Facilismo contemporáneo
¿Para qué hacerlo fácil si se puede hacer difícil? Esa típica frase que bajaba del olimpo para ser modulada por los mayores cuando uno se complicaba de más tratando de hacer algo, se ha visto reemplazada por; ¿para qué hacerlo fácil si se puede hacer más fácil aún?
Desde leer resúmenes en vez del libro para la prueba del colegio hasta evadir el pago en el transporte público, pasando por el poco contacto entre vecinos para evitar conflictos en las grandes ciudades.
Desde el ver noticias en la televisión en vez de informarse leyendo periódicos, pasando por oír chismes de todo tipo que pretenden conocer la verdad de lo sucedido.
Desde robar en vez de trabajar, pasando por la compra de cuanto juego de azar exista para lograr parecer más que ser.
Desde ver un reportaje en la televisión sobre tal o cual lugar en vez de ir a conocerlo físicamente hasta preferir una llamada telefónica o un whatsap en vez de visitar al pariente enfermo, pasando por mensajes de texto a la familia.
Todo, todo el actuar humano contemporáneo ha tendido al facilismo de la no acción.
Por supuesto que en apariencia no hacer es una alternativa mucho más fácil que hacer. El sólo hecho de romper la inercia del estatismo implica un esfuerzo físico en este mundo donde preferimos mover el dedo pulgar pulsando botones del control remoto en busca del reportaje que nos acomode en vez de caminar hacia ese lugar maravilloso que nos muestran las imágenes en la pantalla, que por lo demás, siempre se ven mejor en HD.
Al ir al estadio, en la jugada de gol sólo vimos unos distantes puntos en movimiento y si por alguna razón estábamos distraídos, nos perdimos la jugada definitoria del partido. En cambio en la televisión, casi pareciera que estamos pateando la pelota al arco y si nos distraemos, podemos ver la repetición una y otra vez sin perdernos ni el más mínimo detalle.
¿Qué es mejor, el televisor o el estadio?
Tentador es decir la televisión pero sin lugar a dudas la emoción que se siente al estar rodeado de miles de almas comulgando en un sentimiento deportivo, jamás podrá ser superado por una pantalla HD con sonido dolby surround estéreo plus.
La respuesta es ¡El estadio!
Lo fácil aunque atrayente no siempre es la mejor alternativa.
Ver una obra de teatro por televisión no se aproxima ni de lejos al estar en una sala.
Al ir a un circo, aunque sea el último de los circos pobres, la magia de ver a quien vende las entradas como trapecista y a quien vende algodón de dulce como payaso, cautiva con su magia más que el último montaje del Cirque Du Soleil filmado en alta resolución y con sonido polifónico.
El contacto humano nunca será superado por la tecnología.
Las artes escénicas nunca podrán renunciar a su labor fundamental de emocionar y de no hacerle tan fácil la vida al espectador.
La competencia parece dispareja entre el hombre y ese monstruo tecnológico creado por el capaz de embaucar conciencias con sus fuegos artificiales multimedia.
Lo más difícil es lo más complicado y al mismo tiempo eficaz.
Todos podemos recordar esa película donde el guión nos cautivó hasta grabarse a fuego en nuestra memoria apelando a las emociones sin un sólo efecto especial de esos que se vale el cine comercial para entretener con facilidad y pocas veces para emocionar.
Menos efectos especiales más sentimiento.
Menos estatismo facilista más movimiento no sólo físico sino que mental.