Sangrado semanal

Frente al portal

Vamos gestando proyectos en el interior del corazón, dejamos que crezcan, a veces, las circunstancias externas ayudan, los astros se alinean, hay tiempo, ganas, amor, financiación y en el último momento, el asunto se diluye en las nieblas del tiempo. Puerta que se cierra. Asombro pavoroso ante la nada. Silencio y oscuridad por un tiempo que, una vez pasado, siempre fue mas corto de lo que fue. Silencio y oscuridad digo hasta que, sin más preámbulos, se oye el llanto de un recién nacido.

Así es la vida, se abre paso tras la muerte, se quiera o no se quiera. Llora un nuevo niño en su cuna, un nuevo proyecto que amamantar surge frente a los ojos donde antes, solo había desierto. Puertas que se abren y puertas que se cierran. Existe en teatro un ejercicio que resulta esclarecedor frente a este tipo de vivencias vitales y profesionales. Cierto es que para hacerlo hace falta gente. Cuantos más mejor, porque, de esa forma, los portales se armarán y desarmarán con mayor rapidez, fluidez y sorpresa. Es decir, cómo en la vida misma.

Caminamos por el espacio, ¡Ay! Cómo nos gusta a los actores y a las actrices caminar por el espacio. Imaginen, 14 a 20 personas recorriendo una sala de un lado a otro, sin chocarse, bien repartidas por todo el área de trabajo. Y entonces, sin previo aviso, dos personas conforman un portal, un umbral, las dos columnas de una puerta. En cristiano: dos personas se detienen, en paralelo, guardando entre sí una distancia de metro y medio. El juego consiste en estar atento mientras te desplazas para ser capaz de ver que se ha conformado una puerta, cuya existencia durará segundos, o la atraviesas o se cerrará para siempre.

Hasta aquí: ¡Qué yanqui suena todo!, ¿verdad? «O atraviesas ahora la puerta o se cerrará para siempre». Esta forma de encarar el juego/vida hace que nos quedemos colgados en las oportunidades perdidas y nos obsesionemos con estar en el momento y lugar exactos para «triunfar» en la vida. Ésta, señores, es la filosofía heredada desde el otro lado del charco. Y, sin embargo, el ejercicio de las puertas no acaba en la oportunidad perdida, porque, a cierta distancia de la puerta que se cierra, ya se está conformando otra y como te quedes paralizado, rumiando el supuesto fracaso, no tendrás tu ser a punto para atravesar la siguiente puerta. Porque esto no para, la vida no para nunca, ni siquiera parará cuando ya no estemos.

La actitud mental y corporal que asumimos cuando vamos a atravesar puertas es divertida, de goce. Se convierte en puro juego cuando sabemos que tras una puerta, se conformará otra y después otra y, quizás, imultaneamente otra más, sólo que no sabes exactamente dónde surgirán, por eso es importante estar con todos los sentidos alerta, pero no desde el agobio, sino desde el puro juego vital. Importante también no olvidar convertirnos de vez en cuando en umbral para otros, conformar puertas que otros puedan atravesar…o no. Así que ojo a las oportunidades perdidas. A ver si nuestro propio llanto va a impedirnos escuchar el llanto del recién nacido. Buen año para todos.


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