Éxodo/Julio Salvatierra/Roberto Cerdá
Lirismo de la realidad
Que la ficción supera la realidad sería y es una excelente frase para hablar de una obra que conmueve hasta términos de difícil comparación. Sin embargo, hay realidades tan tremendas y machaconas que pueden inspirar, inspiran, a los artistas para componer obras que denuncian, muestran, narran, invitan a la reflexión aunque se queden muy por debajo de la patética realidad.
El mundo de los refugiados lo tenemos permanentemente en los periódicos y en los noticiarios de la televisión. Las imágenes e historias que nos llegan un día y otro también nos parecen tan atroces e inhumanas que a veces nos resultan increíbles. Pero el niño muerto en la playa, los seres desnutridos, las caravanas de personas formando una larga hilera como hormigas a un destino desconocido, los miles de ahogados en el mar, los campamentos miserables…, adquieren una evidencia que no podemos negar.
Cuestión distinta es que, tanto las imágenes como las situaciones, lleguen a perturbarnos a quienes vivimos acá con cierta comodidad. Y es que vemos a los refugiados desde lejos, somos espectadores, no protagonistas, no sufridores de una masacre inhumana. A lo sumo seríamos receptores colectivos, nunca individuales; y como colectivo responsabilizaríamos a las instituciones para la asistencia a esos refugiados. Es decir, los que estamos a este lado del plasma tenemos cierta seguridad de vivir en paz y raramente el arte será suficiente como vehículo acusador, o quizá sí lo sea, al menos como sensibilizador y concienciador.
No obstante, o quizá debido a lo anterior, es imprescindible que los artistas plásticos, el cine, la literatura, el teatro incidan en plantear una reflexión sobre lo que sucede aunque sea a miles de kilómetros. Por eso y por muchas cosas más, «Éxodo», un texto de Julio Salvatierra se hace indispensable. No solo le asiste una cuestión de justicia hacia quienes padecen, sino la ética de un humanismo activo, la sensibilidad personal y la libertad de expresión.
La obra aborda el universo de los refugiados desde el lado de quienes se ven obligados a emigrar: las causas (guerras, ideologías, destrucción), los padecimientos (hambre, frío, desaparición de seres queridos), las circunstancias que afrontan (engaños, abandono, indefensión, soledad), y sobre todo el miedo, la incertidumbre de lo que les espera…
Pues bien, Salvatierra ha escrito «Éxodo» apoyándose en una serie de fotografías de Sebastiâo Salgado que muestran los horrores de los refugiados. El texto ha sido publicado en el número 349 de la revista Primer Acto donde se puede consultar.
Desde el punto de vista formal, la obra se articula en tres partes y una especie de epílogo. En conjunto, describe la épica de un grupo de niños de distintas nacionalidades y religiones que sufren la guerra y emprenden un viaje de búsqueda para refugiarse. No se hace referencia a la acogida y su posible integración. Termina con un crudo diálogo en off entre los equipos de ayuda humanitaria. «- Cinco dólares por cadáver. / – No, yo cobré quince en África. / – Está bien, lo dejamos en diez…/ – De acuerdo…» Este tipo de diálogo mercantilista golpea en el estómago del espectador porque sorprende la frialdad de los interlocutores y porque son datos que evitan los medios informativos en general.
Aparte de lo sobrecogedor de algunos diálogos, la obra se centra en mostrar situaciones concretas no menos inquietantes: la del francotirador, la de la patera, la del tren, la del traficante de fronteras. Son situaciones conocidas (de nuevo por los medios informativos) pero puestas en escena adquieren una dimensión singular que hace recapacitar.
Ahí está la clave de la puesta en escena. Estamos ante un montaje brechtiano donde se narra la épica de unas gentes en estado deplorable, pero está limando las asperezas para distanciar la compasión e inducir a la reflexión; sacude, muestra un retazo de la realidad pero el lirismo se impone para que el espectador no pierda la conciencia y pueda razonar.
Con todo, Roberto Cerdá ha construido un espectáculo inteligente. Aúna la belleza plástica con escenas hermosas (aparte de las ya mencionadas) como la del campamento, la de sueño-revolución, en fin, la de los juguetes que asoman por una especie de superficie helada (el texto dice «encima de la nieve»). El montaje posee una serie de claves para entrar en un análisis didáctico que se escapa de este artículo: no solo las referencias a Brecht, sino al teatro clásico, a los autores de nuestra modernidad, al cabaret.
En definitiva, «Éxodo» se hace necesario precisamente porque no conmociona como los noticiarios; se distancia con una poética llena de matices artísticos para que el público pueda entablar un diálogo posterior tanto con el contenido como con la escritura literaria y con la teatralidad.
Manuel Sesma Sanz
Espectáculo: Éxodo. Texto: Julio Salvatierra. Elenco: Silvia Acosta, Jonás Alonso, Maica Barroso, Inma Gamarra, Xisca Ferrá, Marta Gómez, Antonio Gómez, Anna Kurikka, Rebeca Matellán, Celia Pérez, Gerardo Quintana y Almudena Ramos. Espacio escénico y vestuario: Susana de Uña. Movimiento físico: Marta Gómez. Espacio sonoro: Mariano Martín. Idea y dirección: Roberto Cerdá. Producción: 181grados /mutis escena. Sala Cuarta Pared hasta el 6 de febrero.