La compañía Da.Te Danza estrena el 30 de junio en el Teatro Isidoro Máiquez de Granada dentro del programa del FEX (extensión del Festival de Música y Danza de Granada) un nuevo espectáculo para adultos dirigido y coreografiado por Germán Jauregui, bilbaíno afincado en Bélgica con una trayectoria de más de una década vinculado a la compañía Última Vez/Wim Vandekeybus. Titulada ‘Tres silencios’, esta pieza protagonizada por Iván Montardit, Rosa María Herrador y Marie Klimesova, trata de reflexionar sobre los encuentros, a los que estamos expuestos desde que nacemos, entender la distinta naturaleza de cada uno de ellos, cómo nos influyen y condicionan, de que forma ciertos encuentros tienen un efecto determinante en nuestra existencia. Cómo nos enfrentamos a ellos, qué esperamos de ellos, qué ocurre durante esa espera: el Silencio. ‘Tres silencios’ apuesta por el movimiento físico y la capacidad de sugerencia del cuerpo, tanto solo, como en relación con otro u otros cuerpos, y cuenta con músicas de Bach y Ravel, suites que hacen que la pieza entre en una dimensión donde se facilita la labor de identificación y dialogo del público con la escena, así como de Jesús Fernández y José Perelló que crean una atmosfera imprevisible cargada de cambios y sensaciones, algo misterioso que contrasta con el resto de escenas. Silencio, soledad, espera… ¿Qué reflexiones se plantean en ‘tres silencios’?
Antes de nada, ‘Tres silencios’ como el resto de las piezas en las que he tomado parte, es nuestra respuesta al mundo y sociedad que nos ha tocado vivir. Es desde esta perspectiva que hemos afrontado el trabajo. Es una respuesta muy concreta y subjetiva después de dos meses de trabajo, pero que aspira a funcionar como impulso vital para provocar una reacción y reflexión “sensible” en el público.
El contexto en el que vivimos, la complejidad de nuestro entorno, ejerce una influencia determinante en todo tipo de relaciones a las que estamos expuestos , relaciones con personas, con ideales, con creencias… y que sobre todo afecta a la manera en la que nos relacionamos con nosotros mismos. La toma de conciencia de esta idea ha sido el eje sobre el que se ha desarrollado el proceso creativo, y ha activado un imaginario en el que hemos re-definido conceptos como silencio, soledad, espera… que en realidad funcionan como mera estrategia para hacer un ejercicio de concretizar, materializar y universalizar inquietudes personales de cada uno de los intérpretes, siempre siendo conscientes de que hay un público al que nos dirigimos y que lo que se realiza en la escena es un puzzle en el que el espectador tiene siempre la última pieza, es él quien en última instancia decide lo que la pieza plantea. Entre ambos se establece una relación de intimidad. Desde el momento en el que el trabajo se muestra en el escenario, ya no nos pertenece, pertenece a quien lo ve, por tanto hay tantas piezas, tantos “tres silencios” como personas vean la obra.
Dices que en este espectáculo tratáis sobre ‘el encuentro como un enigma o un misterio que no debe ser comprendido sino vivido’. ¿Esa filosofía ha condicionado el desarrollo creativo de la pieza?
Lo que realmente ha condicionado la creación de la pieza no ha sido ninguna filosofía en concreto, sino más bien la manera en la que hemos sido capaces, con mayor o menor éxito, de focalizar nuestra respuesta, de trabajar y llevar a escena una cierta visión y manera de entender el momento en el que vivimos. Tenemos la responsabilidad como creadores, de posicionarnos con respecto a las temáticas que se abordan, sin imponer nada al espectador. Todo lo contrario, debemos “hacernos invisibles” o transparentes, debemos ser una especie de hilo conductor entre la realidad o el mundo cotidiano y el público, para que de esta forma, los materiales y propuestas “revelen” al espectador ciertos aspectos sobre el mundo o sobre sí mismos. La pieza debe de funcionar como espejo que ofrezca al espectador una imagen mas verdadera sobre su persona, un descubrimiento. Durante los ensayos siempre hemos sido conscientes de esto y dicha consciencia, a un nivel, es la que ha marcado el proceso creativo.
Tanto Da.Te Danza como tú tenéis una amplia trayectoria en la danza teatro. Sin embargo, dices que ‘no hay una historia previa que el publico debe recibir de manera intelectual’…
Cuando hablo de teatro, hablo de las artes escénicas en general. Creo que hoy en día cuestionarse que una cosa es danza y la otra teatro, es un discurso estéril. Cuanto más clasificamos las cosas mas límites creamos. Pienso que el teatro hoy en día debe intentar lograr una respuesta emocional más que intelectual en el público, el teatro debe de ser “entendido” de una forma sensible y no racional, creo que esa es una de las diferencias entre el arte y la ciencia. Mientras que la ciencia introduce en la conciencia humana verdades y conocimientos que la gente de una determinada época y sociedad consideran importantes, el arte traslada esas verdades al ámbito del sentimiento. Ambas están íntimamente relacionadas. Para mí, un teatro que tiene como objetivo solamente el transmitir ideas o conceptos pierde su esencia. Otra cosa es dirigirse al intelecto como estrategia o coartada para llegar al mundo sensible del espectador. Es por esto que siempre tengo problemas con la figura del crítico o el teórico, que tratan de intelectualizar y reducir al ámbito del significado y la palabra el mensaje del artista, y que al final no hacen más que empobrecerlo, simplificándolo todo mediante un ejercicio de análisis que tiene como objetivo crear contenido o “sentido” donde quizás no lo haya y terminan por desvirtuar la obra. Me parece una actitud arrogante. Yo como director no necesito intermediarios que interpreten y teoricen mi propuesta, quiero que llegue a la gente sin ningún tipo de intromisión que puede condicionar, desvirtuar y ensuciar la relación que el público establece con la obra que, como he dicho antes, es de intimidad; como público que también soy, y por las mismas razones, tampoco lo necesito. Por lo tanto me pregunto cuál es su utilidad, si es realmente un instrumento que alguien necesita, a quién sirve lo que escriben, me parece una labor muy cuestionable y delicada.
¿Y personajes? ¿Cómo se transmiten todas esas emociones?
En mi trabajo nunca hablo de personajes, sino de personas. Trato de que los intérpretes tengan una relación emocional directa y vital con las temáticas de la pieza. Para mí es algo fundamental, creo que es parte de mi trabajo el hacer que el intérprete considere la pieza como suya, como algo muy importante en su vida, lo mas importante. De esta forma, el nivel de complicidad e implicación es el adecuado. Como he dicho antes, no tratamos de contar una historia, por lo tanto no necesitamos personajes que “vivan” una determinada emoción en la escena para que llegue al publico, necesitamos personas que sean capaces de sugerir y de hacer que el espectador se identifique con lo que ve. La emoción tiene que darse en el patio de butacas, no en el escenario. La base de mi trabajo es moverme desde la sugerencia, hacer partícipe al público de lo que ve. Esta es mi opinión y mi forma de entender el teatro.
Vienes colaborando durante los últimos años con Da.Te Danza, ¿Cómo es vuestra relación? ¿Qué os une?
En el pasado impartí dos workshops en Da. Te Danza, y con este proyecto nuestra relación se hace mas estrecha, creo que por encima de todo nos unen las ganas y la ilusión por el trabajo, por seguir aprendiendo, profundizando y creciendo como profesionales y, sobre todo, como personas.