Guía Esencial de la Voz (III)
Alguna persona al leer los dos artículos anteriores en los que presento un proyecto, en los que realizo un diario de abordo sobre el viaje de la elaboración de este texto, artículos, en definitiva, en los que me permito reflexionar en voz alta, ha pensado que mi posición pedagógica era, más o menos, algo así como que todo el monte es orégano o, dicho de otra manera, que cada uno puede hacer lo que quiera. Atónito. Así me he quedado.
En fin, ¿qué se puede decir frente una interpretación así de la orientación educacional o formativa centrada en el alumno? El primer impulso, cual si de película cómica se tratase es, abrir la boca en gesto de sorpresa marciana decir «¿Qué?», darse la vuelta, con boca abierta incluida fija en el gesto y comenzar a caminar en dirección opuesta al emisor de semejante interpretación. Pero, por desgracia para mi, uno es más tenaz, cuando no, cabezota y comienzo a explicar que si poner el centro en el alumno no conlleva perder de vista el contexto donde se desarrolla dicha acción formativa; que poner el centro en el alumno, léase actor o cantante, también, no significa olvidarse del objetivo a conseguir en el caso de que se esté trabajando sobre una voz o un texto para un montaje sobre una canción; que centrarse en el alumno y acompañar no quiere decir que no haya límites y que esos límites se encuentran en esos lugares que protegen la integridad de la persona, léase, no hacerse ni hacer daño, vocalmente hablando, y quien dice esto, dice física y emocionalmente hablando también; que construir un centro para la voz no implica, en el caso de la producción artística, olvidarse del resultado, pero que sí significa tener claro que el resultado no es más que un punto en el camino, que lo que importa es el diálogo entre las herramientas que utilizo y el resultado que consigo y que un extremo en la cuerda del proceso ayuda al otro y viceversa. Y luego, comienzo, terco de mí, a ahondar en terrenos más profundos, argumentando que si formar crenado espacios de libertad seguros es ayudar a construir actitudes de responsabilidad hacia uno mismo y hacia el otro; que ayudar a construir una voz mano a mano con el otro te lleva por caminos de sorpresas enriquecedoras y que nos permite descubrir la identidad personal e intransferible de cada ser humano y que es siempre enriquecedor; que es un acto de juventud viva aunque tengamos cien años porque la relación con la diferencia nos flexibiliza y refresca…..Y os aseguro, me agoto. Porque, en esta ocasión, me doy cuenta de que el supuesto interlocutor padece de sordera profunda sin diagnosticar por medios medibles, es decir, que estoy de frente a una ceguera emocional profunda, de la cual, por desgracia ni siquiera su poseedor se da cuenta, y veo que ha sido amputado de su centro, quedando éste a la deriva en las inmensidades de su propio cuerpo emocional, físico y psíquico. Y esto podría quedar ahí, en una, digamos, charla con alguien más. Lo trágico es que el supuesto interlocutor, es psicólogo, con dos títulos universitarios y algún máster y trabaja en la sanidad pública.
En un último intento a la desesperada de tocar alguna neurona que contuviese, cuánto menos, algún dato de información teórica vista a lo largo de sus años de titulaciones, con el ánimo ingenuo de que esto le llevara a la reflexión, menos hubiera dado una piedra, le nombro a Carl Rogers y la Terapia no directiva o llamada Centrada en el Cliente. No hay respuesta.