Exploradores
Llevamos muchos años hablando de internacionalización. Estos últimos tiempos, si cabe, más todavía. En la actualidad, las mochilas de explorador son una moda forzada. Tenemos que escapar de la miseria ulcerosa que nos consume proyectando nuestras carreras y posibilidades de mercado en el exterior. Esto es un ‘sálvese quien pueda’.
No voy a centrarme en el trabajo llevado a cabo por la administración pública o por aquellos certámenes o instituciones encargadas de velar por la promoción de una u otra cultura durante estos últimos años, en estrategias, logros o fracasos. Dejaremos este capítulo para otro día. Tampoco me referiré al éxodo de artistas al que estamos asistiendo en estos momentos, un fenómeno que contribuye claramente a la desertificación cultural que vive el país.
Esta semana me gustaría hablarles de uno de los creadores contemporáneos catalanes con más proyección internacional. Un dramaturgo que, de momento, insiste en trabajar desde Barcelona, aunque se esté convirtiendo en un fenómeno global. Su nombre es Esteve Soler y su trilogía de ‘Contra…’ está ya disponible en diez idiomas.
Esteve es un artista al que admiro profundamente. Su universo creativo está cimentado de manera magnífica, temática y formalmente, y a la vista está que funciona perfectamente en múltiples contextos culturales. La voz de este joven dramaturgo es tremendamente personal y sincera, y por eso se hace irresistible.
El mundo de Esteve Soler es negro como el carbón. En Contra el progreso, Contra la democracia y Contra el amor presenta su visión sobre el hombre y el mundo contemporáneo en pequeñas píldoras góticas, siete caramelos por obra rellenos de ácido sulfúrico. Un mundo lóbrego primo lejano del Gran Guiñol y los episodios de ‘The Twilight Zone’; pero también heredero de la palabra de Brossa y Calders, la imaginería de Buñuel o la mala leche de Boadella.
Casos como el de Soler nos demuestran que al mundo le interesan la calidad y la singularidad, he aquí dos condiciones básicas para poder conectar con la demanda cultural de cualquier rincón del planeta. Si lo que queremos es ser fuertes en el mercado exterior, tiene poco sentido que nos proyectemos en estilos que no podemos asumir o en la manera de hacer de otros creadores internacionales. El oxigeno es imprescindible; y las influencias, las referencias o las citas tan necesarias como inexorables. Pero ¿cuántas copias, versiones o alter egos de Thomas Ostermeier, Romeo Castellucci, Yasmina Reza o David Mamet, entre otros, nos hemos comido estos últimos años en las grandes programaciones, presentadas como paradigma de la modernidad y de un estilo global de creación? A veces tengo la sensación que para un extranjero podemos llegar a resultar tan chocantes como chocante podría resultar en nuestro contexto una bailaora hawaiana o un cantaor lapón –por muy bien que puedan llegar a atrapar la singularidad del tema, entiendan lo que les digo-.
Dicho esto, y mientras continúo dándole vueltas a la cuestión, anoto en la agenda que el próximo seis de abril el CAET de Terrassa presenta por primera vez, y en una misma velada, el montaje las tres obras que conforman la trilogía de Esteve Soler. Sepan que a lo largo del mismo mes éstas también podrán verse en La Seca – Espai Brossa de Barcelona. No se las pierdan.