tan difícil como poder definir qué es ser joven, adolescente, adulto. No ha funcionado mucho el teatro pensado de manera exógena para interesar a los adolescentes y jóvenes. Debe ser una unión de diversos factores: temática, forma, estética, espacios donde se ofrecen. Y debe intentarse aprovechar lo que se hace con los niños y niñas, y alargar ese esfuerzo, la evolución, la integración en el campo docente, la complicidad de la escuela, de los enseñantes, y que se planteen estudios profundos desde la sociología, la dirección escénica, la dramaturgia para intentar investigar y proponer un plan y un campo de acción.