Extranjeros / Cambaleo Teatro
-Texto y dirección: Carlos Sarrió
-Actores: Antonio Sarrió, Julio C.García, Begoña Crespo, Arsenio Jiménez y Carlos Sarrió.
-Lugar: 11 de Mayo en el Teatro de la Estación, Zaragoza.
Un escenario con filas de bancos que irán moviendo, van saliendo los actores y nos narran pensamientos, historias… una pequeña discusión sobre un libro nos introduce en esta obra en la cual vienen a hablar de hasta donde puede llegar el término extranjero, y a través de él nos sumergen en su mundo. Un teatro lleno de palabras, lo que hace que en algunos momentos, sobre todo al principio la obra se haga algo más lenta, ya que estos actores no parece que interpreten lo que dicen (dicho en el mejor de los sentidos). Es un teatro donde el texto al comienzo adquiere el nivel de protagonista, y tan lleno de matices e información que parece imposible no perdernos entre la multitud de caminos que nos abren al pensamiento. Nos hablan como siempre de la vida, del hombre, la ambición, la muerte, de la nada, los psicópatas, del destino… quieren abarcarlo todo y eso puede llegar a saturar al espectador; que puede sentirse como un simple oyente ante una obra con tan poco artificio, donde los personajes no tienen nombre porque no representan a nadie, ni llevan vestuario, ni tienen nada donde sujetarse ante el abismo de sus palabras. Así se suceden pequeños monólogos y diálogos entre ellos sin que nadie salga ya de escena hasta el final.
Y es en el silencio más absoluto donde son capaces de llenar un escenario de sentimientos, donde parece que nos quieren hacer entender en unos segundos el sentido de todas aquellas historias y diálogos que nos han contado. Una escena donde cada uno abre su maleta y se enfrasca en un mundo donde no ve al otro. Mientras uno comienza a cocinar, otro se afeita, uno se pierde en su propia maleta y la única actriz va probando gafas, sombreros y poses… sólo hay un observador desde el inicio de este juego que toma nota de todos y cada uno menos de sí mismo. Y esas fronteras poco a poco se van rompiendo y abriendo. El texto se relaja y en esa cocina por la que todos pasan a cocinar el olor a sofrito pronto llega al espectador mientras van preparando un plato que más tarde les unirá en semicírculo y ellos continúan con sus diálogos. Al final reparten el pan, la comida y se ponen a comer ante nosotros y parecen quitarse ese pequeño velo que llevaban como actores y charlan, bromean, ríen y se relajan.
Y aquí se muestra la maravilla de un teatro nuevo, con lenguaje propio y que aunque no nos cuente una historia en particular sí que nos puede hacer sentir, pensar y disfrutar. Es verdad que alguna actuación puede flojear en escenas concretas, y que precisamente el momento menos creíble es en el que nos cuentan que son actores y nosotros público; pero en conjunto son capaces de ofrecer un espectáculo lleno de vida, de fuerza visual sin grandes artificios y un espectáculo que merece la pena disfrutar.