Genial divertimento pese a ciertas ausencias
La sexagésima edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida comenzó con la representación de «Los gemelos» de Plauto, en versión de Florián Recio, presentada como «una función especial 10 aniversario de Plauto» (según el programa de mano) y también como un homenaje del Festival a la compañía productora Verbo Producciones que durante 10 años mantuvo activo el espectáculo haciendo giras por el país, después de su estreno en el Teatro Romano. «Los gemelos» fue un genial divertimento logrado por artistas extremeños en la 59 edición, un gran éxito que superó el listón de otros espectáculos foráneos que participaron en aquel Festival.
El melodrama fársico «Los Gemelos» de Plauto (que en 2009 se representó por primera vez el teatro romano, con dirección poco acertada de Tamzin Townsend), tiene mucho de ese determinado teatro latino cuya característica principal es el enredo en la acción -que ha sido modelo constante de la comedia de personajes dobles- basado en el puro juego escénico de chistes, gracias y gags de gran inspiración. La obra, cuyo argumento asentado en los equívocos producidos por la aparición de dos gemelos, que no saben uno del otro, y que provocan que los demás les tengan por la misma persona, constituye también una sucesión de tipos que forman parte de la sociedad romana donde aparecen reflejados los valores morales de ese momento histórico.
La versión de Florián Recio es espléndida. No solamente porque ha acrisolado el sentido de la medida cómica del texto original, actualizándolo en la palabra y en el planteamiento escénico, sino también en la función moralizante y eminentemente social características de la comedia culta. El escritor extremeño ha respetado el argumento teatral de Plauto ajustándolo a las necesidades de la producción: eliminando personajes prescindibles (médico, cocinero, esclavos…), convirtiendo otros e innovando en el cambio de sus nombres para relacionar el juego cómico melodramático (con los culebrones televisivos modernos) y de lugares (la obra no se desarrolla en Epidamno sino en Emérita Augusta).Y, sobre todo, ha sacado a relucir chispeantes alusiones y diálogos oportunos -de crítica y denuncia- que iluminan las paradojas y las miserias del carácter humano de nuestro tiempo.
La puesta en escena de Paco Carrillo, que añade algunos guiños cómplices que tienen que ver con la actualidad regional, logra en su conjunto un espectáculo fresco de genial diversión, donde las actuaciones y la música -de la llamada Banda de Plauto- son los elementos importantes de esta función, aprovechados al máximo en el espacio del monumento -arropado por la bella luminotecnia de Francisco Cordero- que sirve de escenografía. Destaca la dirección de actores, a los que ha dotado de recursos artísticos cómicos, que se mueven en una atmósfera de farsa estilizada y tonos de caricatura grotesca, para provocar en el público la sonrisa, la risa y la carcajada de forma infalible.
Pero el montaje no ha tenido la espectacularidad y el atractivo que tuvo hace 10 años. Se echó de menos la original e impresionante escenografía de Damián Galán, que aprovechaba magníficamente todas las partes del monumento para convertirlo en un suntuoso mercado ferial romano, con el ingenio de fusionar los espacios de forma que permitían una orientación armónica en el desarrollo de la comedia y, por otra parte, la transposición de esta a una visión de la sociedad de hoy. Fue una de las mejores escenografías que han pasado por el Festival.
El espectáculo que hemos visto ahora ha estado mermado, con una menor calidad. La función presentada en esta ocasión ha sido, poco más o menos, similar a la adaptación que la compañía realiza en plazas porticadas y teatros a la italiana. En este sentido, tengo que decir que la organización del Festival ha sido rácana con esta función, que había considerado como una efeméride y un homenaje a la compañía extremeña (anunciado a bombo y platillos). Se debió representar tal como fue en el día de su estreno, no como un bolo más.
Lo mejor del espectáculo es que mantiene la interpretación sobresaliente de todos los actores (algunos como Ana García y Nuria Cuadrado incluso la superan). Esteban García Ballesteros, uno de los gemelos, brilla como un verdadero malabarista del humor, pleno de virtuosismo y exhibición artística, que consigue meter al público en un puño desde su aparición. Ana García, muy creativa, despliega recursos expresivos llenos de matices en voz y en gestos para encarnar a una comiquísima esposa (al estilo pánfilo de Verónica Forqué y Chus Lampreave, a las que supera). Juan Carlos Tirado, que hace de parásito, derrocha talento en cada una de las situaciones, provocando mucho vínculo cómico sobre los demás personajes. Paca Velardie, que sustituye a Pepa Gracia, hace una meretriz madurita, dominando también el gesto y la intencionalidad, moviéndose con sensual elegancia. Fernando Ramos, el otro gemelo, aunque contrasta la parte más seria, logra su personaje de forma sensacional dando mucho juego. Nuria Cuadrado y Pedro Montero, cumplen perfectamente sus roles de esclavos, subrayando las réplicas con excelentes golpes cómicos.
Se notó la ausencia de Luisa Hurtado, una actriz que en la función original había demostrado sus capacidades artísticas en una sorprendente y singular caracterización de su personaje de suegra. En la adaptación de este montaje el personaje fue eliminado. La música en directo, interpretada por La Banda de Plauto (con la voz de María José Pámpano) volvió a contribuir con simpatía a acentuar y lucir ese hálito festivo de tan divertida comedia.
Pero la función comenzó mal, con un fallo técnico que duró casi 15 minutos, debido a un deficiente sonido de los micrófonos que portaban los actores. Solucionado el problema el espectáculo marchó perfectamente. El público se lo pasó en grande y aplaudió mucho durante la función y al final.
José Manuel Villafaina