Guerra de la información
Estábamos saliendo a duras penas de una pandemia y, cuando comenzábamos a ver la luz al final del túnel, el dictador Putin se ha empeñado en arrastrarnos a todos a una guerra mundial, al estilo del siglo XX. Bordeamos ya, no lo político, sino lo radioactivo. Diría que en la época presente todo se está volviendo tan peligroso que es radioactivo. Sí. Rememoramos el estilo de la guerra fría, también aquellas trágicas decisiones de los dictadores del siglo XX. Si la década pasada se parecía a los años 30 de la anterior centuria, la que está naciendo comienza a acercarse a la de los 40 o 50. Además, hemos pasado de la mentalidad del miedo a una pandemia (también a los otros cuerpos) no haciendo, expresándonos con una especie de parálisis general, a la de “hacer” por culpa de una nueva guerra en las fronteras de Europa, a la de actuar por indignación, incluso con nuestros cuerpos.
Si las noticias falsas suponían un error en el sistema, muy dañino para la democracia, puesto que podían traer lo que ya los antiguos oradores consideraban como demagogia, en el caso de la reiterada negación de los portavoces del gobierno de Rusia a reconocer que están invadiendo o atacando a Ucrania, ¿es lo que dicen o lo que no dicen? Que podamos identificar tan claramente una noticia falsa, que podamos comparar las diversas posiciones y que escojamos el espacio más próximo a los acontecimientos reales en estos tiempos contemporáneos de tanta información (y desinformación), me parece uno de los hitos del siglo XXI que, creo, no se le está prestando la atención que debiera. Porque esa podría ser una clave importante para la resolución del conflicto.
Desde luego, Putin ha perdido la guerra de la información. No es posible ocultar la verdad durante mucho tiempo. Este aprendiz de Hitler-Stalin-Mussolini-Franco-Mao-Pinochet, como su forma de actuar así lo describe, ha creído que la información puede ocultarse o manipularse a su antojo, como en los tiempos del antiguo KGB, durante la guerra fría. Tiene varios frentes abiertos en este momento: la campaña bélica en Ucrania, la guerra de la información, la crisis económica con una especie de bloqueo comercial a su país, los trágicos éxodos de refugiados ucranianos y rusos en Europa que están provocando sus decisiones, además de la “batalla” contra su propio pueblo que, poco a poco, pese a la represión, se está enfrentando a él.
Algo que se ha podido comprobar bien es que Rusia ya no es lo que era. Sus costuras son muy frágiles y su régimen es una falsa democracia. Como la historia así lo ha demostrado en otras ocasiones, espero que el pueblo actual ruso tarde o temprano se rebele y juzgue a Putin, porque muy pocos deseaban esta guerra y sus consecuencias. Si hay un momento crítico para liberarse de esta dictadura que lleva desarrollándose en el país desde hace más de dos décadas es ahora. Imagino que a estas alturas la fiscalía del Tribunal Internacional de La Haya tendrá ya pruebas suficientes para acusar a Putin y a su gobierno de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Ese polvorín aún no ha estallado, pero la presión es tan acuciante que, si todo se prolonga en el tiempo, el régimen construido con minuciosidad para beneficio suyo y su corte de oligarcas durante algo más de dos décadas, finalmente, acabará derrumbándose o metamorfoseándose en otra cosa. La historia también demuestra que, aún conociéndola, estamos condenados a repetirla.