Grillete horario
En la sociedad contemporánea en la que nos está tocando vivir, el tiempo ha dejado de ser un guía, una sugerencia para nuestro actuar y se ha transformado en un grillete capaz de amarrarnos a todo aquello que no queremos.
En los albores de nuestra civilización, cuando el hombre dejó gradualmente su condición de nómade cazador para transformarse en agricultor sedentario, el tiempo comenzó a condicionar su vida. Si bien es cierto nunca estuvo del todo exento de ello, los grandes ciclos de la naturaleza como por ejemplo el de las migraciones de animales y tras ellos el cazador, fue reemplazado por las estaciones del año en función al cultivo, cosecha y gradualmente al día a día en que la hora nos dicta cuando levantarnos, cuando comer, cuando teóricamente descansar, cuando dormir, cuando pensar, cuando servir…y además, con una precisión impresionante.
¿Cuándo ser?
El grillete horario con puntualidad digital puesto en la muñeca se ha transformado en el amo y señor de nuestras vidas, sin derecho a réplica ni objeción.
Son las 8 de la mañana, voy a llegar atrasado al trabajo. A correr se ha dicho.
Son las 2 de la tarde, tengo que tener hambre y debo comer. Más bien tragar para no perder tiempo.
Son las 11 de la noche, debo acostarme a dormir. De seguro no para descansar pensando en el sonido del despertador.
Nuestro reloj biológico se ha subordinado al huso horario en que nos toca vivir según lo dicta el meridiano de Greenwich.
He escuchado la idiotez máxima cuando alguna vez he preguntado la hora y me han contestado de mala gana, seguramente por hacerlo perder tiempo, las 11:27.
¡11:27!
¿A quién o para que le sirven los 7?
La era digital nos ha liberado de trabajos físicos para esclavizarnos tecnológicamente, atrofiando muchas de nuestras capacidades naturales.
La seducción multi media ha aplastado sin piedad a la imaginación de muchos que prefieren comer papilla y no masticar una carne que aunque a veces dura, puede ser sabrosísima.
El tiempo extra que teóricamente nos han entregado los avances tecnológicos, no solo es llenado sino que rebalsado por la hipnótica atracción digital.
Creemos tener miles de amigos porque nos han dado un like en Facebook y nuestra cuenta en Instagram acumula y acumula visitas pero pasamos tanto tiempo frente a la pantalla que hemos olvidado el reflejo de una mirada sincera.
Quizás sea bueno perder el tiempo en nada, nada que tenga que ver con modernidad. Quizás vagar un rato sin destino pre concebido. Quizás no comprarle pilas al reloj. Quizás detenerse a solo pensar sin esperar ningún resultado de las posibles divagaciones.
Por supuesto que es bueno tener planes en la vida y hacer lo posible por lograr los objetivos planteados pero ¿y si hiciésemos un paréntesis para dejarnos llevar por el azar? ¿Y si nos dejásemos llevar solo por lo inesperado?
No se trata de volvernos unos vagos paseando a un perro en brazos por los intersticios de la ciudad o como se dice hoy en día, un Homeless pero de vez en cuando no nos puede hacer daño.
Respiremos hondo y atrevámonos a sacarnos el grillete de la muñeca para ser libres, aunque solo sea por algunos minutos.