Críticas de espectáculos

Fedra/Juan Mayorga

La tragedia no es la expresión de una situación concreta sino el lugar de confluencia de abstractas pasiones. Y como pasiones abstractas -simbólicas- no vienen configuradas por el tiempo histórico en que se desarrollan. ¿Qué es entonces lo que más puede interesar hoy de la tragedia “Fedra”: la pretendida pasión abstracta o la concreta motivación histórica sobre la que se hacen traslaciones actuales? La versión de J. Mayorga ha optado por lo primero, por enfatizar la “lectura” idealista-tradicional de una de las más hermosas creaciones helénicas, tramada sobre un hecho universal persistente -el amor enloquecido de Fedra-, situándolo hábilmente en un “tiempo mítico”, donde el conflicto admite con pleno sentido las pasiones extremas. Mayorga, uno de los dramaturgos más destacados de la última generación (en Extremadura lo conocimos en el I Encuentro de Jóvenes Dramaturgos, Castillo de Alburquerque 1990) ha debutado en Mérida con esta versión, basada en Eurípides, Séneca y Racine, que sintetiza el estilo dramático de una Fedra inmortal (bella, femenina, inapelable y victoriosa), enferma de un amor que va más allá de la tragedia de destrucción, un amor donde palpita la tragedia de sublimación: Fedra se enamora de su joven hijastro viendo en él la proyección del esposo (complejo que han examinado los psicoanalistas). El espectáculo, destaca por la dirección de actores de J. C. Plaza. Actores que impregnan de atmósfera un austero espacio -con solo una cama de psiquiatra-, donde el director logra plenamente el ritmo de tragedia (su tono grave objetivo, resultado del conflicto ético, se produce en el grado justo de intensidad en crescendo) y el estilo clásico modernizado que no excluye los elementos del realismo -lenguaje claro donde brillan los textos con resplandor poético- ni del expresionismo en posturas trágicas que generan belleza. La atmósfera sobrenatural de la tragedia la recibe el público con silencio religioso. Las actuaciones son excelsas. Ana Belén llena de magia prende fuego en el corazón de Fedra y con fiebre hermenéutica modula sus gestos y declamación, demostrando -en diálogos y monólogos- su genio trágico de tensa fibra, que a uno le encoge el alma o le agrada el espíritu. F. Perea, vibrante como Hipólito le da réplica sujeto a su destino. Chema Muñoz demuestra solvencia escénica en su implacable Teseo. Alicia Hermida borda a la pérfida Nodriza. Y Daniel Esparza (Acamante) y Javier Ruiz (Teránemes) llenan de organicidad sus roles. Lo único que hace perder puntos a “Fedra” es la pésima utilización del espacio romano. Su escenografía tiene más sentido en el Grec o en el Bellas Artes donde está contratada la obra. Y otra cuestión, sería interesante emplazar a A. Belén para que actúe sin micros, como hicieron otras grandes actrices: M. Xírgu, N. Espert, V. Vera, M. L. Borruel… (Publicado en el PERIODICO EXTREMADURA, Escenarios, 17-7-07)


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