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Hacer creer y hacer creencia

Richard Schechner en su Estudio sobre la performance, delimita, a partir de una mirada más cercana a nuestro presente histórico, la idea de la representación. Y hago esta aclaración para señalar que, desde hace siglos, el asunto ha sido tratado por filósofos griegos, por intelectuales procedentes del campo de las artes y, a partir del siglo XX, por teóricos, estudiosos y creadores del teatro.

Y las ideas que me están rondando en este momento tienen que ver con lo que Schechner denomina el “hacer creer” y el “hacer creencia”, que son dos acciones profundamente vinculadas a la noción de la representación. Por lo que he leído hasta el momento, para este autor la representación se mantiene como una imitación, un remedo de algo, en sus palabras, como una conducta restablecida.

El asunto, sin embargo, va por otro lado, y es que ciertas representaciones, ciertas imitaciones o conductas restablecidas, son simulaciones. Es el caso del “hacer creer” estas simulaciones son evidentemente convenidas. Lo que significa que pese a ser imitaciones no tienen la pretensión de pasar por verdaderas. Un individuo, el observador de dicha representación, puede discernir entre lo que es “real” y lo que es “simulado”. Para el caso, es lo que ocurre en el encuentro ante una obra de teatro, porque el espectador sabe que lo que está observando sobre la escena es una “ficción”. Dicho de otro modo, sabe que la actriz que representa a Julieta no ha muerto realmente.

Pero la cuestión se complica, a partir de todos los cambios históricos, sociales y culturales que han venido apareciendo, impulsados por los medios de comunicación, la economía capitalista, la globalización, la internet y, lo más reciente de todo, la inteligencia artificial, pues se ha generado una especie de “dimensión”, que está afuera del campo del arte, en el que dicha simulación está intencionalmente disimulada. Y esto es, precisamente, lo denominado “el hacer creencia”. Y lo que implica es que, en ciertos contextos de la vida cotidiana, ciertos individuos pretenden que sus “representaciones” sean asumidas, por el individuo observador, como “realidad” y en ese sentido como verdaderas, es decir, como no ficcionales. Para el caso es la estrategia más usada por lo políticos del mundo, cuando “diseñando” una puesta en escena, pretenden hacer pasar por verdadero, por no “simulado” dicha representación. Y, paradójicamente, hay representaciones que, en su fallido intento por disimular su carácter simulado, son explícitamente artificiales, mientras que hay otras, que están tan bien disimuladas, que son capaces de dejarnos con la duda.

Lo que uno podría pensar es que nos corresponde, como individuos observadores de representaciones, aprender a detectar cuando estamos ante una representación del “hacer creer” o del “hacer creencia”. Sin embargo, entre uno y otro hay una zona gris, es decir, una frontera, en la que los límites no están tan definidos como uno quisiera.

Sobre cuál de estos dos polos resulta más o menos honesto, saquen ustedes sus propias conclusiones.

Domingo 30 de marzo del 2025
Bogotá, Colombia.


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