El Hurgón

Hablemos de Narración Oral

A raíz de una columna que escribimos haciendo mención (eso era, una mención, y no un análisis) de una intentona de crear un medio de discusión sobre la oralidad (no sobre narración oral, porque este es un tema espinoso, que muchos eluden, por no saber cómo explicarlo, dadas las múltiples formas de que se valen algunos de sus ejecutantes y que se han convertido en una dificultad para bautizar esta actividad con un solo nombre), saltaron voces de inconformidad, que quisieron hacerse aparecer como de protesta, y a las que de lejos se les notó su indisposición para el debate, malogrando de esa manera la oportunidad de abrir una discusión.

Debido a que de cuando en cuando abordamos el tema de la narración oral, y no siempre tenemos la suerte de que algunos de nuestros lectores, que se desempeñan en el oficio entiendan nuestro mensaje como una invitación a discutir, pues ocurre con frecuencia que se sienten aludidos, como si estuviésemos escribiendo exclusivamente para ellos, con el fin de poner de nuevo a la consideración de estos lectores, y de los que vayan apareciendo, las opiniones que hemos ido forjando, como veteranos observadores de gente que cuenta historias, desde el más encumbrando actor, hasta el más humilde personaje de origen rural, que cuenta sus historias convencido de que está diciendo tonterías, porque ha oído decir que las cosas importantes las cuentan quienes viven en las ciudades, hemos decidido volver sobre el tema de la narración oral, al cual siempre nos hemos referido, sin la petulancia del teórico, y sí con la vehemencia de quien descubre un medicamento que hace bien y desea por ello darlo a conocer, porque consideramos que hace falta discusión para poner en claro, no qué es narración oral, porque esta pregunta se podría resolver, sin hacer un gran daño teórico, diciendo que es contar algo de viva voz, sino cuándo ésta se halla cumpliendo un papel social con todas las connotaciones que dicho término tiene.

Siempre hemos manifestado nuestra preocupación alrededor del tema de la narración oral, en función de su objetivo y del apoyo que la misma puede ofrecerle a un mundo que es cada vez menos consciente de sus pasos, porque estamos convencidos de que el surgimiento de ésta actividad, como espectáculo, y su compulsivo crecimiento, generando muchas formas de expresarse y haciendo resurgir infinitas técnicas para el ejercicio escénico, no es casual, porque responde a uno de esos, que denominamos procesos automáticos de auto protección de especie, que despierta en la intimidad del ser humano, para preservar su integridad, cuando siente que se ponen en medio de su camino audaces procesos que pueden llevarlo a la desintegración social.

Nos ocupamos por eso del tema de la narración oral, partiendo de las observaciones que, como gestores de un espacio para su expresión, hemos mantenido abierto por cerca de treinta años, y atendiendo, con beneficio de inventario, al servicio que la técnica y el academicismo puedan ofrecerle a esta actividad, porque la experiencia nos ha demostrado, que está por encima de cualquier consideración técnica y académica hablar de narración oral si pesamos en ella simplemente como un vehículo de restitución de elementos para la cohesión social.

Otra cosa muy distinta es cuando abordamos el tema pensando en él como una forma del ser humano de expresarse artísticamente, y contra lo cual de ninguna manera estamos. Pero sí nos parece interesante, además de importante, aclarar si se puede establecer una diferencia entre lo que es un actor y un narrador oral.

Ese es el tema de debate que entretanto proponemos, para que con una mano en el corazón y otra en la cabeza, opinemos.


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba