Granos en el trasero
Recientemente, en una charla sobre programación de espectáculos, me preguntaron: ¿Buena gente y resultados regulares o bien auténticos granos en el trasero presentando joyas? Tiene que haber de todo en la viña del señor, les respondí. Incluso profesionales aparentemente encantadores que una vez contratados se convierten en tu peor pesadilla. O también, directamente, puedes encontrarte con mala gente presentando productos peores.
El secreto puede estar en un balance ajustado, en la asunción de un porcentaje adecuado de profesionales problemáticos – ¿no les suena a paradójico?-, siempre en pos del arte y la excelencia. Y es que uno puede taparse la nariz con los dedos finamente y aguantar, tirar de espalda y cintura y capear alegremente improperios y alguna que otra barbaridad. Forma parte de nuestro trabajo. ¿O no? Estructuras, productores y otros animales somos culpables de haber sobreprotegido a gran parte de la profesión. Incluso desde la pedagogía teatral practicada en este país se puede haber tendido a ello, sobrealimentando egos. ¿Quién nos creemos que somos?
En este oficio uno puede hacer amigos con mucha facilidad. También enemigos. La ilusión es un material tan sensible… y más cuando se es realmente bueno. ¿Quiénes somos para juzgar si esto o aquello está bien; discernir arte de artesanía, artesanía de copia, copia de fraude? Es la eterna pregunta, el gran lugar común que cada cual se encargará de responder por sí mismo, no me atrevería yo a resolverles tal dilema. Dicho camino conviene recorrerlo de manera estrictamente individual.
Los nervios, por otra parte, también pueden jugar malas pasadas. En según qué situaciones, podemos llegar a comportarnos como auténticos mamarrachos -los auténticos profesionales se revelan en la gestión del estrés en determinados momentos-. Excentricidades a parte, los estrenos pueden ser nefastos, y debutar en según qué plazas un suicidio. No hay nada peor que un artista inseguro o la presentación de un espectáculo por terminar – lo digo por propia experiencia, cuánto cuesta afinar con un estreno, ¡la de veces que he llegado apurado!-.
En la charla sobre programación que les comentaba al principio de estas líneas, se sorprendieron. Los demás compañeros hablaron de la calidad humana de los artistas y de la cercanía que buscaban con las compañías que programaban. Yo les dije que, personalmente, podía asumir entre un cinco y un diez por ciento de granos en el trasero en una programación. Creo en esa cercanía, en el diálogo y, sobre todo, en la transparencia y accesibilidad al criterio profesional ejercido por parte del programador. Pero una cosa es proximidad y la otra irse de copas con los grupos contratados o por contratar. Sinceramente, los amigos están mejor fuera del trabajo. Buena o mala gente puede haber mucha a lo largo de nuestra vida laboral. Excelencia artística, por otra parte, en contadas ocasiones.