Hasta que me pasó
En un mundo infinito según la concepción temporal humana, todo lo que pueda pasar pasará, todo lo bueno, todo lo malo y todo lo improbable pasará.
Hasta que me pasó a mí. Jamás pensé que me pasaría pero me pasó; recibí una herencia. Uno de esos parientes que rara vez se visita y que, enfrascado en hacer dinero, se fue aislando del mundo de las relaciones donde están involucrados afectos, para ir quedando gradualmente solo, solo con su dinero.
Mal por él, bien por mí.
De haberlo sabido antes, si tan solo lo hubiese previsto, no hubiese desperdiciando mi vida trabajando como un animal quitándole tiempo al compartir con mis cercanos, familia, amigos y con uno que otro desconocido también.
No es una gran fortuna como para fundar las bases de un nuevo imperio, aunque por otro lado tampoco es una suma despreciable como para que no produzca algún tipo de cambio en mi vida y en la de mi círculo más cercano.
Ya que el dinero no hace la felicidad, sino que la compra hecha, por primera vez en mi vida voy a invertir bien; voy a invertir en mí, me lo merezco sobradamente.
Lo primero por supuesto va a ser comprar un auto de lujo, deportivo, descapotable, con más caballos de fuerza de los que jamás llegaré a ocupar y rojo, evidentemente rojo, no podría ser de otra manera.
Nunca más movilizarme en transporte público rodeado de gente vulgar.
Con el descapotable por fin van a saber quién soy yo.
En las luces rojas haré rugir el motor solo para hacerme notar. Siempre pasé desapercibido y ahora me llegó el momento de ser alguien.
Por supuesto haré ese viaje tantas veces postergado. Aunque no me guste demasiado el estar echado al sol en una playa tropical de mar demasiado quieto, sin duda será a un destino de moda en el Caribe y de vuelta con placer pagaré sobre peso por la cantidad de suvenires inútiles comprados como prueba irrefutable de mi nuevo estatus.
El respeto me lo compraré organizando un par de fiestas de esas bien regadas con alcohol y escándalo, capaces de vender más periódicos. Invitaré a personas que no necesariamente son de mi agrado pero de seguro aumentarán mi popularidad social por hacerme aparecer en las páginas amarillistas de farándula hueca.
Naaaaaa, no tengo parientes millonarios, ni siquiera mi padre al morir me dejó algo, salvo mi educación, la cual agradezco infinitamente.
De vez en cuando es bueno soñar estupideces, eso siempre y cuando no se transformen en estúpidas realidades.
Aunque soñemos con una herencia millonaria, esta no necesariamente es algo material, más valioso que eso son los valores que terminan siendo asimilados, sobre todo por imitación, al punto de transformarse en una actitud de vida frente a la cual ni siquiera nos detenemos a reflexionar porque simplemente seremos quienes creemos que debemos ser.
No solo educamos a nuestros hijos sino que al comportarnos de manera positiva podremos terminar influenciando a quienes de una manera u otra, vivan nuestro actuar.
No es nuestra responsabilidad educar a la humanidad, aunque por otro lado, nada nos cuesta el obrar bien y si de paso logramos que cosas buenas sucedan, mejor.
Todo lo que pueda pasar pasará ¿por qué no tratar al menos de que en nuestro tiempo buenas cosas sucedan?